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¡Mamá, yo quiero ser alemán!

martes 30 de septiembre de 2025, 14:54h

Hace ya muchos, muchísimos años (rozando casi los tiempos del cuplé…), hacia finales de octubre se constituyó en España un Día universal del ahorro. Supongo que la invención tenía su origen en las entidades financieras (bancos, cajas de ahorros y cajas rurales de la época), que animaban así a sus clientes a no olvidar esa sana costumbre de dejarse algo para la alcancía, o mejor aún para la libreta de ahorro , porque nadie conoce las insondables circunstancias a dónde puede trasladarnos el futuro, y esa podía ser una de las pocas fórmulas para hacerle frente.

Desconozco si el próximo 31 de octubre (creo que esa era la fecha elegida), seguirá siendo o no también el Día universal del ahorro. Lo digo porque , desde hace unos años a esta parte, no hay fecha del calendario sin que les falte, no uno sino múltiples afanes , y el ciudadano descubre jornada tras jornada esas dedicaciones la mar de sorprendentes y, si me apuran, hasta descabelladas. El pobre, el rico, el caballo, la tortuga, la libélula, la rana o el perro y el gato seguro que ahora tienen reservados los correspondientes días en el calendario posmoderno y neocapitalista que, en el fondo, lo que busca es dar razones para seguir en el consumo alocado y desmedido, en el que esos días no son sino la excusa perfecta para hacer un nuevo extra que aún deje un poco más esquilmada las carteras y las cuentas corrientes.

De una u otra forma, desde luego, estos no son tiempos que inviten al ahorro. Más bien al contrario, incitan al préstamo, al crédito y al gasto, es decir, justamente a todo lo contrario. Comenzando por el Estado (más bien el gobierno de turno, es decir, el presidido por Sánchez), que acaba de situar la deuda pública de España en la desmedida cifra de 1,69 billones de euros (con b, de burrada), la cifra más alta de nuestra historia económica, el 103,4 por ciento del PIB (Producto interior bruto). En otras palabras, que tiene ya empeñadas a varias generaciones de españolitos para pagar las pensiones y otros gastos sociales durante los próximos decenios , y sin revisar seriamente a dónde nos puede llevar este gasto desbocado.

Desde el punto de vista personal, este afán de consumir lleva a muchos españolitos hasta endeudarse en asuntos perfectamente prescindibles. Por ejemplo, pedir un crédito para poder irse de vacaciones (apenas unos días en la costa o en la montaña…), como si uno no pudiera descansar la mar de bien en su propia casa, sin necesidad de llenar las redes de selfis idiotas que atestigüen que uno anda sobrado de parné y puede hasta irse a Ibiza, como si fuera la Montero, la Belarra y sus amigas. Claro que a la primera Europa se suelta 15.000 del ala mensuales, cifra que a duras penas alcanzan anualmente muchos de nuestros compatriotas, y eso porque tienen la suerte de conservar aún su puesto de trabajo.

Alemania

Otros países de nuestro entorno, por el contrario, se aferran a la objetividad y a la tozuda realidad del momento para hacer frente a lo que nos viene encima. Por ejemplo, Alemania, cuyo gobierno acaba de aprobar un proyecto de ley para introducir un servicio militar voluntario, un plan que contempla la opción de hacerlo obligatorio en caso de necesidad. En otras palabras, que se ha tomado muy en serio la amenaza rusa sobre Europa. El nuestro, justamente al revés: se le ha ocurrido mirar el mapa, y después de ver que de Moscú a Madrid hay demasiados kilómetros, Sánchez no quiere ni oír hablar de más soldados y menos aún de que nuestros jóvenes vuelvan a hacer la mili obligatoriamente.

Y, mientras el Gobierno español regala desde hace unos años 400 euros para consumirlos en bienes culturales (teatro, conciertos, libros, discos….), a todos los jóvenes únicamente por haber conseguidola proeza de alcanzar los 18 años, el gobierno alemán, por el contrario, sopesa dar una paga de diez euros al mes a los menores de edad para su jubilación…

He acabado por concluir en que , en la otra vida, yo quiero ser alemán, y espero que mi madre escuche mis ruegos, y como en tiempos pasados, emigre hasta la tierra del Rhin. “Vente p’Alemania, Pepe”, era el grito de guerra de los emigrados españoles en los años 60 y 70 del siglo pasado, para animar a sus paisanos a seguir su ejemplo. Allí se trabajaba, sí, pero se obtenía un salario digno y, desde luego, muy superior al que podía ganarse en España. Los contratos estaban acogidos a la ley alemana del momento y en general el paso de nuestros compatriotas por el país del Rhin era por un tiempo determinado, el suficiente para obtener unos ahorros y, a la vuelta, dar la entrada para el piso o construirse una casa en el pueblo. Todo menos hundirse en la miseria , lamentarse por la imposibilidad de acceder a un empleo medianamente remunerado en España, o engrosar las listas de desplazados a Madrid, Barcelona , Valencia o Bilbao y formar parte de las filas obreras en alguna fábrica. Hoy, desde luego, lo mejor sigue siendo emigrar a Alemania.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023) LInkedIn: https://www.linkedin.com/in/josé-miguel-vila-8642271a/

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