Cuando aparece en el mundo de la Comunicación un libro-testimonio referido a un genocidio, esto es, a un testimonio o eliminación sistemática de un grupo social por motivos de raza, de religión o de política, que supone una gran matanza de seres humanos, cualquiera que haya sido el cuando, el donde y las causas que llevaron al dictador, al gobernante, o a un pueblo entero a realizarlo sobre otro, la Humanidad se estremece.
Cuando a un periodista de garra y de capacidad investigadora, le sucede un extraño atentado de una bomba en una cabina telefónica, al disponerse a ver un película de Wody Allen, puede asegurase que comienza el guión de un libro apasionante, capaz de interesar y cautivar al lector en más de trescientas páginas de la obra ARMENIOS. El genocidio olvidado, editado por Espasa (2008)
El autor, atrapado por el síndrome de Estocolmo trata de comprender las causas que movieron a los autores del atentado que le hirió y de la magnitud del genocidio de 1915, que llevó al exterminio de millón y medio de armenios por los turcos.
Los buscó afanosamente y encontró en Líbano al comando terrorista armenio que colocó la bomba en la Gran Vía madrileña. Les explicó que el pacifismo es la más fuerte de las bombas y viajó por los países donde han vivido históricamente los armenios y también donde radican desperdigados en la diáspora como Argentina, Líbano o en España donde existen ochenta mil.
Esta apasionante aventura es la que comunica al lector este gran periodista, que combina el relato histórico con el testimonio de cientos de personas que han sufrido de cerca los efectos del genocidio.
Los armenios, en su diáspora, trataron en varias ocasiones de que fuera reconocida por los Estados Unidos la verdad de su historia, de sus sufrimientos y reivindicaciones. Al producirse la disolución de la Unión Soviética y la independencia de la República de Armenia en 1992, después de sesenta y seis años de infructuosas gestiones internacionales, les llegó la feliz noticia de que el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos sabía que las masacres sufridas en 1915 por el pueblo armenio, a manos de los turcos, era un genocidio.
Nos cuenta José Antonio Gurriarán, la historia del gran cantante francés e internacional Charles Aznavour, como uno de los tantos armenios que carecieron de la oportunidad de mantener sus costumbres y cultura, por que fueron asimilados por otras. También porque algunos países de acogida no les permitieron a ellos o sus padres mantener sus nombres y apellidos. Aznavour, convertido en el mayor mito internacional que tienen actualmente los armenios, es un ejemplo de los dramas de muchos de sus familiares.
Shanour Verenagh Aznavour nace en el Barrio Latino de París, el 24 de mayo de 1924, en el seno de una familia de artistas que, antes de establecerse en Francia, había vivido en diferentes países de Oriente Medio. Su padre, Misha, procedía de la comunidad Armenia de Akhatzikh (Georgia), trabajó como cocinero del último zar de Rusia, fue barítono y en 1923 –ocho años después del genocidio- , se casó con una actriz en Constantinopla: Knar, una Armenia de Izmir que era hija de comerciantes. Presionado y atemorizados por el ambiente de violencia que había contra los armenios en la capital turca. Misha y Knar decidieron dejar definitivamente el país, siguiendo el camino de muchos armenios: Salónica (Grecia), Marsella y finalmente París, donde ya residía el abuelo del cantante, que había huido antes.
La casualidad hizo que un día la genial Edith Piaf escuchó a Charles Aznavour cantar en su hermana Aída y los contrató para hacer una gira por Francia. Ahí comenzó la gloria de Charles, Oficial de la Legión de Honor francesa, hijo predilecto de la República de Armenia, con una plaza con su nombre en Erevón, un monumento en Gyumri, y para los armenios representa a los muchos que en sus actividades profesionales en la diáspora, les ha sonreído el éxito ahora y cada día ven asentarse más sus raíces y su identidad.
José Antonio Gurriarán también está contribuyendo con su exitoso libro, a recordar, en el momento conflictivo que vive la Comunidad Internacional, el doloroso genocidio del pueblo armenio, y a difundir el deseo de que acontecimientos tan crueles, no vuelvan a repetirse en la historia de los seres humanos. Pues, como ha señalado, lo peor de los sufrimientos de un genocidio, no es solo que te roben, violen y asesinen, es que además el genocidio no exista, que no se hable de él, que no se reconozca que ha existido.