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OPINIÓN/Víctor Gijón

Con Revilla y contra Esperanza Aguirre

Con Revilla y contra Esperanza Aguirre

lunes 22 de octubre de 2007, 15:21h
Mi voto es por Miguel Ángel Revilla y en contra de Esperanza Aguirre. No sólo por que sea mi presidente, el de todos los cántabros, que también, sino por su defensa del rey don Juan Carlos, víctima de un locutor infame. Y no es que yo sea monárquico, pero sí ‘juancarlista’ hasta la cachas desde que el 23-F el rey nos devolvió a la Europa democrática de donde nos querían sacar los nostálgicos de un franquismo que ahora vuelve a gozar de buena prensa, ironías del destino, entre algunos dirigentes del PP.

Al presidente de Cantabria le han anatemizado, insultado, denunciado y sino le han quemado es porque la Santa Inquisición esta momentáneamente desactivada. La última 'justificación': revelar que el rey está hasta el moño de los ataques de la extrema derecha. Uno de los más agresivos con el presidente regional ha sido precisamente el locutor de la COPE, Federico Jiménez Losantos, altavoz de los ataques dirigidos por el PP de Cantabria contra el Revilla por revelar su impresión de que al monarca le importaba una higa que minoritarios gamberretes quemasen su fotografía. Que lo que de verdad preocupaba al rey era la campaña mediática y política de una derecha extrema contra la monarquía en general y su persona en particular.

No dijo Revilla a quien se refería con su mención a informadores y políticos, pero en la mente de todos estaban medios de comunicación como la COPE y El Mundo y periodistas como Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez. No hace falta escuchar dos días la radio de los obispos o leer una edición del diario citado para concluir que ni Losantos ni Ramírez tiene aprecio alguno por el monarca. Tampoco dijo Revilla, auque el PP se diera por aludido, a quien se refería cuando mencionó la campaña política contra el monarca. Del PP intuíamos que apoyaba a Losantos, pero la confirmación de ese sostén ya la tenemos y ha sido facilitada por la presidente de la Comunidad de Madrid, la ‘popular’ Esperanza Aguirre.

La reacción del PP de Cantabria --dice el refrán que quien se pica ajos come--, arremetiendo contra Revilla por sus manifestaciones tras la audiencia real, se explican con lo revelado hoy por el diario El País. El PP no sólo no condena la campaña antimonárquica de periodistas y medios de comunicación afines, sino que pide que se respete a quienes la llevan a cabo. ¿Respeto para los insultadores mayores del reino? ¿Hablaba en serio la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, cuándo pidió al rey un "trato humano" para Jiménez Losantos?

Teníamos ya algunos datos de la hipocresía, la doble cara y falta de ética personal de algunos prelados, que mostraban públicamente su preocupación por la quema de fotografías del rey, mientras dejaban que las ondas de su radio, la COPE, se inundaran de basura antimonárquica. Pero resulta que, además, esas declaraciones, farisaicas hasta límites insostenibles, se producían después de que el propio Don Juan Carlos llamará la atención al presidente de los obispos españoles. “Le he dicho a Rouco Varela”, cuenta hoy El País que comentó el rey durante la cena de un reciente acto oficial, “que recen menos por mi y la Monarquía y se ocupen más de la Conferencia Episcopal, que controla a la COPE”.

Al PP, sin embargo, le preocupa más que la imagen y el buen nombre de Don Juan Carlos el “humano” Losantos, cuyo respeto por las personas, incluida la familia real, está un punto por debajo del que tienen por los derechos humanos los militares birmanos. Aguirre podía haber empezado, ya que parecía actuar como mediadora del locutor de la COPE, por pedir perdón al rey y, de paso, trasladar al agredido el propósito de enmienda del agresor. A partir de ahí si hubiera cabido su demanda de un trato “humano”, aunque no me parece que el rey, ni ninguno de los atacados, vilipendiados y crucificado por Jiménez Losantos, haya tratado a este aplicándole la máxima evangélica de “ojo por ojo”.

Lo que parece cada vez más claro es que PP debe mucho a Losanos, Ramírez, la COPE, El Mundo y otros. Son medios y profesionales que, a cambio de marcarles la política que deben seguir, lo cual en ocasiones, como en el del 11-M, les plantea más perjuicios que beneficios, mantiene vivas las esperanzar electorales de Rajoy y los suyos, mientras es punta de lanza en el ataque al Gobierno socialista. Quizás por ello el PP se resiste a condenar los ataques a la monarquía de Losantos y sus adláteres, mientras arremete contra quienes salen en defensa de la monarquía como hiciera Revilla. Pero pasar del silencio cómplice a pedir el indulto media la diferencia entre mirar para otro lado o colocar por delante de la figura del Rey constitucional a un personaje deleznable, que ha hecho del insulto y la descalificación personal su principal y lucrativa actividad.

Y no es que me sorprende la falta de entusiasmo monárquico de la derecha española. Los franquistas aceptaron que Franco designara como su sucesor a titulo de rey de Don Juan Carlos convencidos de que este sería una marioneta en sus manos. Y aún con todo, la aceptación del regreso a una monarquía, no parlamentaria y constitucional y democrática como la actual, sino del Movimiento y autoritaria, fue más de boquilla que real. La derecha conspiró contra el Príncipe y le hizo objeto constante de mofa y befa. La persona designada por Franco para controlar los posibles desvíos reformistas del Príncipe era ni más ni menos que el almirante Carrero Blanco, un burócrata cuyo mayor mérito era la obediencia ciega al dictador.

De aquellos polvos anti juancarlistas vienen algunos de los lodos actuales. La derecha, la de ahora, no se corta un pelo en criticar a un monarca al que consideran demasiado próximo a la izquierda. Es más, ese supuesto deslizamiento ideológico, es la base sobre la que Losantos y sus secuaces plantean la abdicación de don Juan Carlos en el Príncipe Felipe.

Pues bien, uno tiene la sensación de que los acontecimientos se precipitan. Aguirre pide respeto para los que atacan a la monarquía constitucional y dirigentes del PP, el más significativo de ellos el eurodiputado Jaime Mayor Oreja, hacen un nostálgico y edulcorado retrato del franquismo. Supongo que cuando el ex ministro del Interior con Aznar habla de la placidez del régimen franquista no se esta refiriendo a la paz de los cementerios. Y no piensen que estoy remontándome a los años de la guerra civil y primeros de la postguerra, que es el argumento preferido de la derecha para no mirar atrás. Hablo del silencio de cementerios roto por los disparos que segaron la vida de los cinco jóvenes, juzgados sin ninguna garantía, que fueron fusilados un mes antes de la muerte del dictador, en 1975.

En todo caso la petición de la derecha de no mirar hacia atrás se compadece mal con la actuación de algunos de sus cachorros. Por ejemplo los que controlan el Consejo de Estudiantes de la Universidad de Cantabria, donde imponen su mayoría gente cercana o militante de las Nuevas Generaciones del PP, y que esta semana invitaban a Manuel Fraga a ilustrarnos sobre la Constitución y la Democracia. El que fuera ministro de Franco, autor intelectual del panfleto ‘Causa General’, donde se justificaba el asesinato legal del comunista Julián Grimau, en 1964, pero también ministro responsable de la Policía cuando en 1976 se disparó contra obreros en huelga dentro de una iglesia de Vitoria, matando a tres trabajadores, utilizó el recinto universitario para desbarrar contra la Ley de la Memoria Histórica.

La presencia del senador Fraga en nuestra ciudad y el discurso con el que regaló a los estudiantes y profesores presentes en el Aula Magna de la UC, raya en el esperpento sino fuera un insulto a la memoria de los miles de cántabros que entre 1937 y 1975 sufrieron muerte, persecución, exilio y cárcel por defender la legitimidad democrática y la libertad. Cierto que también hubo otros muchos cántabros que en plena guerra civil padecieron persecución y muerte por sus ideas de derechas en el año escaso que nuestra Comunidad Autónoma estuvo en manos de la República, pero ellos si recibieron todo tipo de honores y reconocimiento. Y, además, durante 40 años.

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