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Diario de una pesadilla (5)

jueves 26 de marzo de 2020, 12:01h

El sol ha salido con fuerza en este día de confinamiento. Aunque no lo podamos sentir sobre nuestra piel, la luz ilumina las habitaciones convertidas en cárceles no sabemos durante cuánto tiempo. Resulta tonto engañarse. Esto va para largo.

No me lo esperaba pero me hizo una ilusión tremenda. Llegó a mi casa un ramo de flores. ¿Flores? Le pregunté extrañada al joven que mascarilla en boca y guantes en mano, me lo dejó en el descansillo, pegado a la puerta. Se lo agradecí mucho e incluso le dediqué un aplauso que imagino que agradeció. Su parafernalia antivirus me impedía ver sus gestos pero me dedicó una mirada. Eso es mucho en estos tiempos sin abrazos, besos, manos y demás gestos de afecto. “¡Este es el último!”, ya nos hemos quedado sin flores. ¡Es la ruina!”, me dijo en un tono casi inaudible. Y se fue. No había caído yo que los floristas también eran otros damnificados de esta crisis. Se quedaron con todo el género del día del padre, de los muchos cumpleaños que hay este mes y de las muchas flores que se encargan para procesiones e iglesias en Semana Santa. Al mundo sin besos, añadimos un mundo sin flores…Por la mirilla podía ver el ramo, al que le hice pasar unas horas de cuarentena hasta que me organicé para instalarlo en un jarrón. Eran margaritas y rosas rosas. Parecía algo irreal entre tanta cascada de noticias esperpénticas. Como decía la escritora americana Gertrude Stein: “una rosa es una rosa”. No hace falta ponerle adjetivos a lo extremadamente bello.

Una llamada interrumpe esta reflexión sobre la belleza. Es mi amiga Gema. Su abuela, la que decidió hace unos días cerrar sus ojos y no volverlos a abrir, se ha ido esta madrugada. Lo terrible en estos casos es no poder dar un abrazo a aquellos que están despidiendo a sus familiares como por la puerta de atrás. Peor aún, es no poderse abrazar entre los que están llorando a tu alrededor. Me pongo en la piel en los cientos, miles de hogares que están viviendo la pena en soledad. Desde este diario de una pesadilla les mandamos un abrazo grande virtual.

¡Qué cosas! Hoy también me he enterado por whatsapp que la hija de una amiga está embarazada. ¡Estoy segura de que el confinamiento es lo que nos va a traer cuando salgamos de nuevo a la calle! Tendremos la noticia de un nuevo “baby boom”. La vida se abre paso con fuerza ante tanta oscuridad. Es la otra cara de esta moneda, tan dura y tan difícil, que nos ha tocado vivir.

Me recordó ayer mi compañero Roberto, en Onda Madrid, que ya vivimos otro episodio vírico apocalíptico en 1918. La mal llamada gripe española que afectó a muchísimos países, dejando tras de sí una estela de muertes y de enfermos. Fue también una pandemia de inusitada gravedad. Se llevó la vida de millones de personas en todo el mundo. De hecho, hasta ahora, se consideraba la pandemia más devastadora de la historia. ¡Y se salió! La prueba es que hoy estamos aquí. Y saldremos también de ésta. No nos queda otra que apretar los dientes y pelear. Si nuestros antepasados pudieron y además, olvidaron; nosotros podremos y olvidaremos. Estoy pensando a quién daré mi primer beso y a quién le regalaré las primeras flores cuando todo esto acabe. ¡Pensemos más en el final que en este camino lleno de espinas! ¡Volvamos a la rosa! ¡Qué cierto es: una rosa es una rosa!

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