Se disuelve el espejismo de suave mejoría y volvemos a la cruda realidad de una crisis que, lejos de haber pasado, nos reserva aún graves sufrimientos y acentuará pronto, en nuestro país, la muy legítima indignación de la ciudadanía ante la ya dramática ausencia de decisiones coherentes para afrontarla, al tiempo que se hacen todo tipo de juegos de números para esconder o dulcificar la realidad, que aleja notoriamente las perspectivas de recuperación.
Véase el énfasis puesto en subrayar que este mes de agosto ha subido menos que en agosto del año pasado. Y es cierto, pero en primer lugar el hecho es que ha subido, rompiendo la tendencia de los últimos meses, y no cualquier
.png)
cosa, sino un poquito menos que el año pasado pero más que cualquier otro agosto desde hace la friolera de 12 años.
Que les cuenten lo de la mejoría a los más de 3,6 millones de personas en las listas del paro y a las casi cien mil que se incorporaron a ellas este mes de agosto. Con el crecimiento interanual del paro por encima del 43% no estamos precisamente para celebraciones.
Pero con ser muy grave por razones humanas, la evidencia de que el Gobierno carece de iniciativa frente a la dramática situación del desempleo, no es ni mucho menos lo peor del momento, porque donde salta a la vista el terrible fruto de la demagogia y de la ausencia de verdadera política económica es en la pérdida de control del déficit presupuestario, que para el conjunto de las Administraciones con toda probabilidad superará el 12%, o incluso uno o dos puntos porcentuales más, al término del presente año, no sólo ni principalmente por el aumento del gasto en prestaciones por desempleo, sino sobre todo porque subsiste y se acentúa la caída del consumo y por tanto la capacidad de recaudación.
El endeudamiento del Estado supera ya, de lejos, el increíble listón de los 400 mil millones de euros y se encamina, imparable, hacia el estremecedor nivel de los 500 mil millones. Quedaremos por tanto fuera, y muy fuera, de todos los márgenes permitidos por la UE, confirmando así, para la economía española, y sólo –hay que repetirlo– por la dramática ausencia de política económica, la tenaz demagogia y la obsesión intervencionista del actual Gobierno, la indeseable condición de
“enfermo de Europa”.
¿Quién puede creerse, a estas alturas, que podremos situar el déficit público en 2012 por debajo del 3% del PIB, como el Gobierno ha comprometido con Bruselas, cuando el Estado, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos parecen enzarzados en una rara competición para gastar mucho más de lo que ingresan.
¿Qué tienen que decir a esto, por ejemplo, un político tan sensato y competente en términos económicos con el catalán
Durán i Lleida, portavoz parlamentario de CiU, o un profesor tan serio, riguroso y preparado en política económica como
Cristóbal Montoro, portavoz económico del PP? ¿Para cuándo sentarse, en convocatoria abierta a todos los demás grupos parlamentarios, con los dirigentes empresariales y financieros del país, a fin de consensuar un programa alternativo que detenga este indolente camino hacia el despeñadero? Empresarios, autónomos y trabajadores, toda la ciudadanía en suma, tienen derecho a menos palabrería, menos demagogia y más respuestas.