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El PSC y la estética estalinista

jueves 21 de febrero de 2008, 17:08h
Hubiera sido mucho más bonito poner en el cartel "si tu me dices ven, lo dejo todo" que "si tu no vas, ellos vuelven". Pero claro, el cartel electoral del PSC no exhibe "talante" sino que pretende "tensión": el objetivo es convocar al miedo con una estética que recuerda los carteles de la guerra civil alertando sobre los espías de cada bando. Los malos, que en esta ocasión están retratados explícitamente, son Rajoy, Acebes y Zaplana con la estética de Rervoir Dogs. Pero cuidado, también es la estética de "Caiga quien Caiga" y los chicos de Wayoming no caen tan mal.

El PSC tiene sus propios criterios en casi todo y sus distancias del PSOE siempre pretenden mantener la constancia de que se trata de dos partidos distintos que convergen en algunos objetivos. Las fotos de un jovial y esperanzado Zapatero se han sustituido en Cataluña por un ataque directo al PP utilizando la imagen ennegrecida de los líderes a demonizar. Un caso insólito en nuestra historia electoral es utilizar las fotos del adversario en los propios carteles. El PSC es precursor: en la campaña del Estatut habló de buenos y malos catalanes: guiños nacionalistas y miedo son las armas que han elegido.

La campaña del PSC es un arma de doble filo porque se supone que los agresivos son los del PP y que el talante lo tienen los socialistas. Pero le está ocurriendo lo mismo al presidente. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero se baja de los carteles y transporta su imagen amable, "en positivo" de las fotos electorales a sus intervenciones en los mítines se le crispa el semblante, se le endurece el rostro hasta convertirse en el interlocutor de Iñaki Gabilondo que prometió tensión y dramatismo en la campaña.

Las contradicciones en publicidad se pueden pagar caras. En la medida que Mariano Rajoy relaja su discurso, se muestra más humano y pretende ser un padre protector, el PSOE y el PSC recuperan el doberman de otros tiempos. Hay que tener cuidado con las películas de miedo y sobre todo con los films de Tarantino, ante los que uno tiene la tentación de identificase con los perversos porque como suelen estar sobreactuados terminan por convocar una cierta ternura. ¡Cuidado con la estética estalinista porque el miedo lo provocaban quienes ponían los carteles!
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