jueves 09 de febrero de 2012, 07:52h
La
política española se ha encauzado en márgenes de normalidad que no
significa que su credibilidad no esté cuestionada. Que sí, de
acuerdo a los últimos datos de la encuesta del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS) que recorta 4 puntos al Partido
Popular y 2 al PSOE en estimación de voto. Estaba claro que la
gestión de gobierno en las condiciones presentes iba a representar
un desgaste inmediato para Mariano Rajoy. Sobre todo cuando
contradice sus promesas electorales de no subir los impuestos y las
circunstancias le obligan a tomar decisiones impopulares. Lo que se
entiende menos es la terquedad de sus ministros y de él mismo al
insistir en que no se subirá más la exigencia a la ciudadanía
cuando está claro que si se confirma el déficit por encima del 8% y
la Unión Europea no relaja el plazo para recortarlo al 4,4%, no
habrá más remedio que subir el IVA para cumplir con los compromisos
que se han utilizado como carta de presentación del nuevo ejecutivo
para recuperar la confianza internacional.
También era evidente que
la legítima lucha por el poder en el seno del PSOE entre Alfredo
Pérez Rubalcaba y Carme Chacón (se supone que se puede seguir
utilizando el nombre de Carme aunque haya perdido y se refugie en su
escaño por Barcelona) no interesaba a una buena parte de la sociedad
española muy desencantada e, incluso, a otro sector que había
votado socialista pero que ahora manifiesta que no repetiría. Sin
embargo, lo políticamente correcto se ha impuesto en el 38 Congreso
y la ortodoxia de la experiencia, del bagaje institucional, de la
capacidad de consenso y también de cierta conspiración han
prevalecido frente a unas propuestas radicalizadas, expresadas en
tono desabrido y con frases ingeniosas pero vacuas. Y de integración,
lo justo.
De unidad, pues el tiempo lo dirá. Pero quien ha ganado se
la juega y hace su equipo por encima de poses prefabricadas porque en
situación de administrar la miseria tras la pérdida de poder
central, autonómico y municipal, la confianza en el equipo resulta
trascendental y la química personal se impone frente a quien no se
recata en anunciar que peleará en las primarias por la candidatura a
la presidencia del Gobierno. Precisamente, sólo desde el Gobierno,
con poder, se puede mostrar cierta generosidad con los díscolos y
críticos, como hizo Zapatero con Bono, por ejemplo, o como lo ha
hecho Rajoy con algunos que le provocaron más de un dolor de cabeza.
Lo demás son pamplinas.
Periodista. Director de 'Atalayar, entre dos orillas'. Colaborador en diversos medios como Punto Radio, Onda Cero, COPE, El Independiente y Colpisa. Colaboro en COPE, Colpisa, TVE, RNE y Diariocritico. Es autor de libros como 'Casco azul soldado español' o 'Misión: Líbano'. También fue director de los estudios 'Cómo informar sobre infancia y violencia' y 'Cómo informar sobre violencia contra la mujer en las relaciones de pareja' en colaboración con el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
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