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María San Miguel (actriz, dramaturga y directora de escena): "Mi vocación es la de contar historias que, o no se cuentan, o no se cuentan desde ese punto de vista"

> "Sin ser visceral es imposible hacer teatro; pero sin ser metódico es imposible resistir"

viernes 21 de marzo de 2025, 13:15h
María San Miguel
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María San Miguel (Foto: Vir Pintado)
Vallisoletana, 39 años (1985), María San Miguel Santos -actriz, dramaturga y directora de escena-, es también periodista y se le nota. Atenta siempre a la mínima inflexión en la pregunta, al menor comentario, pone los cinco sentidos en cada palabra de lo que escucha o de lo que contesta, y sabe que ninguna de ellas es inocente. Se fue a estudiar a Madrid porque el año en que entró en la universidad se abría en la de Valladolid la Facultad de Ciencias de la Información, y no estaba para pruebas, así es que dio el salto hasta Madrid, se matriculó en la Carlos III y allí se licenció en Periodismo y, más tarde, fue también máster en Humanidades por la misma universidad.

Pero, lejos de perder el tiempo, María compatibilizó sus estudios universitarios con la formación teatral y se formó como actriz, en movimiento y voz en la escuela de María del Mar Navarro y Andrés Hernández en Madrid y con SITI Company entre otros. Ha sido también profesora de Teatro en la Universidad Carlos III. En 2010 crea la compañía ‘Proyecto 43-2’, nacida a raíz de la investigación realizada para su tesina El teatro como herramienta pedagógica y de memoria: un caso práctico a través del conflicto vasco. Allí nació su espectáculo Proyecto 43-2. Vieron así después la luz, sucesivamente, La mirada del otro y Viaje al fin de la noche.

El proceso de escritura de cada una de las tres piezas estuvo precedido de una exhaustiva investigación basada en la realización de entrevistas personales a los protagonistas de los hechos que acabarían trasladándose a escena a través de un lenguaje artístico propio donde los testimonios y la palabra ocupan un lugar central que se apoya en un potente trabajo físico.

La trilogía se ha representado ya en teatros de España (en Madrid, por ejemplo, pudo verse en Cuarta Pared y Teatro del Barrio y, más tarde, en marzo de 2019, la trilogía al completo en el Teatro de la Abadía y en 2022 en la Sala Mirador), y continúa exhibiéndose por ciudades de España, Europa y América, aunque, lejos de lo que podría pensarse en primer término, no ha sido en el País Vasco donde más representaciones ha tenido hasta la fecha.

“Ya sabes tú que yo no me callo nada -comienza diciéndonos María con tanta vehemencia como fuerza-, y probablemente me iría mucho mejor si me contuviese, de todas las colegas que has ido entrevistando, hay que ver cuántas forman parte de las programaciones de los teatros públicos. Me atrevo a decir que, probablemente, no sea ni siquiera un diez por ciento… ¡Parece que no hay mujeres haciendo cosas…! Ya ni siquiera voy a decir de calidad, porque ¡anda que no hay hombres haciendo montajes más que prescindibles, y durante toda la historia del teatro…! Me alegro de que hayas tenido el atrevimiento de darnos visibilidad porque hace falta gente que siga este ejemplo. ¡Hay que seguir mostrando que hay muchas mujeres creadoras, y muy buenas!”.

María eligió el campo de la actuación para meterse de lleno en el mundo teatral, pero, en determinado momento de su carrera, desembocó en la dramaturgia “por la necesidad de contar desde mi punto de vista”. ¿Y por qué sobre un escenario y no desde un periódico, una radio o una televisión?, ¿quizás porque eres más libre así? -le preguntamos a la artista-. “Fundamentalmente —nos responde—, porque esa es mi vocación. El periodismo también me interesa, y de hecho sigo a diario los acontecimientos que marcan la actualidad. Lo primero que hago cada mañana es enchufar la radio y lo último que hago también cada día es apagarla antes de irme a la cama. En casa, y desde pequeña, he visto siempre como se leían los periódicos y se escuchaba la radio prácticamente durante todo el día. El periodismo, pues, me gusta para estar informada, aunque también es verdad que con los años muchos compañeros y compañeras periodistas dicen de mi trabajo que está muy conectado con el periodismo”.

“Les he hecho muchas preguntas, muchas veces la misma pregunta repetida en días diferentes para tenerlo todo claro”

María San Miguel (Foto: Vir Pintado)“El 17 de agosto de 2024 -continúa diciendo María-, cuando hicimos en el Barranco de Víznar (Granada), Federico. No hay olvido ni sueño. Carne viva, vino a verla un amigo periodista catalán y, cuando nos vimos después de la representación, me dijo que ‘¡luego dices que no eres periodista! Yo te he visto, sobre todo en una frase que incluyes en la pieza…’ Yo decía que ‘les he hecho muchas preguntas, muchas veces la misma pregunta repetida en días diferentes para tenerlo todo claro’. Sí, supongo que sí, que mi trabajo también está conectado con el periodismo porque al final, mi vocación es la de contar historias que, o no se cuentan, o no se cuentan desde ese punto de vista. Entonces, sí, elegí la actuación por una cuestión de vocación y decidí estudiar periodismo porque, de las carreras que podía elegir es la que más me gustaba y, por otra, porque la Facultad de Ciencias de la Información en Valladolid se iniciaba el año en el que comenzaba a estudiar en la universidad y mis padres apoyaron que me viniese a Madrid para poder compatibilizarlo también con el estudio del teatro”.

De hecho, cuando María conectó con la Universidad Carlos III lo primero que hizo fue buscar qué actividades teatrales ofertaba, “y ahí conocí a Domingo Ortega, mi maestro, y tuve la inmensa suerte de que en la universidad hubiera en ese momento un Aula de Teatro con unos profesionales increíbles (además de Domingo Ortega, David Ojeda, Carlos Moya… Y luego, además, teníamos talleres especializados con mucha gente que visitaba el Aula (artistas de la Comedíe Française, artistas italianos especialistas en máscaras o Ernesto Arias, entre muchos otros)”.

“Llegué a la dirección de escena como gesto político. Profundamente político”

San Miguel acabó también en la dirección de escena por razones mucho más viscerales que coyunturales: “Llegué a la dirección de escena como gesto político. Profundamente político. Dirigir cada vez me gusta más porque intento quitarme la presión… Y porque me gusta mandar, no te lo voy a negar (Sonrisas…), soy una persona de carácter. Pero, sobre todo, he tomado las riendas de la dirección de los espectáculos en la compañía y he aceptado también algunos encargos fuera de ella como gesto político, porque yo no he tenido referentes de otras mujeres. Y no sólo en el teatro sino en prácticamente nada. Las mujeres no ocupamos los espacios, y las que han conseguido ocuparlos han sido borradas de la historia…”.

“Yo he sufrido mucho -continúa alegando la creadora-. He sufrido el machismo dentro del sector, en mi vida y en mi profesión. Y la falta de referentes, y esa violencia machista que he tenido que soportar en diferentes formas en la profesión, me impulsó a tratar de conseguir que en la dirección de escena haya tantos hombres como mujeres”.

De hecho, todavía se encuentra con esa violencia con mucha más frecuencia de lo que quisiera, “lo que pasa es que ahora yo soy otra, y el feminismo nos ha ayudado mucho. La violencia sigue, y en muchas formas. Una de ellas, y muy sutil es que las mujeres no ocupamos los mismos espacios que los hombres en la programación de los teatros públicos. En España, la Ley de Igualdad no se cumple. En ella se dice que, en los espacios públicos debe de haber igualdad de representación y, cuando tú miras las programaciones, puede que llegues a ver el mismo número de directores que de directoras en ellas. Pero si las miras un poco más despacio y te fijas dónde están las mujeres en esas programaciones, verás que éstas suelen estar en las salas pequeñas, mientras que los hombres son programados en las salas grandes de esos mismos teatros Y en las salas pequeñas, aparte de que te ve menos público, hay menos publicidad, menos visibilidad y menos presupuesto. ¡Eso es un camuflaje! Yo quiero tener el mismo dinero y el mismo espacio que tienen mis compañeros hombres, para hacerlo igual de bien o igual de mal… Por eso digo que a la dirección llegué como un gesto político, con mucho miedo también, pero pensando en quienes vienen por detrás. Y no sólo las mujeres, sino también los hombres. Hay que dar la oportunidad de que las historias se puedan contar desde las dos perspectivas, la masculina y la femenina, y además feminista. He decidido que ese gesto lo tengo que llevar hasta las últimas consecuencias y, de las tres cosas que hago (actuar, escribir y dirigir), quizás la de dirigir es la que menos me gusta, probablemente porque es en la que más insegura me siento, en donde noto mucho más la presión del ojo externo”.

Se siente bien acogida por sus paisanos vallisoletanos en particular, aunque no tanto por los castellano-leoneses en general, así es que está muy cerca de saberse profeta en su tierra, pero su trabajo le ha costado: “en próximas fechas estrenaré una performance en un festival de escena contemporánea en el Teatro Calderón de Valladolid y creo que la propuesta se espera con cierta expectación. Pero el reconocimiento tardó en llegar porque nosotros comenzamos con Proyecto 43-2 en 2010, y la primera vez que actuamos en Valladolid fue en 2017, y en 2020 volvimos nuevamente. La verdad es que me hubiera gustado que me hubiesen dado más oportunidades, pero me siento en paz con ellos. Claro, que estoy pensando en Valladolid, porque en Castilla y León apenas si he girado y eso que hay teatros públicos en todas las capitales y, además, en todas las poblaciones grandes…”.

Ahora acaban de actuar en Palencia por primera vez y las funciones han sido especialmente bien acogidas, nos asegura María: “las funciones fueron superemocionantes y los encuentros con el público también. Con la Trilogía, sobre todo cuando se puede ver en dos o tres días y de forma consecutiva (pasó en 2020 en Valladolid y pasó también en Palencia), se genera una especie de comunión intensa, especial y muy bonita entre público y compañía”.

Siempre nos ha parecido que los encuentros con el público ayudan a generar fidelidades mucho más fuertes entre los espectadores y, aunque puedan suponer un sobreesfuerzo en las compañías, al final merece la pena y así lo ve también San Miguel: “no sé si con el teatro, pero sí con el público. En Palencia estuvimos en enero con la trilogía y en abril volveremos con Federico. No hay olvido ni sueño. Carne viva dentro de la programación de la Primavera Cultural palentina y sólo ver la cara del público cuando anunciamos que íbamos a volver, es más que satisfactorio. Seguro que volvemos a encontrarnos con todo, o casi todo el público que estuvo en la Trilogía”.

Insistimos ante la artista sobre si esa acogida es la misma en las distintas ciudades españolas por dónde han pasado esos Rescoldos de paz y violencia, y María no alberga duda alguna al respecto: “el público no tiene ningún problema con lo que contamos; quienes lo tienen -y en forma de autocensura-, son los programadores culturales. Siempre he dicho que la Trilogía, aunque se ha visto bastante, me parece que ha sido menos de lo que la calidad artística del trabajo merece. Las tres piezas enteras se han visto en Madrid en el Teatro de la Abadía y en la Sala Mirador y alguna de las piezas, de forma independiente, en algunos otros teatros alternativos. En todos ellos, siempre, el público las recibe muy bien. Incluso, cuando en el coloquio posterior se ha creado algún tipo de debate ideológico, siempre ha sido desde el respeto, el interés y la escucha del punto de vista del otro. Quienes tienen problemas son las personas -más bien los hombres, porque suelen ser hombres...-, que están al frente de las programaciones que tienen miedo y huyen de los posibles problemas, y no se atreven a dar el paso”.

Dolor, superación, convivencia…

“En los tres textos, en la Trilogía -subraya nuevamente María-, no hablamos de otra cosa que de lo que les sucede a los seres humanos. Del dolor, de la superación, de la convivencia… A ti te puede gustar más o menos, te puede parecer mejor o peor que haya habido encuentros entre las víctimas de ETA con disidentes de la banda terrorista, pero ¿qué tienes tú que decir ante emociones legítimas que viven las personas que han tenido esos encuentros? Por eso, creo yo, el público ha sido siempre muy respetuoso. De hecho, nunca nos ha pasado que algún espectador se haya levantado airado en medio de una representación y haya salido con aspavientos, o diciendo algo … Sí que puede haber pasado que, cuando hacemos coloquios, no se haya quedado todo el público, pero, en general, no abandona la sala más de un diez por ciento de los espectadores. Y en ese porcentaje, claro, está incluido ese público que tiene que marcharse porque pierde el autobús, o tiene una cita, etc. Pero, como digo, se queda la inmensa mayoría de la gente y eso es muy bonito porque ves que se ha generado un gran impacto emocional y un gran interés por conocer más”.

Hablamos, hasta el momento, de reacciones ocurridas en nuestro país, pero ¿y en el resto de Europa y América, donde también ha estado Proyecto 43-2? “Justo esta misma mañana acaba de confirmarse que en diciembre estaremos en Bélgica, un país que siempre ha mostrado mucho interés por la justicia restaurativa. Íbamos a ir en 2020 pero la pandemia nos atravesó, como a todo el mundo, y hubo que cambiar de planes… Pero, tanto cuando hemos hecho funciones en Francia o en Portugal, ha habido siempre muchísimo interés. En Francia están muy preocupados por el terrorismo islamista, y la última vez que estuvimos por allí (hace ahora unos dos o tres años) se estaban llevando a cabo los juicios por el atentado de Bataclan, y lo hicimos en la Escuela Judicial, la escuela por la que pasan todos los jueces, abogados y fiscales franceses, y fue muy impactante porque nos decían que había sido una representación muy dura y muy emocionante al mismo tiempo. Muy dura porque siempre estaba muy presente el juicio de Bataclan. Pero, al tiempo, muy emocionante porque en nuestro montaje ofrecemos una luz al final del camino. Y eso es, obviamente, porque los encuentros entre ambas partes, víctimas y terroristas, no se producen inmediatamente después de cometido el atentado, sino muchos años después y con un profundo periodo de reflexión en medio”.

“Y en Latinoamérica -prosigue analizando la vallisoletana-,” tanto en Colombia como en México, que hace relativamente poco tiempo que hemos visitado, es que son sociedades a las que les está pasando esta violencia, y también a nosotros nos pone en otro lugar en el escenario como intérpretes. No puedes olvidarte del contexto en donde se hacen las representaciones. Pero sí, también allí hemos tenido una recepción muy buena, muy respetuosa y también allí se generaron diálogos muy enriquecedores con el público”.

“Con sumo respeto, pero sin miedo…”

María San Miguel (Foto: Vir Pintado)Hasta el momento hemos hablado de las obras y del público, pero vamos un poco más allá y queremos conocer también en qué medida todo el proceso documental previo, de asistir en directo a esos encuentros entre las partes enfrentadas, ha cambiado la visión personal de María sobre el conflicto vivido durante décadas en el País Vasco. “Sí, claro, ha cambiado. Sigo además en contacto con muchas de las personas a las que entrevisté, sigo viajando hasta allí (mucho menos de lo que me gustaría), y hoy en día son amigos y amigas. Pero sigo muy pendiente de lo que está pasando en el País Vasco. En esos diez años de investigación mi percepción fue modificándose, claro. Cuando te sientas frente a personas muy diferentes a ti, que, aunque quieras ir limpia siempre llevas tus prejuicios, y empiezas a hablar desde la parte humana, se produce un encuentro con el otro. Es inevitable. Yo me sorprendí muchas veces de ver cómo tras las entrevistas con personas con las que yo no tenía nada que ver, descubrí de repente que teníamos muchas más cosas en común de lo que podíamos pensar a priori. ¡Y ya no te digo nada cuando años después murió mi padre y pude acercarme mucho más a personas que habían perdido a su padre por haber sido asesinado por ETA o por el GAL… Al final es que todos somos seres humanos, y más ahora en una sociedad tan polarizada… Sí, mi punto de vista cambió y creo que esta Trilogía nos hizo mejores artistas, pero, sobre todo, mejores personas y hemos aprendido a mirar con más prismas”.

Pedimos a María que nos relacione su Trilogía con la de Los Gondra, la firmada por el dramaturgo vasco Borja Ortiz de Gondra, que, aunque de naturaleza tanto documental como de autoficción, tiene también de fondo la situación vivida en el País Vasco en los años duros de ETA, y la artista nos comenta que “pensé que Borja era muy valiente y que ya era hora de que alguien nacido allí se atreviese a hablar del tema desde el ámbito del teatro. Algún antecedente hubo en Fermín Cabal o en Alfonso Sastre, pero poco más. En la novela, sin embargo, sí que ha habido puntos de vista muy interesantes. Y concretando con la trilogía de Borja, a mí me interesaron mucho los tres montajes , pero creo que nuestros trabajos están bastante alejados, aunque eso es muy enriquecedor. También las puestas en escena, que no estaban dirigidas por Borja, se acercan al teatro de una manera muy lejana a la que a mí me interesa como artista. Y luego, lo que más valoré de todo, de la primera a la segunda obra, me parece que hubo un gran salto desde el punto de vista literario porque el hecho de que el propio autor estuviese en escena enriqueció muchísimo la propuesta desde el punto de vista de cómo contar la historia. La circunstancia de formar parte del hecho escénico presente —y esto lo he hablado con el propio Borja—, le dio herramientas muy valiosas para potenciar el texto en escena. En definitiva, creo que su trabajo está muy alejado del nuestro, pero ambos son igual de valiosos”.

Proseguimos por este camino y lanzamos ahora un par de preguntas, relacionadas entre sí, para conocer el punto de vista de San Miguel: ¿Sigue habiendo violencia política en el País Vasco?, ¿se puede hablar ya claro sin sentir la amenaza psicológica y física del que piensa de otro modo? “Sí, sí —afirma categórica María—. Y esto te lo digo porque lo he vivido. En 2021, décimo aniversario del fin de ETA, hicimos lo que en la compañía llamamos ‘gira mundial por Guipúzcoa’ con la Trilogía. Aunque hemos ido muy poco por el País Vasco —para mí mucho menos de lo deseado–. Desde 2012, que estrenamos, hasta 2023 que volvimos. Once años representando nuestros trabajos y haciendo coloquios con el público. Somos muy afortunadas porque hemos podido comprobar en esos coloquios (lo hemos vivido), ese cambio. Desde decirnos una persona del público en 2017 y en Urnieta (un pueblo cercano a Hernani, duro y con mucha gente de ETA en la cárcel), que ‘esto era impensable hace sólo dos o tres años’. Se refería a que gentes de distintas ideologías y con vivencias muy distintas estuviéramos contando en voz alta lo que hemos vivido, o lo que nos ha provocado la obra. Y decirlo emocionado hasta el punto de ponerse a llorar… Y luego en 2023 donde ese mismo coloquio se desarrolla con plena normalidad, sin tensión y en donde todo el mundo tiene preguntas y dice lo que piensa abiertamente, con sumo respeto, pero sin miedo… La vida ha cambiado radicalmente, desde mi punto de vista, incluso un poco antes del cese definitivo. Hay cosas que pensábamos que iban a pasar muchos años para que sucediesen y, sin embargo, han pasado muy rápido. Otras, por el contrario, van más lentas, pero se sigue haciendo muchísimo trabajo comunitario en los pueblos; se reúne mucho la gente para hablar, y esas son cosas que aquí no llegan…”.

“Con la muerte de mi padre se me rompió la vida”

María San Miguel (Foto: Vir Pintado)Y si la Trilogía fue una apuesta valiente, no le va a la zaga tu (vuestro) I’m a survivor, que has ido haciendo con tu madre sobre el escenario en un sentido y profundo homenaje a tu padre, fallecido como consecuencia del COVID: “Ese proyecto nació sin estar previsto porque entonces yo estaba con otro trabajo, que es el único que he aparcado en mi vida, como consecuencia de esa pandemia, que lo cambió todo. De hecho, no sé si algún día haré o no esa investigación. El caso es que Alberto Conejero, a través del Festival de Otoño de Madrid lanzó una convocatoria en 2021 para ayudar a los artistas que habíamos sufrido tanto con la pandemia, para que buscásemos un relato poético de lo vivido. Yo no tenía ninguna intención de hacer nada, pero muchos amigos me animaron a hacerlo, y lo decidí el último día, y con mi padre ya ingresado en el hospital. El proyecto tenía que ver precisamente con eso. Hablar de la supervivencia, de los cuidados (esencialmente desarrollados por las mujeres), invisibilizados, precarizados, y que los hospitales y las residencias se sostenían sobre todo por mujeres que ponían su vida en peligro en ese momento. Presenté un proyecto que fue seleccionado entre más de 500 para hablar del cuerpo de mi padre como documento de su actitud y de los cuidados...”.

“Gané uno de esos diez proyectos finales —prosigue relatándonos María—, una ayuda a la producción y a la exhibición dentro del Festival, pero de manera inesperada cuando ya estábamos lanzados con el proyecto, mi padre murió. La noche en que murió yo estaba pendiente de mandar un vídeo explicativo de la marcha del proceso al Festival para que éste pudiera ponerlo en redes. Y en esos momentos tan extraños de la muerte en donde lloras, te ríes, pasa la vida por delante, estando en la habitación con mi padre, le dije a mi madre que a eso de las 7 de la mañana iba a mandar un correo electrónico al Festival explicando la circunstancia y para que me permitieran que pudiera mandar el vídeo algún día más tarde… Unas horas antes, a las 3 de la madrugada, mi madre me dijo que ese proyecto era muy importante, y ‘aunque no estará papá, estaré yo’… Y aunque luego supe que se estuvo arrepintiendo todo el verano, mi madre es una mujer de palabra y siguió adelante. Lo hicimos de manera bastante kamikaze, irracional y supongo que también como una especie de escapatoria a lo que estábamos viviendo. A mí me movía mucho la necesidad de contar lo que no se cuenta: la muerte. En nuestra sociedad no hablamos de lo devastadora que es la muerte de un ser querido, incluso aunque toque, aunque tenga muchos años y sepamos de antemano que la muerte puede estar cerca”.

“Me sentí muy estafada, incluso por mis propios padres, que ya habían sufrido la muerte de los suyos —confiesa dolida María—, mi abuelo materno murió cuando yo tenía 5 años y mi abuela materna, la última en morir de mis abuelos y abuelos, cuando yo tenía 21, y, sin embargo, en casa no se hablaba de la muerte. Morir no figura como parte del imaginario colectivo en nuestra sociedad. A mí, con la muerte de mi padre se me rompió la vida. Y, desde luego, soy otra persona desde que mi padre murió. Entonces, yo quería hablar sobre eso y tanto mi madre como mi equipo fueron determinantes para poder hacerlo. No sólo era la muerte, sino también en un contexto de pandemia, algo que no habíamos vivido nadie en ningún país, y que ni siquiera hubiéramos podido imaginarlo… Al final estrenamos cuando aún no se habían cumplido los seis meses de la muerte de mi padre. Y eso que mi madre (María José Santos), nunca había actuado profesionalmente, sólo como actriz aficionada y de eso hacía ya más de 20 años. ¡Mi madre es la que tiene más mérito en esta historia! Es una de las cosas más bonitas que me han pasado en mi carrera profesional. Jamás hubiera imaginado compartir escenario con mi madre. Y, de repente, el teatro que es tan importante en mi vida, puedo compartirlo también desde este otro lugar. Ahora ella entiende ya muchas cosas que antes no entendía (la logística, los ensayos, el montaje, etc.). Y ella se ha convertido en la estrella del montaje”.

Cuestionario final

María San Miguel (Foto: Vir Pintado)¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?

La muerte o una enfermedad grave de mi madre o de alguna de mis pocas amigas a las que considero como hermanas. No estoy preparada para eso.

¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?

El artista es una síntesis de las dos cosas. Sin ser visceral es imposible hacer teatro. Pero sin ser metódico es imposible resistir. Yo trabajo muchísimo, le echo muchas horas a la oficina (nadie se las imagina), y la mayor parte de ellas no me apetecen. Pero, si no le echo esas horas, es imposible atender a subsanaciones de subvenciones, justificaciones, pedir nuevas ayudas de gira… Todo eso me genera una ansiedad, una angustia, un agobio tremendo porque, además, todo es dinero público a lo cual yo doy mucho valor y soy muy consciente de que todo eso tiene que estar muy bien gastado y muy bien justificado. Pero, claro, al mismo tiempo, eso implica que uno tiene que convertirse en contable, y yo nunca he querido ser eso. Todo eso exige ser extremadamente metódico, y si hoy no tienes la cabeza para hacer un dossier, a lo mejor no lo haces, pero a sabiendas de que mañana vas a tener que hacer el doble de horas. Y, al mismo tiempo, eso lo sostiene lo visceral. Y lo pasional.

¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?

En el principio del encuentro de La mirada del otro, que es un momento de tensión extrema, nos ha sonado un móvil en primera fila y en uno de esos teatros en los que el espectador da con su rodilla en el escenario. Y, además, no lo cogían para cortar el sonido… Con todo, a medida que voy cumpliendo años me voy serenando… Pero nos han llegado a sonar hasta 33 veces los timbres de algún teléfono (contados por un compañero que no estaba en escena y asistía a la función), en Donosti. Y eso en una obra que dura 70 minutos. De todas formas, creo que esto sucede cada vez menos. Hay otro factor de distinta naturaleza que son las toses, pero éstas reflejan más la incomodidad del espectador… Pero, en fin, como te digo, cada vez lo llevo menos mal, aunque me fastidia que suene un teléfono en un momento determinado porque inevitablemente te desconcentra. Pero tampoco es para cortarse las venas…

¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?

Supongo que sí. Hay muchas personas de izquierdas, que cree en los valores de justicia social y de igualdad que, sin embargo, en algunos puntos puede ser más conservador...

¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?

En la sociedad en general sucede lo mismo que en el mundo del teatro. El mundo sigue estando dirigido por machos. Y las decisiones importantes las toman ellos. Los espacios de poder están ocupados —y muy ocupados…—, por machos. Por el contrario, las mujeres seguimos ocupando menos espacio, seguimos estando relegadas, y nos queda mucho camino. ¿Se ha avanzado? Sí, pero nos queda muchísimo por delante…

¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta?

Me siguen sorprendiendo muchas cosas que pasan en el mundo. Por lo menos una vez al año, pero a veces más, no veo horizonte, no veo que pueda seguir viviendo de las artes escénicas porque no salen bolos, no hay previsión de entrada de ingresos… Eso me da mucha angustia y una crisis grande… Y la pregunta viene ahí: ¿hasta cuándo voy a poder resistir en esta incertidumbre y en esta vulnerabilidad? Por ejemplo, el que creo que es mi mejor espectáculo hasta el momento, Federico. No hay olvido ni sueño. Carne viva, no ha podido encontrar un hueco en algún teatro madrileño para poder ser estrenado. Aprender a vivir con eso no es fácil… Para seguir sosteniéndote aún nos queda la rabia: ¡creo mucho en lo que hacemos, creo en mi equipo!
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