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Reporteros de guerra

Reporteros de guerra

lunes 31 de marzo de 2014, 19:26h
La liberación de Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova, reporteros secuestrados en Siria, es noticia que se hace acompañar de algo más que gozo gremial. Arriesgando sus vidas, Javier y Ricardo (y Mónica Prieto, compañera de Javier, llevando durante meses con gran serenidad su sufrimiento), nos han dado una lección de coraje y  dignidad profesional. Todavía hay periodismo al servicio de la verdad. Periodistas valientes intentando cumplir una misión que no es sagrada, pero sí esencial: dar testimonio del horror y el dolor que aparejan todas las guerras.

Sin periodistas jugándose el tipo para contar historias, los verdaderos protagonistas de las guerras, las víctimas, serían dos veces perdedores. Por eso los verdugos -los hay en todos los bandos-, recelan de los informadores. Son testigos incómodos. Incluso testigos comprometedores ahora que la justicia lucha por hacerse universal intentando que los crímenes de guerra no queden impunes.

Javier y Ricardo estaban en Siria intentando que las matanzas no quedaran sin testigos. Su tarea periodística resultaba incómoda tanto para el régimen de Damasco como para las fragmentadas milicias que combaten en aquel país. A una de ellas pertenecen sus captores. En los últimos años y en las últimas guerras, el secuestro de periodistas se ha convertido en tendencia. Unas veces con fines propagandísticos y otras lucrativos: para exigir rescate poniendo precio a la vida. El reporterismo de guerra siempre fue oficio de riesgo, pero nunca de tan alto riesgo como en nuestros días.

Cuando el lector compra un periódico o accede a una página web en la que un periodista destacado en una zona de conflicto cuenta una historia, debe saber que detrás del relato hay mucho más que palabras y fotos. Detrás están el valor y el coraje de quienes como Javier y Ricardo arriesgan su vida para que no perezca la verdad. Para que tengan voz los civiles atrapados en las guerras.

El periodismo de guerra, las crónicas lanzadas desde zonas de  conflicto, además de contar historias y noticias son un intento de  acotar la barbarie. A lo largo de esta generación ha ocurrido en Ruanda, en Sbreniça, en Sarajevo, en Bagdad, en Kabul. Hace poco en Libia y ahora en Siria. Espinosa y García Vilanova con su valor y sus sufrimientos asumidos con tanta dignidad han elevado el menguado crédito social de un oficio, el de periodista, que sigue siendo imprescindible para formar la opinión pública, pilar, por cierto, del sistema democrático. ¡Larga vida a los reporteros de guerra!
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