Bueno, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y latinoamericaneados niños y niñas que me leéis, la República de Chile alberga este año la nueva Cumbre Iberoamericana. Una vez más, los más altos mandatarios de las hijas patrias de la Madre Patria, en pie de igualdad, se reúnen para estrechar los tradicionales lazos fraternos, esos que nos igualan (el malvado del Vilariño afirma, él sabrá por qué, que nos divide un idioma común) por la religión la cultura, la lengua y la compañía Telefónica de España, presente en todo el subcontinente.
La cosa, en principio, siempre va de trámite y de lucimiento mediático. Especialmente para Su Majestad el Rey de España, que Dios guarde. Nuestro Don Juan Carlos, haciendo gala de la tradicional campechanía de los Borbones, suele ser, aparte del Rey, el centro de atención en estos eventos. Vamos, que presidentes y primeros ministros de las hijas patrias de la Madre Patria se rifan a nuestro soberano. Y no sólo queman sus fotografías, como sucede aquende este lado del océano, sino que se despiporran por salir en las fotos junto a nuestro soberano. Tal es así que, Don Juan Carlos, en estos eventos se curra cosa mala la corona, porque tiene que posar más que una top model. Para que luego salga Iñaki Anasagasti (ya sabéis, el senador del PNV que no ha pasado del primer curso de ikastola, porque nació en Venezuela) diciendo que el Rey de España es un vago que no da palo al agua ni en las regatas agosteñas de Palma de Mallorca. No obstante, lo que son las cosas, a nuestro soberano en esta cumbre de Santiago de Chile le ha salido un duro competidor en eso de la popularidad. Se trata de Hugo Chávez, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Con aquello de dejar hasta el último minuto la confirmación de su asistencia, el tipo está que se sale en cuanto a expectación. Hasta el punto de que el matrimonio Kirchner (él, Néstor, presidente saliente y ella, Cristina, presidenta entrante) cuando vieron al venezolano dijeron al unísono: “Eeete, ché, que bueno que vinistes”. Realmente, para Argentina ha sido bueno (regio, como dicen por las orillas del Plata) porque Chávez se ha comprometido a largarles un crédito de 6.000 millones de dólares (que vienen a ser casi 4.138 millones de euros), sin intereses y en plan Caja de Ahorros Continental Bolivariana.
Curioso personaje el tal Chávez. En Venezuela, su país, unos le adoran, mientras que otros no le pueden ver ni en pintura. Eso entre otras cosas. Porque el tipo, por lo racial –seamos políticamente incorrectos aunque sólo sea un poco—digamos que es un producto de la Alianza de Civilizaciones mucho antes de que nuestro ZetaPé –que también está en Santiago de Chile—hubiese dado con el concepto. Que Chávez es hijo de la fusión secular entre los descubridores españoles y los nativos de las riberas del Arauca vibrador, afluente del Orinoco. Chávez, que, antes de dedicarse a la presidencia con aspiraciones vitalicias, era teniente coronel de paracaidistas, se considera tataranieto y heredero espiritual de Simón Bolívar, considerado el libertador de los territorios que hoy son Venezuela, Ecuador y Colombia. ¡Un antiguo, pues qué bien!, diréis muchos/as. Pues como que no. Que Chávez es coctelero, digamos que ecléctico en su ideología. Bolivariano, sí. Castro-marxista-leninista, pues también. Y, además de caudillista, es palizas televisivo, con un programa que se llama “Aló, presidente”, sin parangón alguno en nuestra España, madre de naciones, desde que Encarna Sánchez pasó a mejor vida.
Cualquier semana de estas, en Venezuela, acuñan monedas con la vera efigie del presidente y esta leyenda “Hugo Chávez, caudillo de Venezuela, por gracia de Simón Bolívar”. Eso sí, como nos tememos en el club, ahora que el barril de crudo de petróleo anda por los 100 dólares (68,96 euros al cambio oficial de hoy), el tipo se proclama cabeza visible de toda Latinoamérica... que por falta de ganas de Chávez no ha de quedar, estoy seguro. Que el buen hombre seguro que se muere por tener un programa subcontinental, “Aló, Latinoamérica”. Claro que, entonces, las Cumbres Iberoamericanas serían a dos bandas: El Supremo –o sea, Chávez—y el Rey de España.