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Victoria Prego: "Los sinvergüenzas estarían encantados si no hubiera periodistas que les tocaran las narices"

viernes 29 de abril de 2016, 07:34h
Victoria Prego: 'Los sinvergüenzas estarían encantados si no hubiera periodistas que les tocaran las narices'
(Foto: Pablo Vázquez)

La periodista Victoria Prego preside la Asociación de la Prensa de Madrid, (APM) -la más numerosa de España-, desde el pasado 19 de noviembre de 2015, y ha sucedido a otra mujer, Carmen del Riego, que la había presidido en los cuatro años anteriores. Prego inició su carrera en 1974 en los servicios Informativos de TVE, donde trabajó hasta 1994 al frente de numerosos programas en directo y también documentales, y en RNE. Colaboradora de distintas publicaciones, en 2000 se incorporó al diario ‘El Mundo’, donde ha sido adjunta al director. Actualmente sigue publicando en ese periódico y participa en las tertulias del programa ‘La Linterna’, de la cadena Cope. La Asociación le concedió el Premio APM de Honor en 2013.

Afable, cordial y puntual, la presidenta de la APM nos recibe en su despacho del palacete de Juan Bravo, esquina a Claudio Coello -su sede oficial-, sin condiciones previas ni cortapisas para poner sobre la mesa cualquier tema que afecte a la libertad de información que consagra la Constitución Española de 1978, y al ejercicio de la profesión periodística. Y sobre todos ellos nos disponemos a hablar durante casi una hora…

J.M.V.- ¿Qué analogías y diferencias encuentras entre el periodismo y los periodistas españoles de la transición y los de hoy en día?

V.P.- El periodismo de finales de los 70 y principios de los 80 del siglo pasado tenía una influencia política determinante en la vida social española. Los periódicos eran, en su mayor parte, de la cadena del Movimiento y, por tanto, eran moderados y tímidos, pero los semanarios, que empezaron a aparecer en torno a esa época, fueron muy beligerantes a la hora de fijar su posición en defensa de una transición hacia la democracia en España… Sábado Gráfico, Cuadernos para el Diálogo, Triunfo, Cambio 16, y tantas otras revistas semanales levantaron bandera en defensa de la democracia, en los términos en que se podía entonces. Y se podía bastante, porque utilizaban un recurso muy frecuente, que era -al no estar permitido en España entrevistar a los líderes de los partidos ilegales- el recurso a citar que sus declaraciones estaban hechas fuera de nuestras fronteras. Eran, desde luego, publicaciones muy beligerantes (Triunfo, de hecho, estaba ocupado por periodistas del Partido Comunista, y su difusión era muy grande. Cambio 16, llegó a tirar más de un millón de ejemplares semanales, una cifra absolutamente impensable hoy en día… El mensaje era “podemos convertirnos en una democracia sin que pase nada”. Se trataba de tranquilizar a la población, que tenía miedo a perder la paz civil, que había sido una de las aportaciones del franquismo para una amplia clase media, que aspiraba a conservar lo obtenido por ella. Y los periodistas de mi generación cometimos el error y la torpeza de desacreditar a los anteriores compañeros de profesión, únicamente por cuestión de edad, de manera que la mayor parte de los periodistas de aquella generación no tuvo maestros porque se les había desautorizado moralmente por haber vivido en el franquismo y, por tanto, no servían. El futuro nos pertenecía a nosotros, y nos comportábamos como si, efectivamente, fuéramos la encarnación de todas las virtudes democráticas que uno podía imaginarse… Eso fue un error, pero ese fue el papel real de la prensa de entonces. La opinión pública del momento tenía una alta consideración de los periodistas y, además, era entonces una profesión bien pagada, a quien se respetaba en sus criterios (muchas veces, incluso, los imponíamos…) y estábamos bien considerados…

P.- O sea, justamente lo contrario de lo que sucede ahora…

R.-Exactamente. Ahora pasa justamente lo contrario. Mejor dicho, “injustamente”… La opinión pública tiene una pésima opinión de los periodistas en este momento. Eso es injusto parcialmente porque, efectivamente, ahora hay mucho periodismo basura y mucho periodista adscrito a partidos políticos o a tendencias, de marera que se sabe perfectamente lo que van a decir en cada momento y sin duda ninguna, lo cual desacredita nuestra profesión porque el periodista es un señor, o una señora, cuya obligación principal es mantenerse fuera del ámbito de la política para juzgarla independientemente, equilibradamente y objetivamente, en la medida de lo posible, y, además de juzgarla, criticarla. Y además, investigar al poder y denunciar sus abusos. Y hablo del poder en todos sus ámbitos, no únicamente en el político, sino también en el eclesiástico, militar, económico, financiero, cultural, etc. Pero, claro, en este tiempo, los partidos políticos, que son, y que tienen una vocación expansionista terrible, y que han entrado hasta en el seno de las asociaciones de consumidores -¡que ya es la monda!- han invadido el espacio del periodismo con un éxito parcial. Es decir, hay muchos periodistas desgraciadamente, que están tan alineados con un partido y con sus posiciones que la opinión pública ya no los respeta como antes. Pero digo que es injusto porque, aun estando eso fundamentado, ahora mismo hay también excelentes periodistas, y el periodismo está ejerciendo su papel con mucha dignidad y con mucha eficacia… Su papel constitucional, que es el libre derecho de los ciudadanos a recibir información, y el derecho de los periodistas y de cualquiera, a trasmitir información. Hay muchos periodistas que han hecho informaciones importantísimas y la agenda política del país, en este momento, no sería la que es si no se hubieran producido muchas noticias que han sacado a la luz los abusos del poder. Prácticamente todos los casos de corrupción han sido desvelados por la prensa (es más, por la prensa de papel, casi siempre…). Este hecho ha determinado el compromiso de los partidos políticos en lo que se refiere a la transparencia, por un lado, y además que se aprobara una legislación en favor de la transparencia y contra los fraudes y estafas económicas… Eso ha sido posible porque la prensa ha denunciado infinidad de casos de corrupción en España en los últimos años. Por lo tanto, hay un periodismo que se ha desacreditado por encuadrarse en las filas de un partido político determinado (me da igual el que sea), pero hay también un periodismo independiente, valiente, que cumple su función y que es determinante para la vida política española.

P.- ¿Cuál de los dos tipos de periodismo es el mayoritario?

R.- No lo sé…

P.- ¿El equilibrio, la serenidad, incluso la vehemencia, son virtudes importantes en el periodista?

R.- La serenidad, sí; el equilibrio, también; la vehemencia, solo a veces. Es buena -incluso imprescindible- en la discusión de los temas, en los titulares, en la elección de los asuntos a tratar en los editoriales… Yo vengo de un periódico, El Mundo, donde las reuniones de portada eran un espectáculo, y las de opinión otro, porque se discutía con una vehemencia y una pasión extraordinarias. No sé si en todos los periódicos es así, pero yo estoy encantada de haber podido participar en eso. Pero la vehemencia en televisión es muy distinta porque en ese medio, un gesto está multiplicado por un millón y ahí conviene mucho más la contención, parar a los caballos y no echar al galope jamás…

P.- La fórmula para conseguir la credibilidad del público por parte del periodista, ¿es también distinta según el medio?

R.-La credibilidad se gana informando de la verdad, opinando con independencia. Eso quiere decir elogiando a cualquiera, si lo merece, y criticando, si se lo ha ganado. Y actuando de ese modo durante muchos años; no se gana la credibilidad de primera mano. Y hay credibilidades falsas que consisten en creer que la has ganado cuando te aplauden solo los de un lado. Entonces tienes que alarmarte. Conviene que te aplaudan todos o que te critiquen todos, los de un lado y los del otro.

P.- Además del paro y la precariedad laboral, ¿cuáles otros son los problemas más graves que tiene en estos momentos la profesión periodística?

R.- Hay muchísimos problemas. La profesión se ha devaluado en la consideración social y en la consideración empresarial. Al calor de la crisis, las empresas han rebajado los salarios de los periodistas hasta niveles inaceptables, inicuos. Estamos protegidos los que pertenecemos a plantillas, después de haber sido considerablemente diezmadas (en masa) gracias a los ERE. Muchos de los periodistas despedidos han entrado a formar parte de los autónomos -por obligación, por necesidad- y a convertirse en lo que antes llamábamos free lancers, intentando ganarse la vida con sus solas fuerzas. Estos señores, que son muchísimos, son como el indio sobre la pradera: desde cualquier matojo te pueden disparar. A estos periodistas se les da un trato intolerable. Hasta mí han llegado casos de periodistas que cobran seis euros por crónica desde Río de Janeiro sobre la preparación de los Juegos Olímpicos. Y, además, ha surgido la costumbre de ofertar puestos de trabajo sin cobrar; es una señal de alarma terrible, porque evidencia, en primer lugar, que no le importa nada a quien te contrata ni lo que tú hagas, ni lo que tú eres; en segundo lugar, si te pagan a seis euros la crónica -cuya elaboración ha podido llevarte tres días de trabajo, recabando datos, contrastándolos, etc.- no puedes comer. Y, como la gente tiene la “costumbre de alimentarse a diario”, el periodista se debilita en su posición profesional, y ya no puede practicar la resistencia, de manera que escribirá lo que le manden, en los términos que le manden y cuando se lo manden, y se deberá dar por contento. En otras palabras, que el salario, el precio, las tarifas, inciden de una manera determinante en la independencia del periodista. ¡Este es un tema muy grave! Y, por otra parte, la profusión de escuelas y facultades de Periodismo y de Ciencias de la Información, de una manera que me parece incluso estafadora, no contribuye nada a la solución del problema. A los alumnos no se les explica que entran en una fábrica de parados. Y eso que ahora han proliferado los departamentos de Comunicación de las empresas -incluso medianas y pequeñas-, que es una nueva salida, aunque eso no es exactamente periodismo. Pero ni los departamentos de comunicación, ni la proliferación de periódicos digitales pueden absorber toda la cantidad de licenciados que salen cada año de las facultades.

P.- Y en este panorama desolador, ¿hay espacio todavía para esos viejos principios del periodismo como la búsqueda de fuentes propias, el contraste de las informaciones o el comportamiento ético?

R.- Absolutamente. Siempre han sido imprescindibles, pero en la situación española más aún. Ese es un campo que está abierto, y lo vemos todos los días con las noticias de la prensa escrita y la de los digitales, que también están entrando en el periodismo de investigación y de denuncia.

P.- A mayor corrupción, mayor necesidad de una prensa fuerte, ¿no?

R.- Los sinvergüenzas estarían encantados si no hubiera periodistas que les tocaran las narices, que no les investigaran, que no les pusieran en situaciones difíciles. El periodismo es una profesión imprescindible en una democracia. Si no existiera el periodismo independiente, libre y valeroso, la democracia sería un cuerpo enfermo, gangrenado, que acabaría por morir. Los ciudadanos, en lugar de ejercer su condición, y poder tener una opinión, en base a una información y con elementos para formarla, se convertirían en súbditos.

P.- Pero ahora parece que el periodismo espectáculo tiene más adeptos que el periodismo informativo. ¿Significa eso que hay más súbditos que ciudadanos?

R.- No. Los ciudadanos tienen la posibilidad de acceder a todas las informaciones que se les ofrecen. El periodismo espectáculo, efectivamente, existe, entretiene, y yo creo que confunde a la población. Y creo también que ese tipo de periodismo es el que ha llevado a tener tan poco crédito ante la opinión pública. Pero, insisto, eso es injusto. Nadie se da cuenta de que toda la agenda política española está determinada por las investigaciones que ha publicado la prensa, y eso habría que valorarlo.

P.- Cambiemos de tema: la ratio aproximada entre mujeres y hombres en la composición de las redacciones es de seis a cuatro. En los niveles directivos, sin embargo, esa proporción es infinitamente menor y en favor de los hombres. ¿Sabes por qué?

R.- Antes había muy pocas mujeres en las redacciones, pero ahora, efectivamente, son mayoría. Creo que las mujeres están especialmente dotadas para la comunicación. Yo creo que cada vez va habiendo más mujeres en puestos de responsabilidad (jefas de sección, redactoras jefes o subdirectoras) pero es verdad que directoras de medios hay muy pocas, pero te diré -si te sirve de ejemplo- que a mí me han ofrecido dos veces dirigir un periódico y las dos veces he dicho que no. ¿Por qué? Porque dirigir un periódico es vivir las 24 horas del día en él y yo tengo una escala de prioridades que no excluye -ni muchísimo menos- mi vida personal, en donde incluyo a mis hijos, mi marido, mis amigos… Lo que las mujeres entendemos como “la vida”, que no es solo la profesión. La medida del éxito de las mujeres no está en el tamaño del despacho ni en pensar cuando te mueras que has sido directora o que has tenido un coche con chófer, sino en pensar que mis hijos y mis nietos están bien, que he sido feliz junto a mi marido y mis amigos… Dicho de otro modo, que la medida del éxito de las mujeres tiene unos componentes que en la de los hombres afloran con menor intensidad. De ahí que la presión de las mujeres por alcanzar los puestos más altos de un medio de comunicación es descriptible, y nada comparable a la presión que se ejerce en el sector masculino. Las mujeres pelean muchísimo menos que los hombres por tener un puesto relevante.

P.- El periodismo digital es, no ya el futuro, sino el presente del periodismo. ¿Acabará desplazando al de papel?

R.- Ese es un hecho incontestable. Hay diarios digitales de muy buena calidad, aunque todavía los programas informativos de televisión y radio viven de lo que publican los periódicos de papel. Pero es verdad, el digital es el periodismo del presente y del futuro porque en ellos hay profesionales de plantilla, pagados para que hagan su trabajo. Pagados menos que antes, pero pagados suficientemente para que puedan desarrollar su trabajo.

P.- Tú eres una de las periodistas emblemáticas de la Transición. La serie documental que dirigiste en TVE es ejemplar. Aún así, ¿cuántos secretos conoces de esos años que aún no te has atrevido a contar?

R.- De la Transición yo no tengo ningún secreto…

P.- ¿…Incluido el 23-F?

R.- Yo no he investigado el 23-F. Creo que hay cosas sobre el golpe que no se han sabido y que tienen que ver con el papel real del Rey en el momento del inicio y, sobre todo, en sus prolegómenos. Esas son cuestiones que solamente una persona, Sabino Fernández Campos, podría contar, pero todos sabemos que murió sin contarlo. Alfonso Armada publicó un libro en el que “insinuaba“, pero era una cosa tan tartufa y oscura que, al menos a mí, no me basta. Creo que Armada fue el responsable de haber interpretado pro domo sua las actitudes del Rey, en un acto que preparaba junto a Milans del Bosch. Pero los hechos hablan por sí solos: si don Juan Carlos no se opone al golpe, este habría triunfado. Todos los capitanes generales con los que habló el Rey, uno por uno, se pusieron “a las órdenes de SM”, “para lo que Vuestra Majestad ordene”. Es decir, que el Rey dice ‘adelante’, le siguen todos. Quintana Lacaci, que fue capitán general de Madrid, quien paró a la división Brunete, que salió de sus cuarteles, entrevistado por María Mérida cuatro meses después del golpe, dijo que “si el Rey me ordena salir, yo me cuadro y salgo”. O sea, que impidió el golpe porque el Rey se lo pidió así. Todos los rumores e insinuaciones a propósito del papel del Rey creo que quedan despejados así en última instancia.

P.- ¿Cuál te gustaría que fuera el papel del periodismo dentro de medio siglo?

R.-El mismo que tiene ahora y que ha tenido siempre, independientemente del soporte en el que se ejerza: el mismo espíritu, la misma vocación, el mismo entusiasmo, la misma amargura, las mismas dificultades y los mismos resultados. Exactamente lo mismo, sin cambiar ni una coma.

P.- ¿Te parece que en el ámbito de la política sucede lo mismo que en el del periodismo con respecto a las mujeres?

R.- No. En la política es distinto. Creo que no hay ninguna mujer que haya dicho que no, porque todavía no se le ha ofrecido. Estamos a punto de tener una presidenta, del mismo modo que hemos tenido una presidenta del Tribunal Constitucional, que hay presidentas de gobiernos autonómicos, en la Comisión del Mercado de Valores, en el Consejo de Estado, en el Tribunal Supremo, en las grandes empresas, en los organismos reguladores… Es inminente que podamos tener una presidenta al frente del gobierno…

P.- ¿Y será del sur?

R.- No lo sé. Pero sí que falta muy poco para que haya una mujer en la presidencia del gobierno de España.

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