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Los gallegos anclaron en los puertos rioplatenses.

Los gallegos anclaron en los puertos rioplatenses.

miércoles 01 de septiembre de 2010, 20:38h

 Mi padre desembarcó en Montevideo en 1955. Quien sería capaz de explicarle –era un herrero que en Galicia trabajaba mucho y ganaba poco—que en ese año el país tenía un 18% de su población económicamente activa empleada en la Administración. En 1955 había nada más y nada menos que 168.000 funcionarios públicos, una cifra que era sin duda una marca mundial. Enseguida hay que aclarar diciendo que el acceso a los empleos públicos estaba reservado para los nacionales, no había posibilidad alguna para los extranjeros. Todo esto tan amañado sirvió de componente ideológico en el tango, un espacio cultural donde los hijos de la emigración mostraron su escepticismo.

 Nuestros emigrantes como todos los emigrantes nada sabían de teorías económicas. Desconocían que su nuevo y querido país llamado Uruguay, con pocos años de vida independiente tenía en el año 1900 varios miles de desempleados. Los historiadores Barrán y Nahum, hacen un cálculo sobre la necesidad de mano de obra en las estancias del Uruguay y concluyen que para cuidar 1.000 vacas es suficiente con un hombre, igual que para cuidar 1.200 ovejas. Esto significa que la principal actividad económica exportadora, la cría de ganado, necesita escaso personal. Si pensamos en la agricultura, enseguida vemos que tampoco fue la solución al empleo porque fue una actividad marginal, sin presencia en el mercado internacional. La producción era para el consumo interno y para la subsistencia de los propios agricultores. Hubo emigrantes colonos que por la vía farmer, pusieron sus esfuerzos en la labranza de la tierra con granjas instaladas cerca de Montevideo. Siendo su actividad poco significativa, era muy importante en cifras de empleo porque aún que solamente ocupaba el 5% de la superficie productiva, empleaba al 50% de la población económica activa en el medio rural.

 Los gallegos conocían muy bien el trabajo agrícola de subsistencia y por eso no tenían especial interés en reproducir en América los viejos problemas de la vida aldeana. Cualquiera de nuestros emigrantes tenía un pedacito de tierra en la que labrar. En Montevideo, el crecimiento de la ciudad, con escasa población, demandaba mano de obra especializada (artesanos). La construcción de vías férreas, líneas telegráficas, los servicios de infraestructura urbana, los servicios financieros (bancos) fueron todas inversiones de capital inglés. La mano de obra para todo fue proporcionada por la emigración europea. El 18 de noviembre de 1889 se hizo un censo de población y el 25 de enero de 1890 un censo de carácter económico. El censo del año 1908 tuvo carácter demográfico y económico. La mayoría de la población económicamente activa era extranjera --68,5%-- y los que trabajaban como dependientes en el comercio o la industria eran exactamente 61.408 personas. Aparecían como propietarios 9.000 personas, los funcionarios públicos eran 4.000 y 1.000 eran los profesionales.

"El hijo del pueblo tiene su club, su tertulia, en el almacén de la esquina. Allí se agitan todas las grandes pasiones del pequeño mundo y estallan esas conversaciones luminosas, matizadas de frases raras, en que se mezclan giros lombardos con inflexiones gallegas y suavidades napolitanas con asperezas catalanas, saltando también la nota cómica de algún moreno, que generalmente es el payaso bozal de la compañía"
        Máximo Torres (1895)

 Creo está demás decir que nuestros emigrantes no atravesaron el mar para trabajar por la comida. En 1905, en el diario "El Día", el entonces presidente José Batlle y Ordóñez, hondamente preocupado porque descendía el ingreso de emigrantes, escribía: "Esa falta de trabajo, esa desproporción entre el crecimiento de la población y el desarrollo de las industrias, es la causa que desvía del país las corrientes inmigratorias…".

 Desde comienzos de siglo en Buenos Aires hubo dos barrios, Montserrat y San Telmo, con fuerte presencia galega. Son barrios en los que la mayoría de los comercios de estos años estaban centrados en ocho calles: Ribadavia (que allí es Rivadavia), Alsina, Moreno, Victoria, Bartolomé Mitre, Perú, Avenida de Mayo y Belgrano. Aquí es donde nace el Centro Gallego que estuvo sucesivamente en las calles Perú, Victoria, Moreno y ahora en la avenida Belgrano. Otras zonas de mucha presencia gallega fueron los barrios de Barracas, Constitución, Parque Patricios y Avellaneda.

 El caso de Avellaneda es muy significativo pues fue un barrio en el que residieron 15.000 gallegos entre los años 1910 y 1915. En Avellaneda en el año 1899 se fundo allí el Centro Gallego y luego en 1909 tuvo lugar la inauguración de la avenida Galicia. En este gran barrio nació en 1902 un hijo de gallegos, Manuel Andrés Meaños, periodista, autor de textos teatrales, de letras de tangos, de guiones para radio y cine. Meaños es el autor de Mi dolor (1931) y De puro guapo (1935), un tema clásico que fue estrenado por Pedro Laurenz en los bailes de carnaval del club Independiente, el equipo de fútbol de los gallegos de Avellaneda. Su creación en colaboración con Juan Velich, ¿Por qué soy reo? fue gravada por Carlos Gardel.

Manuel Suárez Suárez
En la esquina montevideana.

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