www.diariocritico.com
La otra España de MR

La otra España de MR

martes 03 de julio de 2007, 17:23h

Si ZP iba de tratante de caballos, ponderando las excelencias del suyo, hay en el Mariano Rajoy la voluntad del challenger que compite por la Copa del América. Tozudo como los del New Zealand frente al suizo Alinghi. El presidente del Gobierno, a ocho meses vista, es el defender de su sillón en La Moncloa. El enemigo a batir. El personificador del Eje del Mal, sino el mundial (ya les gustaría a Zaplana y a Acebes) al menos el hispano, el carpetovetónico, el peninsular imperfecto –siempre hay que contar que Portugal existe y, además, es un estado independiente--, una especie de Osama Bin Laden de cejas circunflejas. Como Mefistófeles, pero lampiño. 

Y llega la enmienda a la totalidad. El pontevedrés no se anda por las ramas. Está en su papel opositor. Y lee el memorial de agravios, cuyo sumario, sobre las 13:30 había dado el portavoz (en ocasiones, portacoz) había dado Zaplana. Rajoy también tiene su momento de gloria bajo techado. No hace falta salir a la calle en manifestación episcopal o de la AVT. Está en la tribuna del Congreso. Y hay que ganarle el barlovento al Gobierno.

Con uno de sus looks vestimentarios habituales (traje gris antracita, camisa clara y corbata, sino roja, sí granate) se mete en las víctimas españolas de ayer en Yemen. Y acusa a ZP de haber hecho un discurso huidizo. Para el líder del PP el Estado es “lamentable” y el encargado de gestionarlo, pero sacando pecho. “Nunca he visto a nadie hablar mejor de sí”, dijo Rajoy.

Con la facilidad que da el ser opositor en jefe y negar la mayor compulsiva y obsesivamente uno queda de dulce en los medios de comunicación afines. Y por ahí hizo camino, siempre en busca del viento favorable, el regatista Rajoy. Mucho “mire usté”, mucho salvar la economía (“su principal virtud –dijo a Rodríguez Zapatero—ha sido no estropear la econ0omía; y yo se lo reconozco”). Todo lo demás, un desastre, claro.

Que Mariano Rajoy es un buen parlamentario resulta de cajón. Es un orado, cuando quiere, brillante. Que Mariano Rajoy, durante su pertenencia a dos gobiernos de Aznar haya sido un buen gestor es algo que se puede discutir con muchísimo fundamento. Pero el de Pontevedra está en lo suyo, en la brillantez opositora. En especial, en tres grandes hitos zapaterianos: la Ley de Memoria Histórica, el Estatuto de Autonomía de Cataluña y, gran plato fuerte, el proceso de paz en Euskadi. Por en medio, pues lo de la asignatura de Educación por la Ciudadanía (según MR tiene como objetivo que “a ningún niño le falte el catecismo del buen socialista”). En suma, oírlo era como escuchar a Federico Jiménez Losantos en fase carente de insultos. Y con cuarto y mitad de posiciones teóricas patrimonio de Izquierda Unida: los salarios no crecen; las hipotecas están por las nubes y vivimos tiempos del peor reparto de riqueza. Era de esperar, porque el populismo tiene estas exigencias. Y la conclusión final, a la espera de los Idus de marzo. “su mandato, señor Rodríguez Zapatero, no concluye en marzo. Ha concluido ya”.

Si, en la sesión del mediodía, el presidente del Gobierno nos brindaba una visión idílica de España, donde su confundían deseos con realidades, en su turno de intervención (duró 45 minutos), Mariano Rajoy nos ha pintado una España tenebrosa y tenebrista, entre  Valdés Leal y Gutiérrez Solana. Y, para el ciudadano, la España de cada día no es ni la del uno ni la del otro. La España real, esa a la que se refería Rajoy, está mucho más cerca de la que pinta Rodríguez Zapatero que la que anuncian, erre que erre, los apocalípticos del PP y sus voceros mediáticos.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios