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Los tres vicepresidentes

Los tres vicepresidentes

miércoles 26 de mayo de 2010, 19:07h

Confieso mi debilidad por las dos vicepresidentas; más por la primera, que ha sido la arquitecta de la coordinación del Gobierno, que por la segunda, cuyo carácter no da precisamente como para ser la sonrisa de la coyuntura, aunque es persona seria y fiable. Del vicepresidente tercero, Manuel Chaves, puedo acreditar, hasta donde se me alcanza, su honestidad; pero ha pasado demasiado tiempo en el coche oficial, y eso deja sus huellas. Además, se ha refugiado en Madrid, huyendo de la ‘quema’ andaluza, lo que tampoco olvida pasar sus facturas. 

Quiero decir que la urgente –urgente, sí, señor Zapatero— remodelación del Gobierno debe pasar, hasta donde se me alcanza, por sus tres primeros espadas teóricos, es decir, los vicepresidentes. La sintonía entre las dos primeras es mala y el funcionamiento del equipo económico, claramente mejorable. Me parece que doña Elena Salgado debería abandonar sus actuales funciones, tal vez para ir a otras áreas ministeriales donde su talento estuviese mejor aprovechado. De María Teresa Fernández de la Vega creo que sigue siendo inamovible: su talante, su actividad, su condición, atípìca, de político-orquesta que está a todas las jugadas hace su permanencia necesaria. El declive de todos los presidentes que hasta ahora han sido ha comenzado cuando prescindieron de su ‘número dos’: Suárez con Abril, González con Guerra, Aznar con Rato...Dudo, así, de que Zapatero, que al menos aprende de la Historia, se atreva a dejar marcha a Fernández de la Vega, por mucho que su entendimiento con ella no sea ahora tan bueno como fue.

De Chaves ya he sugerido que desconozco qué diablos pinta en el Gobierno. Esa vicepresidencia tercera, creada por motivos extraños al mero buen funcionamiento del Gabinete, podría perfectamente suprimirse, lo mismo que otras cuatro carteras: Cultura, Vivienda, Igualdad y Ciencia y Tecnología. Seguramente, con ello no se ahorraría mucho dinero –es la actual obsesión, aunque mucho más gasto se eliminaría suprimiendo tantas asesorías, gabinetes, comunicólogos, jefes de protocolo, coches oficiales y oficiosos y viajes gratis total--, pero serviría, al menos, de ejemplo. No es baladí que políticos con tanto olfato como Barreda, Esperanza Aguirre o –ya rezagado, pero siempre oportuno y oportunista—Ruiz Gallardón, se hayan apresurado a anunciar recortes de gastos; porque resulta que antes lo que daba votos era la inversión y ahora, por el contrario, es el ahorro.

Zapatero sigue, hasta donde se me alcanza, resistiéndose a recortar su equipo. Advierto, empero, que no le quedará otro remedio que hacerlo, y además a corto plazo. Este hombre no aprende aquello de las barbas del vecino. Llegará un momento en el que lo que la opinión pública pida sea el recorte de sus propias barbas, las del presidente digo, y no las de sus adláteres. Y entonces, ¿qué?



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