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Modas infames Prostitución e hipocresía social

viernes 08 de octubre de 2010, 13:37h

“Madre e hija demostrable, nos da morbo compartir la cama contigo, disfruta con nosotras” “Superviciosas, griego, beso negro. Dúplex con sorpresa, 60. Media hora, 40”. Anuncios como estos pueden leerse cada día en la mayor parte de los diarios españoles de difusión nacional. En todos ellos proliferan las casas de masajes, mulatas de pechos grandes, viudas «ardientes» y amigas «calientes» que reciben en lencería, chicas que ofertan la «lluvia dorada» o que hacen el «francés» y el «griego». Y todos ellos están al alcance de cualquier niño que se atreva a curiosear en el periódico que leen sus padres.

Yo mismo advertía cosas como esta cuando publiqué “Prostitución: Vidas quebradas” (Ed. Imagine Ediciones, Madrid, 2008). En esas mismas páginas, Fernando Jáuregui, prologuista y buen amigo, se hacía dos preguntas a las que el lector del libro, sin duda alguna, podría responderse por sí solo. La primera: ¿Estamos ante una enorme hipocresía de quienes dicen defender una moral y se pliegan a quienes nos anuncian una «moral» muy distinta?

La respuesta es sí. Razones, incluso históricas, las apunté en este mismo “Diariocrítico”, en una columna que titulé “Hijos de puta” (https://www.diariocritico.com/2008/Marzo/opinion/vila/67990/vila.html).

AEDE

Recientemente ha terciado en el tema la AEDE (Asociación Española de Editores de Diarios), enarbolando su derecho a seguir insertando anuncios como los que vemos cada día en sus diarios. Y lo ha hecho de forma argumentada, rechazando la propuesta del Gobierno para eliminar los anuncios de prostitución en la prensa española.

La AEDE considera que si el Ejecutivo entiende que debe suprimirse esta publicidad, "debería adoptar las medidas necesarias para prohibir la prostitución, y que si dicha actividad fuera ilícita, los periódicos nunca darían cabida a ningún tipo de publicidad referida a ella”.

Esta es, quizás, la clave del asunto y un claro ejemplo de una doble hipocresía, la de la AEDE, y la del gobierno. A la primera no le falta razón -al menos filosófica- en el silogismo que plantea. Al gobierno tampoco le faltan razones para legislar en el sentido que apunta, pero sería aún mejor , efectivamente, y tal y como indica la Asociación de Editores, si completara su afán legislador con la prohibición de la prostitución.

¿Inevitable?

Ésta era, precisamente, la segunda cuestión que Jáuregui apuntaba a bocajarro en su prólogo: ¿es realmente inevitable la prostitución? Una pregunta como esa, en términos parecidos, no se la formularon los hombres durante milenios hasta finales del siglo XVIII, en plena Revolución francesa, sobre un fenómeno que -a mi juicio- tiene muchas afinidades con el de la prostitución. Me refiero al de la esclavitud. Durante milenios, éste cumplía una función social que, hasta esa época, nadie o casi nadie, se cuestionaba. Se trataba de una actividad tan extendida y cotidiana que, quizás y precisamente por eso, solo unos pocos FUERON conscientes de lo abominable del fenómeno y se opusieron firmemente a su pervivencia.

Como entonces el de la esclavitud, hoy el trasfondo del fenómeno de la prostitución sigue estando oculto para la mayor parte de la sociedad. Hay quien argumenta que , ejercida de manera voluntaria, la prostitución debe ser tolerada.Pero los hechos, son tozudos:en España, por ejemplo, 9 de cada 10 mujeres que ejercen hoy la prostitución, han entrado en el sector presionadas de forma violenta por proxenetas o por mafias organizadas que hacen del tráfico de mujeres y de su explotación sexual un negocio redondo. Es tan lucrativo que hoy su cifra de negocio en España no baja de 18.000 millones de euros.

De las más de 400.000 mujeres que hoy integran ese diversificado negocio de la prostitución en nuestro país, aproximadamente un 85 por ciento son extranjeras que, en los últimos tiempos, y ante la agudización de la crisis económica, no han tenido más remedio que formar parte del sórdido paisaje con que la prostitución tiñe nuestras ciudades, polígonos industriales y clubes de carretera.

Y lo evidente es que, en este sector, la demanda es la que provoca la oferta y no al revés. Suecia así lo entendió hace algunos años y modificó su legislación para castigar a los clientes con multas y arresto. La ley impone severas penas para los explotadores de la prostitución y para quien alquila pisos y habitaciones con esos mismos fines.

En nuestro país, la hipocresía habría que repartirla, proporcional y multidireccionalmente, al menos entre estos grandes grupos: Los clientes de prostitución,quienes se escandalizan en público al mismo tiempo que utilizan los servicios de la prostitución en privado. En segundo lugar, la AEDE, que recurre a los más altos principios éticos para defender la libertad de inclusión de anuncios de contactos en las páginas de sus diarios, al tiempo que renuncia a pensar en el origen y las consecuencias que se esconden detrás de cada uno de ellos, mientras no afecten a sus cuentas de resultados. Y, por último, al gobierno que tiene en su mano la posibilidad de legislar para dificultar, primero, y prohibir después, el ejercicio de una actividad (me niego a llamarla profesión, porque no lo es) de la que espero que algún día nuestros hijos, o los hijos de los hijos de nuestros hijos, no acaben de entender como pudo sostenerse tanto tiempo a lo largo de la historia de la humanidad.
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