Una parte sustantiva de los depósitos bancarios en España tiene un saldo inferior a 100.000 euros, la nada desdeñable cantidad de 16 millones de las antiguas pesetas. Las cuentas con este tope están garantizadas por el Fondo de Garantía de Depósitos, lo que quiere decir que en la práctica gozan de una cuasigarantía del Estado, pudiendo asimilarse en términos de riesgo con deuda del Estado que, para plazos similares, cotiza por debajo del 1% a través de las llamadas letras del Tesoro.
No hace falta ser muy avispado para constatar mediante este dato que la

banca está haciendo competencia desleal al Estado, es decir, a la financiación del déficit público de todos los españoles, ya que ofrece un producto de riesgo parecido (rating AAA) con rentabilidades que triplican lo que correspondería a dicha garantía. ¿Para qué comprar letras peor remuneradas que un depósito cuando éste tiene similar garantía?, podría preguntarse cualquier ahorrador. La consecuencia de ello es un encarecimiento y una mayor dificultad de colocación de las letras del Tesoro, con el consiguiente efecto en el bolsillo de todos los ciudadanos que, solidariamente, responden fiscalmente del cumplimiento de dichas obligaciones.
¿Por qué se toleran entonces los depósitos que reciben esta garantía y tienen una remuneración superior a la del riesgo del Estado para ese mismo plazo? ¿Tiene esto algo que ver con que la gran banca se haga con el control del sector, tras llevarse por delante a las cajas de ahorros, con el visto bueno del Banco de España? Hay quienes piensan que sí, ya que aprovechando la situación de tipos de interés bajos se está debilitando el margen de las entidades de crédito, con el objetivo por parte de las más fuertes de forzar a una situación difícil a las menos fuertes, reduciendo así su principal y básico rendimiento recurrente. La libre competencia permite eso y mucho más entre fuertes y débiles pero, en el caso que nos ocupa, hay un detalle que nos afecta a todos: esta situación la estamos financiando los contribuyentes por una doble vía. Por un lado, sufriendo la competencia desleal hacia las letras del Tesoro, y por otro, por la necesidad de saneamiento --vía FROB-- de algunas entidades que, debido a este dumping bancario, ven peligrar su viabilidad. En definitiva, una situación que algunas cajas de ahorros y algunos bancos medianos conocen de cerca, mientras la gran banca impone su peso casi sin que nadie se entere.