www.diariocritico.com

Un país en carnavales

martes 20 de febrero de 2007, 13:45h
Si usted ve la televisión, en cualquiera de sus canales, comprobará que vivimos en el país más divertido del mundo: las pantallas están llenas de drag-queens, de monigotes disfrazados, de charangas gaditanas, de playas abarrotadas, de jugadores de futbol que vienen, de entrenadores que se van, de reportajes anodinos sobre cosas intrascendentes. Este es un país alegre y confiado en el que los inmigrantes en cayucos ocupan espacios mínimos en la información, donde tampoco encuentran mucho eco los debates de fondo, como por ejemplo las razones por las que un 64 por ciento de andaluces se abstuvo de ir a las urnas para apoyar su nuevo estatuto de autonomía. O, claro, qué pasa con estas dos españas permanentemente enfrentadas por un quítame allá esas pajas: que si hay o no que negociar con ETA, que si el juicio del 11-m, que si hay que ir o no a determinada manifestación... Con razón decía Machado que esta España nuestra busca motivos para embestirse cuando se acaban otros temas de disenso. Pero de eso, en las teles, nada. O poco. Quizá, fíjese en lo que le digo, para bien: basta con esos debates irreales en los que dos hooligans políticos se pelean a muerte, siempre con tongo, en menos de un minuto.

Y es que somos un país feliz, ya digo, en el que los grandes debates políticos giran en torno a cuestiones que al ciudadano medio -por lo visto, o por lo que nos muestran, ocupado en las chirigotas o en asistir a la playa- le importan un rayo. O eso es lo que se quiere demostrar: habría que ver qué hubiese ocurrido si se hubiese generado un auténtico debate en profundidad acerca de cuáles son las inquietudes reales de los andaluces. O de los catalanes, o los vascos, o los gallegos, o los castellanos.

Pero eso no gusta al poder, a los poderes; una ciudadanía politizada, concienciada y sensible no conviene a esos poderes. Con lo que el divorcio entre lo que les interesa a unos y a otros está servido. Seguro que en la inminente campaña electoral municipal y autonómica no se habla de las construcciones que proliferan y hacen peligrar el suministro futuro de agua. O la descompensación entre las decrecientes poblaciones del interior y las muy crecientes de la costa, de donde está desapareciendo el paisaje a favor del cemento. Ni se hablará mucho más, ya lo verán, de las corrupciones del ladrillo. Parecería que eso no importa a los ciudadanos. Porque, desde luego, todo ello está ausente de los programas electorales, al menos en lo que conocemos, ya que, en su mayoría, siguen siendo una incógnita, acaso para no tener mucho tiempo para debatirlos. De momento, conocemos, eso sí, las ideas geniales de nuestros aspirantes a alcaldes-faraones. Ideas que no hacen ninguna falta, como tantas obras, remodelaciones, rotondas y plazas como hemos tenido que sufrir en los pasados cuatro años.

Sin embargo, si hay algo que debe apasionar a los ciudadanos es la política municipal, que les es la más cercana, la que determinará el cuidado urbanístico o el salvajismo en la construcción; el respeto al medio ambiente o lo que hay ahora; el cuidado por la ciudad humana o más bien todo lo contrario. Pero el país alegre y confiado, ese que sale en las teles tomando cañas mientras improvisa una charanga, parece que no se siente concernido por nada de esto. A ver si enterramos la sardina de una puñetera vez.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios