Crónica de un día muy intenso, como el año pasado
viernes 12 de octubre de 2007, 18:21h
Naturalmente, no era esta la primera jornada de la fiesta nacional que yo cubría informativamente. Ni la primera vez que trataba de combinar la asistencia al desfile militar con la recepción posterior en el Palacio de Oriente. No resulta fácil acudir a ambos, porque transitar por Madrid en el 12 de octubre se ha convertido en tarea sencillamente imposible: el desfile parte la ciudad en dos mitades irreconciliables, se corta el tráfico en la principal arteria –el Paseo de la Castellana—y me consta que son muchos los que prefieren no salir ese día, o, por el contrario, son muchos los que se marchan fuera de la ciudad.
Pero Madrid da para mucho y no son pocos los que se quedan para asistir al desfile y, de paso, tener la oportunidad de silbar o aplaudir a las autoridades. Y este año no iba a ser diferente: Zapatero, que andaba medio oculto tras la tribuna hasta que llegó el Rey, recibió su ración de abucheos, algunos de ellos en momentos tan inoportunos como cuando la ofrenda, junto con el Monarca, a los caídos. No estoy seguro, pero me pareció que este año las protestas no fueron tan fuertes como el pasado, cuando algunos vehículos oficiales recibieron huevos procedentes de la masa.
Por lo demás, el desfile no me mereció demasiada atención: fue uno más, al margen de los nuevos aviones o del paso de las banderas, o del número de soldados que desfilaron. Me pareció mucho más interesante la posterior recepción, más concurrida que otros años, con las ausencias previsibles –ni el PNV, ni los nacionalistas catalanes, ni ERC por supuesto, ni el lehendakari. Ni algún otro presidente autonómico, ni ciertos directores de medios informativos, ni…-- .
Pero, en general, casi todos los ministros, comenzando por el presidente del Gobierno –que hasta organizó’ su corralito con periodistas en una sala aneja-- , los más destacados miembros del PP –también Rajoy organizó su corralito con los periodistas--, representantes de las instituciones y militares, muchos militares, acudieron este año al Palacio de Oriente. Y, por supuesto, la familia real al completo, que fue la última en marcharse tras más de dos horas y media de recepción. Y de estrechar, como hizo el Príncipe, un millar de manos.
Vi a políticos que otras veces no recuerdo que estuviesen, como Alfonso Guerra o Gaspar Llamazares. Ni uno solo de los ex presidentes del Gobierno, que seguramente andaban en cosas más rentables. Hubo, en los corrillos, muchas referencias a la muy fluida actualidad que vivimos. A los ataques a la Corona. A los peligros para la seguridad a cargo de una ETA que parece crecida. A la guerra en el Tribunal Constitucional.
Pero era la fiesta monárquica, nacional, oficial, por antonomasia. Y este año estuvo más atendida que jamás, quién sabe si porque muchos de los asistentes cerraban filas tras unas jornadas muy tensas o porque querían ser vistos en estas vísperas electorales Allí, en todo caso, estaban muchos de los nombres que estos días hacen los titulares, desde la presidenta del Tribunal Constitucional hasta los máximos representantes de la clase política, pasando por algunos de los responsables de los medios informativos que estos días están más de moda por las polémicas que suscitan. La fiesta se repitió un año más, con todo su ritual.