Un año después
miércoles 19 de agosto de 2009, 17:36h
Como suele ocurrir con los grandes sucesos todo el mundo recuerdo donde e incluso con quien estaba el día que se enteró de que un avión de Spanair se estrelló en Barajas. Hace un año. Hace ya un año ese avión cambió para siempre las vidas de todos los que estaban dentro, vivieran o murieran, pero cambió también para siempre las vidas de los familiares, amigos o conocidos que no viajaban en el aparato, pero que tenían un pedazo de su corazoncito en él.
Hace ya un año aquel avión nos despertó a todos de una de esas profundas siestas de agosto y dejó para siempre un reguero de nombres y personas que hoy, doce meses después, recordamos todos los madrileños.
No debe ser fácil volver a tomar un avión. Ni desde luego debe ser sencillo levantarse cada día si se es uno de los supervivientes. La delgada línea roja entre vivir o morir aquel día la marcó más el azar que la ubicación de los asientos. En manos de los supervivientes y sobre todo en mano de las autoridades está intentar evitar que esta catástrofe se vuelva a repetir. Será una investigación y un tribunal el que tenga que decidir si algo se hizo mal o si algo se podría haber hecho mejor. Poco consuelo es para cualquiera que haya perdido a alguien en aquel vuelo, pero al menos servirá de bálsamo ciudadano para los miles de pasajeros que a diario se suben a un aeroplano. Si se tiene que caer un avión al menos que no lo haga por la misma razón por la que se cayó el aparato de Spanair.
Madrid está hecha de retales de golpes como este. De golpes en los riñones, que parecen puñetazos de esos que quitan la respiración. Sabemos como pocos como se las gastan los terroristas – tanto los de ETA como los del 11M – y hasta hemos desarrollado cierto callo a la hora de enfrentarnos ante estos sucesos. Pero la contingencia de un suceso al que nadie le podrá quitar nunca el sello de “podría no haber sucedido” parece que duele más.
Ha pasado un año. Ha pasado ya un año. Y Madrid sigue con sus sueños y sus dolores. Pero aquella tarde de siesta que dejó de serlo en medio minuto, ya se ha quedado para siempre en la memoria de todos.