Pasaron los actos del 2 de Mayo y la Comunidad recobra su tranquilidad. Atrás quedan los ¿fastos?, si a lo que hemos vivido se puede denominar así. Se ha cumplido, dicen unos, mientras otros muchos apenas se han enterado de que Madrid celebraba su Gran Fiesta Civil, la única que es plenamente madrileña, la que fue tomada incluso como jornada para la celebración de la fiesta de la Comunidad.
Los que aseguran que se ha cumplido argumentarán que aún quedan abiertas unas exposiciones, que nunca se han editado -o reeditado- tantos libros sobre un acontecimiento, que hasta los periódicos hicieron un suplemento extraordinario. Los que opinamos que se ha perdido una gran oportunidad creemos que se han malgastado esfuerzos, que las diferencias entre Ayuntamiento y Comunidad han vuelto a perjudicar a los madrileños, que se ha comenzado a preparar la celebración tarde y mal.
Atrás queda la difusa labor de las fundaciones -una estatal, otra autonómica-, atrás quedan las exposiciones -la más destacable la de Goya en el Prado- o los actos programados por el Ayuntamiento, de entre los que, sin duda, lo mejor ha sido la actuación de la Fura. Madrid ha pasado hoja en el calendario y no le quedará más que un recuerdo fugaz del paso callejero de las copias de Goya, la restauración de dos de las obras maestras de este artista dedicadas a aquella gesta, y la difusa impresión de alguna de las exposiciones hechas sobre la base de fondos propios o sobre reproducciones de trajes hechas por Cornejo.
Sin embargo, quienes hemos estudiado lo que ocurrió aquel 2 de Mayo de 1808 y el efecto que tuvo en la historia sabemos también cómo fue recordado por nuestros bisabuelos hace exactamente cien años. Madrid celebró el primer centenario con seis días de festejos, con la ciudad vestida de gala, con la Familia Real yendo de la plaza del Dos de Mayo a San Francisco el Grande, y de la basílica a la plaza de la Lealtad, en el Prado.
Misas, desfiles militares, concursos de carrozas, un desfile de batallones escolares en el que participaron todos los colegios de la capital, becerradas, sesiones de zarzuela en el teatro Apolo.y verbenas se celebraron en una ciudad volcada, día y noche -muchos de los principales edificios de la ciudad permanecieron con sus luces encendidas-, en recordar aquella jornada histórica.
Pero no fue esto todo. Las fiestas dejaron un recuerdo en la geografía urbana. En la glorieta de San Bernardo se inauguró el monumento 'Al pueblo del Dos de Mayo' -obra de Aniceto Marinas y hoy emboscado en la plaza de España, frente a la iglesia de Santa Teresa, cerca del templo de Ddebod- así como tres lápidas que el rey descubrió en la plaza del Dos de Mayo, en las Reales Caballerizas y en la Real Casa de Correos en la Puerta del Sol.
Todo eso fue posible porque, con tiempo suficiente,, el Gobierno había constituido una comisión organizadora formada, entre otros, por el conde de Peñalver, Benito Pérez Galdós, Alberto Aguilera, Mariano de Cavia, Mariano Benlliure, Agustín Querol, Amós Salvador, Miguel Moya, Nicolás Puga o Adelardo Ortiz de Pinedo. Esta comisión le encargó, además, al historiador Juan Pérez de Guzmán un completo estudio de lo ocurrido cien años antes que se materializó en un magnífico libro. Las comparaciones, lamentablemente son odiosas.
Hay que reconocer, no obstante, que en este bicentenario, y en medio de los "piques" entre el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad, quien se ha llevado el gato al agua ha sido el alcalde de Móstoles, Esteban Parro.
En vez de esperar qué hacían las principales instituciones, se adelantó e invitó a la Familia Real, preparó un programa de actos al que la Comunidad tuvo que sumarse y dejó para el futuro, al igual que lo hizo Madrid hace cien años, un monumento en el nuevo barrio Móstoles Sur y el Centro de Arte Dos de Mayo, que será, si se preocupan de ello, el museo de arte contemporáneo más importante de Madrid tras el Reina Sofía.
El pasado viernes, mientras asistía al espectáculo de la Fura, una madre contaba a su hijo que en 1808 los campesinos se habían levantado contra los franceses con hoces y guadañas y otro reconocía que siempre había oído hablar del 2 de mayo pero que desconocía lo que había ocurrido después. Este Bicentenario, lamentablemente, no cubrirá esos vacíos pues no ha logrado captar el interés de un pueblo que parece vivir de espalda a la historia y ansioso de la brisa de la playa.