La entrevista que hizo el programa 'El Hormiguero' de este miércoles al escritor Arturo Pérez-Reverte, con la excusa de presentar su último libro sobre 'El capitán Alatriste', no ha pasado desapercibida en los medios políticos del país. Y ello porque, tras un breve interludio sobre literatura, el escritor no ha parado de “meterse en jardines”, como él le llama a hacer comentarios agudos sobre la realidad política que vive España y sobre sus principales personajes.
Vaya por delante que yo creo que esa actitud le honra. Mojarse bien mojado es la cuota de responsabilidad que tiene un artista/intelectual para con la suerte de la colectividad. Es la manera más sencilla de comprometerse con la realidad social en que vive. Entre otras razones porque lo hace de forma sincera y gratuita. Otra cosa es que acierte en sus afirmaciones.
Conocí a Pérez-Reverte cuando yo también era un periodista tratando de entender los motivos de los conflictos en el Oriente próximo. Siempre me pareció un buen reportero, pero no mucho más. Hay que decir que, por ese entonces yo andaba metido en puros vuelos teóricos en compañía de la gente de Zona Abierta o Levitan (Ludolfo Paramio, Jorge Martínez Reverte, Fernando Claudín y tipos así). Por ello noté de inmediato la falta de respaldo teórico en los reportajes y notas del ahora afamado novelista. Aunque hoy tengo dudas de si contar los hechos en aquellas guerras no se vería perjudicado por un exceso de reflexión conceptual.
La ruptura a mediados de los noventa con Televisión Española inclina a Pérez-Reverte a cambiar definitivamente el periodismo por la literatura, aunque ya había publicado en 1986 su novela El Husar sin demasiado éxito. Pero desde su relato siguiente, El maestro de esgrima, adquiere el vuelo suficiente para dedicarse por entero a la actividad literaria, que se ve coronada por el éxito de su saga El capitán Alatriste, años después. Hasta hoy ha publicado mas de 30 novelas y varios libros de artículos y ensayos. El ingreso en el 2003 en la Real Academia Española le consolida como hombre de buenas letras. En pocas palabras, una trayectoria envidiable.
Tengo que admitir que he leído buena parte de su producción y considero que es un autor destacable. En un tiempo lo consideré como el maestro de la frase corta y el punto y seguido. Aunque ya ha flexibilizado esa técnica. Espero que su vuelta al personaje de Alatriste no sea sobre todo una operación comercial.
Sin embargo, sus comentarios sobre el mundo político en el programa “El Hormiguero”, siendo en general atinados, siguen conteniendo dosis de zafiedad. Por ejemplo, la caracterización de Rodríguez Zapatero de tonto sin remedio debe ser matizada. Al interior del PSOE, Zapatero no tenía fama de intelectual precisamente, de ahí que sus colegas le llamaran “el indocumentado”, pero eso refiere a su falta de curiosidad intelectual (en la dirección del partido se comentaba que nunca se le había visto con un libro bajo el brazo) y no tanto a que fuera o no corto de entendederas. De igual forma, las afirmaciones sobre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias son romas y sin los matices que utiliza para sus personajes de ficción.
Hay, sin embargo, una observación que me parece afinada, respecto a que Sánchez no va a abandonar su cargo, porque “le tiene tomada la medida a España”. Concuerdo. Como se ha dicho infinitas veces, en otro país no bananero, el escándalo Koldo/Ábalos/Cerdán hubiera hecho dimitir al jefe de gobierno, sin que nadie se lo hubiera pedido.
Pero cuando Pérez-Reverte propone una solución para esa España que se deja enredar por Sánchez, muestra de nuevo su visión tosca del asunto. El autor cree que lo que hace falta es más educación, mas lectura, mas cultura general. Y es cierto, pero esa condición es necesaria pero no suficiente. Pérez-Reverte confunde educación con cultura política. El grave problema de la sociedad española no es su nivel educativo sino su pobre cultura política. Por diversas razones, España mantiene enormes bolsones de gente con una cultura política decimonónica, donde se reproduce la cultura de los grabados de Goya y la adscripción política de banderías. En realidad, la historia muestra que no es incompatible una sofisticada cultura selecta con una cultura política autoritaria. Varios líderes nazis fueron ejemplos al respecto. El desarrollo de la cultura política democrática es un proceso largo, que necesita de una amplia concurrencia de actores. Por eso Sánchez reproduce esa forma tramposa de hacer política, porque sabe que todavía es aceptable en la sociedad española. Y por eso ese usufructo resulta tan nocivo.