Tanto la declaración del Grupo de Río como la resolución de la OEA sobre la crisis diplomática entre el Ecuador y Colombia instan a los dos Gobiernos a mantener abiertos canales respetuosos de comunicación, buscar fórmulas de distensión y restablecer un clima de confianza entre las dos partes. Sin embargo, diversas declaraciones de uno y otro lado no han colaborado a generar ese ambiente de confianza. Mientras se mantenga una diplomacia del micrófono será imposible contar con el ambiente propicio para reanudar las relaciones entre el Ecuador y Colombia.
Prolongar el conflicto diplomático no conviene a los dos países vecinos. Las fórmulas de distensión empiezan por una tregua prudente en el cruce de fuegos verbales.
Más allá de la actual coyuntura, se trata de preservar las buenas relaciones permanentes entre dos países vecinos y hermanos, cuyos pueblos mantienen múltiples nexos, y afrontar los complejos problemas en la frontera común.
Estos no se reducen a la vigilancia que compete a militares y policías de los países dentro de su propio territorio; la falta de servicios básicos, el abandono y pobreza de la población convierten a amplias zonas fronterizas en los espacios más vulnerables de la guerra interna colombiana.
Existe una amplia agenda diplomática común pendiente en compromisos anteriores suscritos por las dos cancillerías. Ambos países pierden con la prolongación de este conflicto.
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