Paisaje para unos presupuestos que nos imponen

El debate parlamentario sobre los Presupuestos, el más importante del año dado que no ha habido, ni va a haber, debate sobre el estado de la nación, discurre algo caóticamente. Los grupos de la oposición dicen abiertamente que el Gobierno, por boca de Cristóbal Montoro, mienta a sabiendas -el tono es de los más duros que yo recuerdo en este tipo de comparecencias-y el Gobierno acusa a los demás grupos de boicotear las salidas airosas de España. En el exterior, grupos de personas, fundamentalmente jóvenes, se congregan para 'rodear' la Cámara Baja, en medio de una vigilancia policial importante, aunque no, me parece, espectacular.

El día comenzó con algunas publicaciones periodísticas según las cuales el ministro de Hacienda iba a anunciar que el déficit previsto para 2012 sería del 7'3 por ciento, un punto superior a lo impuesto por la UE, 6'3 por ciento del PIB, y que la Seguridad Social tendría un déficit récord. Montoro salió al atril asegurando, sin referirse para nada a la Seguridad Social, que España cumplirá con la cifra de déficit prevista y procuró dar un baño de optimismo a su parlamento: en 2013 acabará la recesión, dijo, provocando luego una respuesta contundente de los principales grupos de la oposición, que no se mordieron precisamente la lengua; había coincidencia en que, de nuevo, los Presupuestos no se cumplirán. De hecho, nacen ya lastrados por las previsiones contrarias avanzadas por el FMI, señalaron. Durante toda la mañana, las informaciones que hablaban de que el déficit iba a ser ampliamente superado habían rebotado en no pocas agencias y confidenciales económicos de toda Europa: el daño estaba hecho.

El resumen es que este martes fue otro no buen día (por no decir abiertamente malo) para la imagen de España. La presentación de los Presupuestos quedaba, entre unas cosas y otras, profundamente deslucida, porque ni los grupos parlamentarios -excepto, claro, el popular-ni una mayoría de analistas privados se mostraban capaces de aceptar la visión rosada que, cumpliendo sin duda con su obligación y con lo que se esperaba de él, desgranaba Montoro. Una oportunidad más para lamentar que no hayamos llegado, en este punto, a ese gran consenso nacional cada día más difícil, cada día más necesario. Seguimos con las dos españas, la del Presupuesto rosa y la del negro.


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