El presidente de la República ha anunciado que, para mediados de febrero, se espera el fin de los racionamientos de energía. Se hallan, pues, por ponerse a punto a marchas forzadas las plantas termoeléctricas y el aprovisionamiento por la compra de energía a Colombia y el Perú, es decir, se completará aquello que las autoridades del sector debieron hacer meses atrás, con lo cual se hubiese evitado a los ecuatorianos el enorme perjuicio de los apagones.
Más aún, los gastos de esas indispensables acciones hubiesen sido sin duda menores a los que ha tenido la emergencia eléctrica; medidas preventivas como el mantenimiento de plantas o adquisición de nuevos generadores debieron haberse adoptado tanto más cuanto es conocida la recurrencia cíclica de los estiajes y los efectos que acarrean sobre la generación hidroeléctrica en la central de Paute.
Es conocido también que hacia finales de febrero termina el estiaje y regresa la etapa de lluvias a la cuencas del Paute para asegurar el fin de los apagones.
La deplorable experiencia deberá servir para que no se vuelva a maltratar con los racionamientos de energía a los ecuatorianos y se afecte al aparato productivo y a todas las actividades.
Resulta indispensable mantener en buen estado las plantas termoeléctricas que puedan compensar cualquier déficit de generación hidroeléctrica.
Ciertamente, en lo inmediato, será un alivio contar con la represa de Mazar, que debió completarse años atrás. Pero el proyecto hidroeléctrico de más envergadura, el Coca-Codo-Sinclair, para el cual se acaba de formar un acuerdo previo de entendimiento para un crédito de la China, todavía deberá esperar algunos años.
Todo ello ratifica la necesidad de tomar las diligentes previsiones para que el país no dependa solo del comportamiento de la naturaleza con lluvias o estiajes para asegurar la provisión de energía eléctrica.