Apunten esta fecha porque pasará a la historia. Viernes, 28 de enero de 2011. El escenario, el Palacio de la Moncloa. Dos y cuarto de la tarde, hora a la que estaban convocados los periodistas para la habitual rueda de prensa que se celebra tras la reunión de los Consejos de Ministros. El vicepresidente primero y portavoz del Gobierno,
Alfredo Pérez Rubalcaba, entra en la sala de conferencias acompañado por
Valeriano Gómez, ministro de Trabajo, en cuyo rostro se dibuja una contenida sonrisa de satisfacción a pesar ade haber dormido esa noche escasamente cuatro horas. Pero el ministro tenía un motivo para estar más que contento. Después de varias semanas de ardua negociación con los sindicatos – que mantenían la amenaza de convocatoria de una segunda huelga general -, y los empresarios – que acaban de estrenar ‘patrono’, el catalán
Joan Rosell-, Gómez había logrado apuntarse el primer gran tanto de su corto mandato: cerrar el pacto para la reforma de la pensiones.
Minutos después de tomar asiento junto a Rubalcaba, Valeriano Gómez desgranó en tono didáctico y pausado el acuerdo. Luego, pasó a contestar amablemente todas las preguntas y dudas que los periodistas le platearon. Las hemerotecas guardarán esa rueda de prensa para la historia.
Pero, ¿quién es este desconocido ministro que en los tres meses que lleva en el cargo ha conseguido apaciguar a unos indignados líderes sindicales que poco antes de su toma de posesión habían dado por roto el diálogo social, logrando alcanzar este histórico pacto?
El relevo de Corbacho
Valeriano Gómez llegó al ministerio el 21 de octubre del año pasado para relevar al catalán
Celestino Corbacho en una cartera que, hasta que estalló la crisis, era uno de los mejor ‘premios’ que podía recibir un político. De hecho, casi todos sus antecesores, desde el socialista
Jesús Caldera, a los populares Eduardo Zaplana, y Javier Arenas, consiguieron dejar una imagen de dirigentes dialogantes capaces de alcanzar consensos incluso en etapas de duros recortes.
Cuando Corbacho, como ya se barruntaba, anunció que dejaba el ministerio para concurrir a las elecciones catalanas como número dos en la lista autonómica de José Montilla, el nombre de Valeriano Gómez no figuraba en casi ninguna quiniela para hacerse con el ‘marrón’de más de 4 millones y medio de parados, una reforma laboral aprobada sin consenso, una huelga general recién celebrada – sin demasiado éxito, bien es verdad- y un panorama social que se presentaba más que crispado. El propio Corbacho se despidió del cargo reconociendo que le había tocado una época “que no se la deseo a nadie”. “Se me recordará como el ministro que estuvo en el peor ministerio y en la peor época de los últimos 80 años. He tenido el dolor de estómago por culpa de las cifras del paro cada día”, lamentó Corbacho, que todos los días desayunaba a las ocho y media de la mañana con alguna mala noticia.
El 'amigo' de Caldera
Zapatero barajó varios nombres. Pero al final hizo caso a las recomendaciones de Jesús Caldera, y ganó el de su amigo Valeriano Gómez, con el que el presidente de la Fundación Ideas había compartido durante la primera legislatura varios años en el ministerio de Trabajo, él como titular y Gómez como secretario general de Empleo.
Su nombramiento causó perplejidad, incluso en las filas socialistas. Por dos motivos nada desdeñables, la ‘espantá’ que Gómez dio siendo secretario general de Empleo, que no fue ni bien explicada ni bien entendida, - aunque sus discrepancias con la reforma laboral que se avecinaba ya eran patentes-; y el hecho de que hubiera acudido a la manifestación del 29-S junto a los principales líderes sindicales como señal de rechazo a dicha reforma laboral que acababa de aprobar el Gobierno.
Pero, precisamente, esos ‘defectos’ se convirtieron en ‘virtudes’ y fueron los que más animaron al presidente para decantarse por Gómez. Zapatero pensó que como veterano afilado a UGT, las excelentes relaciones que mantenía con los líderes sindicales podrían relajar las tensiones y ayudar a que la ciudadanía entendiera el discurso político del Gobierno con la reforma de las pensiones. Y puede que no se equivocara.
Un andaluz con fama de "brillante gestor"
Valeriano Gómez Sánchez tiene 53 años. Nació en Arroyo del Ojanco, Jaén, y es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales. Está especializado en Economía del Trabajo por la Universidad Complutense de Madrid.
Cuenta con una amplia experiencia en la administración y en medios sindicales. De hecho, trabajó como economista en el Gabinete Técnico de la Comisión Ejecutiva Confederal de UGT durante varios años. Fue asesor ejecutivo en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social desde 1988 hasta 1994. Su primera gran prueba como ‘gestor’ se le presentó precisamente en mayo de ese último año al sustituir a
Prudencio García, que dimitió como presidente de IGS-PSV, el fracasado proyecto de viviendas sociales de UGT en el que resultaron perjudicadas 20.000 familias. Gómez consiguió resolver ese problema y tras cuatro años de incertidumbre, en 1997 salió bastante airoso del trance con la segregación de las diversas cooperativas y la entrega de las viviendas, aunque con el aumento de la aportación de los cooperativistas, o la devolución de su dinero. Fue su primer ‘tanto’.
Asesor ‘técnico’ de Zapatero
Entre 2000 y 2002 fue miembro de la representación de UGT en el Consejo Económico y Social. También formó parte del Gabinete Técnico del Secretario General del PSOE y presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero desde 2002.
Además, participó junto a Jesús Caldera en la coordinación del programa electoral del PSOE en Economía, Trabajo y Pensiones. Cuando el salmantino fue nombrado ministro de Trabajo, Gómez se hizo cargo la secretaria general de Empleo, cargo que dejó en 2006. En la actualidad es también presidente de la Comisión Financiera de la Fundación Ortega y Gasset.
El nombre de Valeriano Gómez habrá que tenerlo muy en cuenta en el futuro porque acaba de abrirse un importante hueco en el tablero del PSOE en donde el debate sobre la sucesión de Zapatero ha estallado con toda su crudeza.