El ALBA se adentra por la ruta del sucre como divisa de intercambio comercial
Según señalaba The Economist de fecha 11 de julio 2009, el 65% de las reservas mundiales de divisas se encuentran denominadas en dólares con apenas 26% en euros. El predominio del dólar se remonta a los acuerdos de Bretton Woods y respondió a la necesidad de evitar la hiperinflación resultante de la falta de confianza en el papel moneda, que predominó en los años de entre guerras. A una tasa fija de cambio de 35 dólares por una onza de oro, la divisa norteamericana resultaba inexpugnablemente segura. A pesar de que desde tiempos de Nixon el dólar entró en flotación, el billete verde siguió campeando ante la inexistencia de opciones. Aunque la aparición del euro hizo suponer que las cosas cambiarían, éste nunca se transformó en un competidor efectivo.
No obstante su brillante carrera, la intención de huir del dólar se evidencia por doquier. China, apoyada por el resto de las llamadas economías BRIC (Brasil, Rusia e India), propone reemplazar al dólar por los Derechos Especiales de Giro (DEG). Creados por el FMI en 1969, éstos representan una reserva global compuesta por una canasta promedio del dólar, el euro, la libra y el yen. Aunque en la actualidad los DEG representan apenas el 1% de las reservas totales en divisas, se buscaría hacer subir sustancialmente ese porcentaje. A la vez, China ha acordado con Rusia, Argentina, Hong Kong, Bielorrusia, Malasia y Corea del Sur, expandir el uso de sus respectivas monedas en el comercio bilateral. La OPEP busca hace ya tiempo sustituir sus ventas en dólares por una canasta de divisas, mientras que el ALBA se adentra por la ruta del sucre como divisa de intercambio comercial.
La razón de esta huida se sustenta en un temor concreto. En palabras de David Levey y Stuart Brown: "Una súbita falta de disposición por parte de los inversores extranjeros de continuar añadiendo activos en dólares, a su ya larga cuenta de activos en esa denominación, desencadenaría un pánico que lanzaría por la estratosfera las tasas de interés y haría caer en una grave crisis a la economía estadounidense, arrastrando consigo al resto del mundo" ("The Overstretch Myth", Foreign Affairs, marzo-abril 2005). A pesar del carácter de profecía autocumplida que lo anterior pareciera implicar, el riesgo de que ello ocurra parece muy real en momentos en que Estados Unidos imprime frenéticamente dólares para hacer frente a su crisis financiera. En otras palabras, habría que deshacerse de la papa caliente antes de que resulte demasiado tarde.
Según Charles Morris, para finales de 2006 se contabilizaban cinco billones (millones de millones) de dólares en reservas internacionales, con China sola poseyendo 1.2 billones (The Two Trillion Dollar Meldown, New York, 2008). ¿Qué pueden esperar los poseedores de esos dólares cuando de acuerdo a The Economist del 13 de junio 2009, el déficit fiscal estadounidense se cuadruplicará este año para llegar a 1,85 billones de dólares, estimándose que alcance un estimado de 19 billones de dólares para 2019? ¿Y qué decir del pasivo externo neto de Estados Unidos que según Niall Ferguson ha alcanzado alrededor del 25 por ciento de su PIB ("Sinking Globalization", Foreign Affairs, marzo- abril, 2005)?
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