Muchas veces se ha repetido que los españoles tenemos un sentido del Estado bastante menos desarrollado que, por ejemplo, los franceses, los británicos o los alemanes, y no digamos ya la mayor parte de los países norte, centro y sudamericanos. Las naciones grandes se construyen a base del respeto a sus instituciones, a la unidad nacional, al himno, a la bandera y a las tradiciones. Decir esto, en España, puede considerarse por algunos sectores como algo reaccionario: siguen pesándonos los cuarenta años de un franquismo que parece que hemos superado sólo superficialmente

Pensando en esa débil dosis de sentido del Estado que, me parece, tenemos aún los españoles, debo reconocer que me duelen algunos comentarios aparecidos en varios medios, y también ciertas omisiones que advierto en otros: que se ridiculice el viaje de
Zapatero a Moscú, como enviado especial de Europa, aludiendo al escaso peso específico del presidente español para acometer tan internacionales tareas me parece, por ejemplo, un dislate. Lo mismo que culpar a ZP por no haber sido incluido en la ‘cumbre’ parisina de los más importantes de la UE convocada por el vecino
Sarkozy. Ya sabemos que Zapatero no es precisamente el gran líder de las europas ni del mundo mundial, pero es, hoy por hoy, el máximo representante del gobierno de España, y yo me enorgullezco de que acuda portando una voz europea a la Rusia tan cuestionable de
Putin. Al tiempo que me incomodo porque no sea invitado a un ‘gabinete de crisis’ con los dirigentes más significativos de Europa, un continente en el que, al fin y al cabo, España -una nación que bien podría ser el décimo miembro del G-8- tiene una voz y un peso específico propios y ya indudables.
Sospecho que tanto la oposición política como los medios deberíamos, más bien, levantar una voz indignada ante esta exclusión que dar armas al ‘enemigo’-espero que se entienda por qué empleo esta expresión- hablando de la inanidad del hombre que, para bien o para mal, se llevó once millones de votos de los españoles en las últimas elecciones generales de marzo. Pero lo de esta presunta inanidad sería, será, motivo de otro comentario.
Y acerca de ciertos silencios: me parece que, hablando del tema en el que estamos, viene bastante a cuento señalar el escaso eco mediático que el viaje oficial de los Príncipes a México ha cosechado. Es una visita importante, de Estado, en la que el heredero de la Corona española y su esposa han sido acompañados en todo momento por el jefe del Estado Mexicano,
Felipe Calderón, sin duda uno de los dos líderes más prometedores de la América al sur de Río Grande. Pero ya ven: como las buenas noticias no son noticia, este viaje apenas ha merecido titulares. Lo cual es significativo por muchas razones, desde luego. Pero eso también sería, será, materia para un artículo futuro.