miércoles 09 de mayo de 2007, 18:11h
Tengo 29 años y una hija que está por cumplir los 7. Cuando apenas no llegaba a su primer año de vida mi relación con su papá se quebró y tuve que asumir no sólo la maternidad de mi pequeña sino que también hacerme cargo de los aspectos paternos.
En Chile son miles las mujeres que cumplen el rol de madre, padre y además trabajan porque muchas veces los padres desisten de la idea de formar una familia y se emprenden un proyecto que no involucra hijos y somos nosotras las que debemos asumir la responsabilidad de criarlos, educarlos, mantenerlos y darle cariño.
Para nosotras las mujeres, la posibilidad de dejar a los hijos es impensable. Quizás nuestro instinto maternal, el hecho de tener a los retoños en nuestro vientre por más de 6 mil horas ininterrumpidas, de sentir cómo crece, cómo patea y luego cómo sale de nuestro cuerpo para convertirse en un ser que, aunque en un principio es dependiente de nosotras, a medida que va creciendo se va convirtiendo en un ser autónomo, hacen inviable la separación.
La verdad es que no quiero ser machista ni ocupar este espacio de opinión para decir que los hombres son unos irresponsables o que, lisa y llanamente, no sirven para nada; por el contrario, creo que hay hombres y padres maravillosos que día a día luchan por sacar a su familia adelante e incluso hay algunos que deciden criar solos a sus hijos cuando la madre, por razones que nunca he entendido, deciden dejarlos.
Cuando mi hija Florencia nació, yo estaba por cumplir los 23. No puedo negar que estaba muy asustada y que dentro de mis planes a mediano plazo ella no figuraba, pero cuando supe que estaba embarazada una ilusión inconmensurable se apoderó de mí. La verdad que al principio no dimensioné la cantidad de cosas que hay que evaluar al momento de tener un bebé, pero nueve meses más tarde mi vida cambió de tal manera que todo se resume en un antes y un después.
El próximo domingo en Chile, y me imagino que en el resto del mundo, se celebra un nuevo Día de la Madre. Toda la publicidad, las ofertas de las grandes tiendas, los especiales de revistas, suplementos y periódicos han enfocado sus esfuerzos para realizar los mejores reportajes, invitaciones y panoramas para el día que se acerca, pero sin lugar a dudas todas las mujeres que somos madres, más que un panorama lleno de regalos, esperamos el agradecimiento por el esfuerzo que día a día hacemos por los más chicos de la casa. Un beso, un abrazo o un cariño son absolutamente suficientes.
Pero hay una gran interrogante que siempre ha deambulado en mi cabeza. ¿Aquellas madres que no hemos tenido ni tenemos un marido que de una u otra forma supla la ausencia del padre hacen que nuestros hijos sean distintos a aquellos que se han formado en una “familia bien constituida?
Si a esa pregunta le sumamos el dato de que para pagar el arriendo del departamento, la niñera, las cuentas, el vestuario, la educación, entre otro montón de cosas, debemos trabajar…
Comparo a Florencia con el resto de las niñas y niños de su edad que han crecido al lado de un padre y me percato con orgullo que es una personita íntegra, inteligente, y que se ha criado llena de amor. Cuando decidí dejar mi vida de soltera y asumir las responsabilidades asociadas a la maternidad conseguí un trabajo. Con el correr de los días me di cuenta de lo complicado y extenuante que es ser dueña de casa, mamá y profesional. Es increíble como las grandes empresas, y lo digo porque lo he vivido, a la hora de contratar a un profesional hombre o mujer, eligen al varón porque según los altos ejecutivos, no se ausenta del trabajo por tener que priorizar el cuidado de los niños producto de una enfermedad o accidente. Los hombres tampoco se embarazan (biológicamente) ni están ausentes casi ciento setenta días fuera de la oficina por el pre y post natal.
Insisto, esta no es una crónica machista ni mucho menos, pero por qué entonces las mujeres ganamos en promedio un treinta por ciento menos teniendo las mismas competencias y capacidades que un par del sexo opuesto. Juzgue usted.
Una de mis mejores y grandes amigas precisamente hoy dará a luz a su pequeña Martina. Anoche hablaba con ella y me manifestaba sus ansias y temores con respecto a la maternidad. Me decía impresionada que sería la última noche de su vida durmiendo sola porque desde hoy su bebé la acompañará por siempre.
En la medida que los empresarios contraten trabajadores, ya sea en el ámbito público como privado, y permitan que las mujeres podamos desarrollar nuestro lado profesional de la mano de la maternidad, y en este importantísimo y trascendental proceso nos permitan estar acompañadas de nuestras parejas, lograremos que los vínculos con los hijos y la familia se fortifiquen y que su crecimiento sea en un ambiente de compañía y generosidad. Los hijos son, lejos, el mejor regalo que la vida nos puede dar. Por otro lado, nuestro desarrollo profesional también es importante para el crecimiento personal e individual, pero estoy segura que con la buena voluntad de todas las partes se puede lograr la combinación perfecta entre ser mamá, papá y profesional.
Pamela López de Santa María
Periodista