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Teoría y práctica del sonajero

martes 16 de septiembre de 2025, 20:04h

Partamos del hecho de que, en efecto, la de Gaza es una guerra más que cruel, un drama humano horrible que duele a todo el mundo. Se entendió aquella primera reacción de Netanyahu en octubre de 2023, cuando el presidente israelí, a raíz del multiatentado del grupo terrorista palestino Hamás (más de 1.400 ciudadanos asesinados y varios cientos de rehenes), pero, poco a poco, la saña con que se ha ido cebando sobre la población palestina (adultos, niños y ancianos incluídos), no puede ser admitida por ningún ser humano con un mínimo de sensibilidad, y eso al margen de que la matanza israelí en Gaza pueda o no ser considerada como genocidio.

Con todo, mucho me temo que el nuevo giro de tuerca de la política exterior de Sánchez (por cierto, tomada unilateralmente y de la noche a la mañana, sin consulta alguna con los partidos de oposición en España -la política exterior es una política de estado-, ni con sus socios de la UE), busca fines bien distintos que el reconocimiento final de un estado palestino.

Creo, más bien, que el inquilino de la Moncloa busca contentar a sus socios de gobierno más radicales, que han abrazado abiertamente el antisemitismo. Eso por un lado, y por otro desviar la atención de la opinión pública española sobre el chorro de problemas judiciales que el presidente, su partido y su familia van a tener que afrontar a lo largo de las próximas semanas y meses en los tribunales de justicia.

Tras aquel giro copernicano en el Sahara con Marruecos, el penúltimo episodio (¿cuál será el siguiente…?), de esta singular caída al abismo de nuestra política exterior como fórmula de escape ante los conflictos internos, ha sido el de abrazar la causa palestina (el problema entre Israel y Palestina es mucho más intrincado y laberíntico de lo que se presenta), y que ha desembocado en un escandaloso y lamentable final de la Vuelta a España que, como siempre, tiene lugar en las calles madrileñas.

Cortar una carrera ciclista de carácter internacional como es la Vuelta, por medios violentos no es una acción como para enorgullecerse. Que, además, esa acción haya sido alentada por el mismo Pedro Sánchez, y buena parte de su gobierno, animando al sabotaje me parece aún peor.

La lección ha quedado muy clara: cualquier acción violenta secundada desde el gobierno no necesita autorización legal previa, así es que de aquí en adelante, al parecer, todo el monte es orégano. Sería mucho más razonable y civilizado concluir que las protestas contra la guerra en Gaza son legítimas, se esté o no de acuerdo con ellas, pero la violencia no.

De seguir transitando por este camino de confundir política y deporte, empresas, etc., podemos acabar señalando todo tipo de competiciones (fútbol, baloncesto, natación...), que habrán de verse afectadas si en ellas hay algún participante israelí.

Y otro tanto podrá decirse de clubes como el Atlético de Madrid o el Real Madrid, entre otros, que cuentan con el patrocinio de entidades judías, o de productos y compañías como Nestlé, Danone u Orange, también con participación económica judía. Lo mismo va a haber que ponerles estrellas amarillas para identificarlos, si seguimos la sutil sugerencia de Yolanda Díaz, y eso nos puede llevar a otros y tristísimos tiempos de la reciente historia del continente europeo.

Además de sabotear la vuelta a España, echar por tierra nuestra teórica capacidad para organizar eventos de gran calado, vaya usted a saber si el año 2026 habrá una nueva edición y, en este caso, si habrán equipos que estén dispuestos a jugarse el físico con otra posible causa que Sánchez se saque de la chistera.

Aquí lo que cuenta es agitar el sonajero, ese instrumento que distrae por un tiempo a los más pequeños cuando lloran a moco tendido por cualquier cosa.

Se sigue utilizando para desviar la atención de los tremendos casos de corrupción que asedian a su sanchidad y que, un día de estos, lanzará un decreto-ley excomulgando a jueces y personal que cometa el imperdonable pecado de creer en la separación de poderes o que todo el mundo es igual ante la ley. ¡Hasta ahí podríamos llegar!.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023) LInkedIn: https://www.linkedin.com/in/josé-miguel-vila-8642271a/

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