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Diario de una pesadilla (30 de abril)

jueves 30 de abril de 2020, 14:20h

Ahora que todo el mundo se está preparando para salir a pasear en la franja que nos indique el gobierno para no darnos codazos: los padres con los niños, los que hacen deporte, los paseantes, los que van al súper y a la farmacia, resulta que no me apetece traspasar la puerta de la calle. Se me ha producido un efecto rechazo, un miedo insuperable que me ha llevado a decidir que el dos de mayo no saldré y confieso que me he quedado a gusto.

No tendré miedo a que me dejen las gotitas en el aire y llevármelas por no haber guardado la distancia de seguridad. Tampoco quedaré de antipática cuando me pare algún vecino al que haga tiempo que no vea. Por supuesto, no guardaré la cola del supermercado. Nada. Inacción absoluta. Viendo lo que pasó con los niños el fin de semana pasado, no me atrevo a poner un pie en la calle. ¡Y tengo muchas ganas!

Pueden conmigo las muchas pesadillas que tengo. He soñado con murciélagos, con pangolines y ahora con reptiles. Dicen que no es del todo malo soñar con alguna de esas “amigas” que se arrastran por el suelo. Los psicólogos que saben interpretar los sueños ahora resulta que dicen que puede significar algo positivo. Podría ser un cambio importante en nuestra vida. Por ahí, no me disgusta. Sin embargo, Freud ya dio un primer paso en lo de la interpretación de los sueños lo que ocurre es que, a casi todo, le encontraba una explicación de origen sexual. Aseguraba que eran deseos incumplidos o impulsos reprimidos. Antes soñaba mucho con que daba tres saltos y volaba. Me comentaban los expertos que era deseo de libertad, este sueño era mucho mejor que los de ahora. El hecho de que el pangolín me produzca tensión, miedo, un despertar con sobresalto no hace falta que me diga nadie que es por la angustia que me genera esta situación. No soy experta, pero lo sé.

El domingo será el día de la madre, entre otras efemérides. Espero que aparezca mi madre en los sueños de los próximos días. Me dará paz y sosiego. Siempre me decía:”no hay mal que cien años dure”. Entonces me tranquilizaba y ahora, también.

Pues acaba un mes y comenzamos el llamado mes de las flores y de las bodas. ¿Cuántos matrimonios se habrán cancelado en estos días? ¿Cuántas comuniones? ¿Y divorcios que se han quedado a medio camino? No quiero ni pensar la diversidad de situaciones que se han cancelado por la pandemia. Me quedo con un apagón que se va a producir mañana: el del hospital de Ifema. Mañana no se cierra pero sí que dice adiós a sus pacientes. Unos porque ya han superado la enfermedad y otros porque serán derivados a otros hospitales. ¡Buena señal! Lo que me preocupa es que no se clausura porque todos esperan un segundo rebrote. Eso dependerá de nosotros y de que sepamos guardar las medidas de seguridad que nos seguirán exigiendo cuando regresemos a “la nueva normalidad”. Bravo por el gran trabajo que allí se ha hecho en un tiempo récord y bravo por todos los héroes anónimos a los que la Comunidad de Madrid va a rendir homenaje el próximo dos de mayo. ¡Ellos son lo mejor de toda esta crisis! ¡Hoy aplaudiremos más fuerte por ellos!

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