lunes 19 de abril de 2010, 17:07h
El Gobierno se esmera en hacer creer que nuestro país es democrático porque ha ganado elecciones en las urnas y porque recibe respaldos, organizados desde el Régimen en forma tumultuaria, y luego... no importa lo que haga.
Pero eso no es suficiente para que un país sea democrático. No basta con elecciones populares, cuyos resultados en múltiples oportunidades dependen de la capacidad de persuasión de los candidatos, o de sus habilidades teatrales, o de los recursos o dinero del que dispongan para llegar a los electores, o de la posibilidad de engañarlos con promesas fáciles y demagógicas.
Para que un país sea considerado democrático es necesario que tenga plena vigencia el Estado de Derecho y, por eso, que todos, gobernantes y gobernados, se sometan, acaten y respeten la Constitución y las leyes que establecen derechos, libertades, garantías, deberes, obligaciones, atribuciones, facultades, prohibiciones y responsabilidades. Además, una característica esencial de un sistema democrático es lo que viejas teorías sobre la estructura del Estado llaman la división y equilibrio de los "tres poderes". La ciencia política contemporánea hace una precisión al respecto, y señala que el "poder" del Estado es uno solo, que se ejerce a través de tres "funciones": la Legislativa, conformada por el Congreso Nacional; la función Ejecutiva, cuya autoridad superior es el presidente de la República, y la función Judicial, cuyo órgano máximo es la Corte Nacional de Justicia. La actual Constitución de Montecristi aumenta dos más: el llamado "poder electoral" y el "poder ciudadano". Parte fundamental de la democracia es la independencia que debe haber entre tales funciones, para que ninguna de ellas interfiera en las decisiones que correspondan a las otras, tanto en el cumplimiento de sus atribuciones, cuanto en la administración de sus recursos o en la designación de sus miembros. Es increíble la evidencia de la concentración de "poderes" por parte del presidente Correa, cuando él emite públicamente comentarios y conclusiones sobre asuntos que están sometidos a trámite y resolución de otras funciones del Estado, y luego estas, "por coincidencia", deciden exactamente como S.M. declaró en forma pública y anticipada que así debía hacerse. Y lo hacen sin sonrojarse siquiera. El sistema político que los ecuatorianos siempre hemos exigido es aquel en que todos podamos vivir y participar en un Régimen de paz, de solidaridad y de libertad. Sin que se nos impida el derecho a trabajar, a sentir, a pensar, y a expresar lo que pensamos dentro de la ley y sin que nadie, nadie, se atreva a violarla, porque entonces estaríamos viviendo como ahora sin democracia.
valvarez@hoy.com.ec