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Los fantásticos 50 (años sin Franco)

miércoles 19 de noviembre de 2025, 17:38h

Se hacen 50 años del cambio que marcó la historia de nuestro país, y no fue, por una vez, un golpe de estado, sino un fenómeno natural; la muerte. Pocas veces la muerte de una persona a alegrado tanto a tantos.

Se hacen 50 años, digo, porque lo que vino después se hizo, no surgió, sino que se hizo, como todo en política, en tradiciones o en normas de convivencia, como la justicia o la propia economía, como cualquier constructo social. Las sociedades las hacemos las personas, no son fenómenos atmosféricos, las hacemos nosotros, de forma consciente o inconsciente somos responsables de nuestra sociedad, por acción directa o complicidad pasiva, echando la culpa a otros o tomando la iniciativa, la sociedad somos nosotros y nadie más.

La mayoría de personas que hacemos -insisto en usar el verbo hacer- este país, pedacito imaginario del mundo, llamado España, no habíamos nacido cuando Franco murió, y sabemos de Franco lo que nos cuentan, que fuera de los datos concretos, de los documentos y testimonios, es el lugar que queramos reservarle en nuestra imaginación.

Es difícil hablar de la fantasía franquista sin hablar de su imaginada España, y hablo de España -franquista y postfranquista- como lugar imaginario porque eso y no otra cosa son los países, fantasías en nuestras cabezas, el lugar donde aplican una serie de normas que las personas nos hemos inventado, como nos inventamos las jerarquías y formas de mando. Fantasías acotadas por las fantasías de nuestros vecinos, que también tienen sus normas inventadas, aunque en realidad, no nos engañemos, la humanidad está harta a matarse entre sí no tanto para cambiar normas como para decidir quién tiene el privilegio de hacerlas o elegir a quien puede hacerlas.

Decía Churchill que la democracia es el peor de los sistemas posibles exceptuando todos los demás. La democracia, como cualquier fantasía, puede ser injusta y generar normas injustas, pero a diferencia de las dictaduras, implica a mucha gente poniéndose de acuerdo para hacer esas normas. Implica a tantísima gente que nos implica incluso a quienes no hacemos las normas, cuando vamos a votar, y eso, con Franco, no pasaba.

Franco murió hace cincuenta años, pero no la fantasía franquista, que ahí sigue, anidando en las cabezas, blandita y maleable, como cualquier fantasía, pensando que asesinar a gente (eso y no otra cosa es fusilar) o meterla en la cárcel, o barrerla fuera del país, es lo mejor para quienes hacen España, y que haya menos gente haciendo España, -supongo- lo que en el fondo es menos España, pero ser racionales es el peor veneno para las fantasías, y en la irracionalidad, los discursos antiinmigración, homófobos o machistas llenan bocas, porque la pelea de la fantasía franquista, ahora ‘extrema derecha’, no es por la justicia, ni por el bienestar, sino por ser unos poquitos quienes implantan su fantasía sobre todos los demás.

La fantasía franquista, como los países o la propia democracia, puede dejar de serlo para ser real si penetra en las cabezas de suficiente gente con suficiente capacidad para obligar a aceptarla, aunque sea por pasividad del resto. Así se han hecho la mayoría de los genocidios, del holocausto organizado por los nazis, al palestino.

Cuando la razón parecía haber triunfado sobre las creencias, las creencias galopan de nuevo, en un mundo hiperconectado que dedica cada día más tiempo a lo virtual y menos a lo presencial. Las fantasías corren como la religión, a lomos de las emociones, y cristalizan en la vida por la sencilla razón de que, para la mayoría, es necesario creer para hacer, o dicho de otra manera, se hace aquello en lo que se cree. Burdo, pero efectivo para sociópatas ansiando retomar el control y saltarse todos los consensos, es convencer a mucha gente explicando que el salto cualitativo que se dio en la vida de sus padres no se dará en la de sus hijos, y que, por tanto, habría que volver al pasado para tener futuro, obviando que, en el camino, destruirían todo lo conseguido, aunque seguramente, ese sea el plan original.

Franco, del color de cuyo culo se han cantado tonadillas populares en institutos y colegios, estará para siempre muerto, no así las fantasías franquistas, que corren por internet con el dinero por combustible, buscando cabezas en las que anidar. Internet no es una fantasía, otra cosa es lo que circula por la red y la zombificación de la sociedad.

Ha pasado medio siglo, la mayoría no coincidimos con él en su espacio temporal, pero su fantasma, virtual, como todos los fantasmas, en una sociedad cada vez más virtualizada, o sea, fantasmal, parece ganar fuerza arrastrando las cadenas en manos de sus sucesores, disfrazadas de guirnaldas, con las que nos pretenden amordazar y encadenar.

Carlos Paredes

Analista político

Fue portavoz de Democracia Real Ya (DRY, 2011-2012) colaborando en la aparición del movimiento 15-M. Fue presidente de Ecopolítica (2020-2021) y ha tenido presencia como invitado y tertuliano, en 'El programa de Ana Rosa' (Telecinco), 'Las mañanas de Cuatro' (Cuatro TV), '13 TV', 'Los Desayunos de TVE', 'El Objetivo' y 'La sexta noche' (La Sexta)... En 2011 fue portada de las revistas 'Tiempo' y 'Pronto' como portavoz de DRY, además de contar con apariciones en medios internacionales como 'Le Monde', 'Le Monde Diplomatique', 'Der Spiegel', la 'Rai', la televisión pública francesa... Su nombre aparece en el libro 'España 2020, la España que necesitamos', junto al de José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy, entre otros. Colaboró en la publicación por primera vez en castellano de 'Vida y Muerte de Petra Kelly' y actualmente lleva una vida retirada de la política activa, concretamente en el sector privado, dedicado al mundo de la pequeña empresa.

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