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Núñez Feijoo está y se le espera

Núñez Feijoo está y se le espera

lunes 31 de agosto de 2009, 22:42h

Inevitablemente afectado el valenciano Camps más por las formas que por el fondo de los flecos de las investigaciones del llamado caso Gürtel, parece lógico que el triunfal y flamante presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijoo, político de reconocida honradez personal y que tiene la más estrecha amistad y confianza personal de Mariano Rajoy, aparezca ahora en todas las quinielas como auténtico 'número dos' del partido. Al fin y al cabo, fue con el éxito de Núñez Feijoo en las elecciones gallegas que los observadores empezaron a ver contra las cuerdas al hasta ese momento arrogante presidente Rodríguez Zapatero. De alguna manera, marcó el punto de inflexión en la opinión pública y por si fuera poco, el talante moderado, simpático e intensamente democrático de Núñez Feijoo y sus convicciones liberales son la mejor garantía contra los reiterados intentos de la dirección socialista de lanzar sombras sobre el compromiso democrático del partido de la derecha. Además, en Galicia el PP es una piña y resulta imposible encontrar un solo dirigente gallego del partido que no cierre filas con Núñez Feijoo.

Coherente con este nuevo espíritu, empiezan a producirse signos y síntomas de que el PP encarrila la tarea de oposición empezando a combinar moderación, firmeza y espíritu innovador con un visible propósito de no dejarse atar las manos ni amordazar, respecto a la escandalosa ausencia de gestión de la crisis económica por parte del Gobierno, por la intensa campaña de propaganda activada por el Gobierno y por el PSOE sobre corrupciones en las Comunidades con más mayoritario voto del PP, especialmente Madrid y Valencia. Es evidente que, ante la opinión pública y por el imperio de los hechos, el 'caso Gürtel' se desinfla y cobra cada día perfiles más borrosos y espacios más reducidos. Disparates como el escandaloso anuncio de posibles subidas de impuestos, más los signos de que el Gobierno reacciona por impulsos, además descoordinados, ante las incidencias y novedades de la crisis económica, se unen al enfado de las nacionalidades históricas por la evidencia de que el Gobierno también carece de ideas claras respecto a la política autonómica.

A estas alturas, ya nadie serio duda que la ausencia de una política económica digna de tal nombre nos conduce a un 'otoño caliente', con posibles nuevos sobresaltos que agudicen el ya más que razonable enfado de la opinión pública por la frivolidad y el juego de contradicciones y desmentidos con que el Gobierno se ha lanzado a la insensata piscina de una subida de impuestos que nada serviría para luchar contra esta crisis en cuyo fondo seguimos escarbando y que es un auténtico desafío a la racionalidad económica y una amenaza letal para la economía productiva. Este fin de semana, en torno a la subida de impuestos, Rajoy le ganó sin duda la mano a un Alonso desorientado en su papel de portavoz socialista. “Vamos a tener que pagar todos los españoles los errores y las gracietas de Rodríguez Zapatero”, ha dicho Rajoy en Galicia, con visible y muy generalizada aquiescencia incluso de sectores nada afines al partido de la derecha, en un país razonablemente escandalizado por el tremendo agujero en las cuentas públicas. Frente a eso, la inverosímil salida de tono del funcionario Alonso de decir, quizá mirando a su propio pecunio, que a Rajoy no le importa que el Estado pueda cumplir eficazmente sus funciones, es, por decirlo con suavidad, de aurora boreal.

El PP ha anunciado que se va a emplear a fondo contra esa insensatez de la subida de impuestos, pero la principal reacción, y pronto empezará a verse, va a venir de la economía real, en forma de rebelión activa de los actores afectados, que por cierto somos todos, desde empresarios, profesionales, trabajadores y nosotros, los simples ciudadanos, con especial dureza para las amplias clases medias que a veces parece incluso que son objeto deliberado de persecución por parte de los responsables económicos del Gobierno. 

Lo cierto es que, en el PP, Mariano Rajoy y los dirigentes de su confianza, que encabeza el gallego Núñez Feijoo, se han marcado sin lugar a dudas el objetivo de 2011 como el “año del cambio” y la decisión de que ese cambio se haga visible en las próximas elecciones autonómicas y municipales, por lo que ya desde este mismo otoño empezarán a confirmarse y consolidarse los candidatos. En las pautas sugeridas por Núñez Feijoo y absolutamente respaldadas por Rajoy, no se trata sólo de ganar en las Comunidades y Ayuntamientos más favorables, con alguna guinda de peso propagandístico, como el nada imposible triunfo de Dolores de Cospedal en una Comunidad tan emblemática para el PSOE como Castilla La Mancha, sino también de hacer visible una nueva posición en la que los nacionalismos moderados sean interlocutores y aliados naturales del PP y cooperadores en una estrategia ampliamente consensuada para la salida de la crisis económica y el posterior planteamiento de optimizar la recuperación.
 
Porque esta última es la gran cuestión en que el PP se juega todo. El rechazo de la opinión pública hacia la política descoordinada y despilfarradora del Gobierno es ya muy visible, pero el PP no rentabilizará esa opinión pública si no es capaz de demostrar a los ciudadanos, primero, capacidad de aglutinar un amplio consenso político en torno a un programa económico, y en segundo lugar, pero aún más importante, desplegar ese programa alternativo con un diseño amplio, moderno y que se entiende como viable y esperanzador por los actores de la economía real y la ciudadanía en su conjunto. 

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