El último jueves el presidente Correa viajó a Cuba. En la página oficial de la Presidencia se dice que “no se trata de un viaje de turismo, ni de vacaciones, sino de una visita por invitación del gobierno cubano, para efectuarse una revisión médica”. El motivo del viaje es lo de menos (aunque la invitación de los Castro ya es reveladora). Lo importante es que el Presidente aproveche su estancia en la isla, cuyo modelo de gobierno parece admirar, para conocer a fondo su situación. Ojalá encuentre tiempo para visitar algo más que los lugares turísticos o, mejor aún, para relacionarse con gente que no pertenezca al círculo del Partido Comunista.
Ahora que el propio presidente Correa ha propuesto fortalecer los “comités de defensa de la revolución” inspirados en el modelo castrista, sería bueno que conozca la cara oculta de la revolución cubana, que ha cumplido 50 años (es decir, ha tenido tiempo suficiente para hacer de Cuba el paraíso socialista que prometió).
Tal vez, en algún momento que tenga libre, el Presidente podría salir a la calle y percatarse de la abundancia de mercados negros, a los que la gente se ve obligada a acudir como consecuencia de las prohibiciones propias de un modelo que centraliza todo en el Estado. Quizás, ocultando su identidad, podría tratar de conversar con algún preso de conciencia o con una de las tantas personas que arriesgan su vida con tal de escapar de un régimen que coarta las libertades individuales.
Lamentablemente, a su regreso el presidente Correa nos hablará únicamente de las bondades de Cuba, del buen sistema de salud o del elevado nivel de educación de su gente. Sí, no todo es malo en Cuba. Infundir miedo no basta para mantenerse en el poder durante medio siglo. Pero sería bueno que el presidente Correa, siendo sincero consigo mismo y poniéndose en la posición de un ciudadano común, no de quienes lo ven todo desde arriba, se pregunte si Cuba (o la Venezuela de Chávez) es lo que quiere que el Ecuador llegue a ser. Si es así, por favor avísenos para ir preparando maletas.
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