En los últimos años, tres gobiernos ideológicamente afines, los de Argentina, Ecuador y Venezuela, han intervenido en los mercados a través de políticas de control de precios. El primero fue el venezolano, que en 2003 congeló los precios de los alimentos básicos para, supuestamente, combatir la inflación y la especulación, y más tarde extendió esa medida a otros bienes y servicios.
Lo cierto es que, lejos de cumplir con su objetivo, pues la inflación en Venezuela (cercana al 30 por ciento anual en abril) continúa siendo la más alta de la región, esta política generó graves problemas de escasez. Al parecer, las autoridades venezolanas no saben que los controles de precios desincentivan la producción, lo que deriva en escasez, que, a su vez, fomenta la aparición de mercados negros donde los bienes escasos se venden a precios mayores.
En Argentina, con argumentos similares, el gobierno kichnerista aplicó regulaciones de precios para la carne, componente principal de la dieta de los argentinos.
Obviamente, esta política ha generado una disminución en la oferta de carne, e incluso algunos expertos han estimado que para el año 2011 Argentina, tradicional productor y exportador de carne, va a tener que empezar a importar este producto.
En Ecuador una política similar se aplicó en el sistema financiero. A partir de diciembre de 2007, el Directorio del Banco Central empezó a establecer, sin un criterio técnico que las sustente, las tasas máximas para los diferentes segmentos de crédito.
Según un estudio del Instituto de Economía de la Universidad San Francisco, los techos a las tasas de interés podrían haber provocado una desaceleración o disminución del volumen de crédito en los segmentos con montos más pequeños y riesgos más elevados, es decir, microcrédito y consumo minorista.
Se habría afectado, por tanto, a las personas de estratos bajos y a las empresas más pequeñas, que son las aplican a este tipo de préstamos. Estos tres ejemplos demuestran los malos resultados de políticas guiadas por la ideología y no por el sentido común.
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