La ministra de Sanidad y Consumo ha perdido una batalla, pero Elena Salgado no da por perdida la "guerra del vino". Ha tenido que retirar el proyecto de Ley ante las presiones del sector cosechero, de los asentadores, de la presidencia de Castilla La Mancha gobernado por los socialistas, de otras comunidades autónomas en manos del PP, de los sindicatos agrarios, de algunos departamentos del Ministerio de Agricultura y, también -y sobre todo- de las encuestas que maneja Pepe Blanco en la calla Ferraz de Madrid. Eran muchas cuerdas para un violín que en esta ocasión, además, no ha encontrado el respaldo debido en el director de la orquesta.
Las cartas de navegación del presidente del Gobierno también están llenas de anotaciones procedentes de los sondeos de opinión. "Presidente: si la ministra Salgado sigue adelante con la "Ley del vino", perdemos las municipales" -le han debido decir a Zapatero-. Y Zapatero no es Príamo en presencia de Casandra. Salgado tiene razón al querer llevar a la ley la preocupación que despierta entre los profesionales de la medicina el consumo descontrolado de alcohol por parte de los jóvenes. A los catorce, quince años -por muy desarrollado que esté un adolescente- sigue siendo un peligro la ingesta de alcohol. El peligro son los "botellones", las mezclas salvajes de bebidas destiladas con las que no lo son y la iniciación en un ritual que puede conducir al desastre.
Salgado defiende una buena causa pero no ha encontrado las palabras exactas para que su proyecto no fuera pasto de la demagogia y los intereses políticos partidistas. Incluso desde las filas del PSOE. Tengo para mí que si después de las elecciones sigue en el Gobierno, volverá a intentarlo. Ha perdido una batalla, pero no da por perdida la "guerra del vino".