La erudición inventada como soporte de la creación, dioses mortales, inmortales sucesos en los obscuros rincones de una luz muerta, de una mortalidad vivísima y refulgente. El lenguaje en el relato de José Manuel Corredoira es una masa gelatinosa que adopta las formas de un mármol transparente y macizo o la transparencia rota y saltarina del agua ensimismada.
El gozo y el tormento de escribir, el tormento y el gozo de leer. Juego de espejos, juego de opacidades. Necesario ha sido ampararme en la protección del diccionario con más frecuencia de lo que hubiera deseado, completar con tenacidad un rompecabezas enloquecido, clamoroso de erotismo caliente, de juegos malabares de maldad y de bondad. Tiene raíces de esperpento valleinclanesco, de greguería ramoniana, de desvergüenza quevedesca y de refinamiento juanramoniano.
Corredoira destroza el lenguaje para reconstruirlo luego trozo a trozo, lo arranca de la Academia y lo festeja con descaro en el lupanar. Esto es una casa de putas vírgenes sin orden ni concierto, una construcción luminosa de adobe cristalino, un cristal manchado de barro, una constelación de estrellas muertas. Irónico, sarcástico, angélico, vitriólico, eólico y simbólico. El Ruedo Ibérico sonámbulo y cuadrado. Amén.
Título:Memorias, apariencias y demasías. Autor: José Manuel Corredoira Viñuela. Prólogo: Jean Canavaggio. Editorial: Libros del Innombrable, Zaragoza, 407 páginas.