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¿Estamos locos o qué?

La columna de G. Lendoiro: 'Las mujeres que leen son peligrosas'

La columna de G. Lendoiro: "Las mujeres que leen son peligrosas"

viernes 11 de diciembre de 2009, 13:58h
Hasta no hace mucho tiempo una mujer que pensaba y expresaba sus ideas era una mujer peligrosa. Ahora, incluso en algunos sectores también se piensa de manera soterrada esto. Llevo a rajatabla el pensamiento de que leer es una de las mejores armas de las que un hombre o mujer puede disponer para defender su libertad, su integridad y lo más sagrado: su libertad de pensamiento, único derecho que no nos puede ser jamás arrebatado.

Me gusta regalar a los hijos de mis amigos o sobrinos libros desde que empiezan a gatear. Leer es un ejercicio que se aprende desde el principio, es una costumbre que se inicia normalmente por imitación y que si te atrapa nunca te deja ni te abandona. Es el refugio sagrado dónde siempre encuentras consuelo, dónde desaparecen los fantasmas y dónde la vida cobra una dimensión más plácida. Quién lo hace, lo sabe. Leer te enseña pero también te trasporta a otros mundos, te evade, te pone feliz si estabas triste, te da esperanzas si estabas desolada, te hace compañía si te encuentras solo. Quien se entretiene leyendo jamás está solo. Quien tiene en su casa una biblioteca tiene un tesoro de valor incalculable. Inculcarle a un niño el amor hacia leer es darle el mejor regalo de su vida porque nunca se le gastará, nunca dejará de gustarle y siempre le servirá para todo: para su felicidad, su sabiduría y sus horas de ocio.

La editorial Anagrama, siempre dispuesta a llenar nuestras estanterías de libros que con los años se convierten en joyas ha tenido a bien sacar estos días a la luz La conspiración de las lectoras, de José Antonio Marina y María Teresa Rodríguez de Castro, dentro de la colección biblioteca de la memoria. Este libro hace un certero homenaje a unas mujeres que vivieron no hace mucho en nuestro país y que hicieron por nosotras, las féminas, más de lo que imaginamos. Desafortunadamente la guerra civil truncó aquello y muchas más cosas pero este libro nos recuerda quiénes fueron y qué hicieron.

Todas ellas estuvieron de acuerdo en un único aspecto: pensaron que las fracturas provocadas por las ideologías políticas y religiosas podían superarse mediante la educación. La historia de su fracaso es conmovedora e instructiva. Porque fracasaron, pero no porque no sus ideas no fueran buenas, sino porque estalló la guerra civil. Comenzaron en 1926 y hasta el estallido de la contienda tuvieron tiempo para dar su particular guerra. Allí estuvieron, por ejemplo, María Teresa León, Victoria Kent, Clara Campoamor (gracias a ella llegó el voto femenino), María Lejárraga, Carmen Baroja, Zenobia Campubrí, Concha Menéndez, Maruja Mallo, Ernestina de Champurcin.

El testimonio de estas mujeres es verdaderamente ilustrativo de cómo la cultura y el saber pueden mover muchas más iniciativas que las que se derivan de la fuerza y las imposiciones.

Puede que esté equivocada, el tiempo me lo dirá y cuando sea viejecita pensaré si tenía o no razón, pero hoy por hoy y desde hace años estoy convencida de que una mujer que lee, que estudia, que compara, que reflexiona, que se preocupa por conocer el pasado para entender el futuro, posee la mejor de las armas para defenderse ante cualquier adversidad que se le ponga en el camino. Y no debo de andar muy desencaminada cuando todavía hay mucho descerebrado que tiene muy aprehendido (con hache) que las mujeres que leen son peligrosas.

Empiezo mis recomendaciones para estas navidades: Cómprense este libro y léanlo, si es posible, delante de la chimenea y acompañando su lectura con un buen Ribera del Duero, por ejemplo, Avenencia (gran descubrimiento este vino)

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