Desde su cortijo del Aljarafe sevillano, tío Manolo, el cuñado de mamá, a través de su teléfono móvil, ha conseguido amargarnos el aperitivo en el club, empezando por tío Arturo, el hermano pequeño de papá, al que su pariente político le ha llamado “masonazo”. El marido de la hermana mayor de mamá, la imprevisible tía Ágata, llevaba desde el lunes pasado intentando ponerse en contacto conmigo, ya que gozo de la bien merecida fama familiar de ser un líder de opinión y ejercer como tal.
Sí, amadísimos, globalizados, megaletileonorizados y desmilitarizados niños y niñas que me leéis, mi pariente (entre nosotros, es bastante peñazo) llevaba cinco días deseando hablar con nosotros, dado que veía cernirse “negros nubarrones –fue su frase textual— sobre el futuro de España”. Presa de un ataque de Memoria Histórica, inducid por sus lecturas de las obras de Ricardo de la Cierva, recordaba mi tío no ya la lealtad de la Guardia Civil a la legalidad republicana, y la omnipresencia de la masonería en turbio contubernio con el separatismo y el marxismo, sino la existencia, allá por el año 1917, en Rusia, de los soviets de soldados y campesinos.
Os lo explico. pequeñines/as míos/as. Tío Manolo está muy molesto por la concentración de guardias civiles (15.000 y tres mil de ellos, de uniforme y con tricornio) en la Plaza Mayor de Madrid. Como la mayoría eran guardias y suboficiales, el cuñado sevillano de mamá ya se había puesto de los nervios, al saber que pedían la desmilitarización del cuerpo. Claro que, al hablar con tío Arturo, éste le dijo que sería lo más lógico, porque la Guardia Civil es un cuerpo militar como su nombre no indica. De ahí que tío Manolo le llamase masonazo y cautivo de la ola de antimilatarismo que nos invade.
Lo cierto es, amadísimos de mi corazón, que los defensores del orden (“Por España y por el Rey// ¡viva el orden y la ley!”, dice el estribillo del himno de la Benemérita) se manifestaron en orden y concierto, incluso con el apoyo de las CCOO y el discursito del filósofo Fernando Savater. Ahora, por lo visto y leído, el ministro del Interior, quiere expedientar a los organizadores, porque los acusa de una falta muy grave.
¿Es malo que tres mil guardias civiles de uniforme y otros doce mil de paisano se vayan a la Plaza Mayor, en el corazón del Madrid de los Austrias, barrio famoso por sus tascas y restaurantes? Yo juraría que nones de nones. Es más, mi sobrino Luis-Edua, que andaba estos días por la Villa, Corte y Socavón en plan frecuentar a sus amigos titiriteros, se dejó caer en el momento de la concentración. Y, llevado por el espíritu festivo reinante, coreó los gritos de los guardias y todo. Luego, me llamó para informarme de que “los picoletos están en lucha, tito Tito”. ¿Quiere decir que están dispuestos a que si hay sanciones por lo del sábado organizar una huelga de multas? Más de uno y más de dos se frotan las manos pensando en ello y en la oportunidad que tendrán de ponerse a 170 kms por hora en la AP-2. Seguro.
Claro que si a los guardias civiles les da por volver a manifestarse, la cosa puede ser un tanto complicada. ¿Quién se encargará de disolverlos? ¿La Policía Nacional? ¿Los municipales madrileños? ¿La Acorazada Brunete, ya que se trata, de momento, de militares levantiscos y protestones? Claro que yo, por edad, apuesto a que acabará funcionando eso del “hoy por ti, mañana por mí”. Porque con la que está cayendo, id ustedes/vosotros a saber, los guardias civiles protestones de hoy pueden acabar yendo a disolver a los policías nacionales protestones de mañana...
De todas formas, pequeñines/as míos, quizá a estos guardias civiles de base (algo así como peones y obreros especializados) lews convenga eso de “ser realistas y pedir lo imposible”. Otra cosa es que el Gobierno de ZetaPé se lo dé, claro.