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Daysi

Daysi

domingo 26 de octubre de 2008, 17:44h

La manera cómo Daysi quedará en la historia social tendrá mucho que ver con la forma en que la prensa trate el caso.
No me quedan esperanzas. Daysi, como en su momento Lorena Bobbit (la mujer nacida en Bucay que en Estados Unidos cortó el pene a su esposo hace 14 años), probablemente entrará en el manual de los machistas como un peligroso ejemplo de reacción femenina extrema frente a un inocente borracho…
La sociedad ecuatoriana asiste de manera solapada y mojigata a una puesta en escena no solamente del punto más bajo de las relaciones humanas, sino de un momento en el que los medios tienen que asumir la responsabilidad de contextualizar y profundizar las razones que llevaron a Daysi a cortar los órganos sexuales de su compañero Octavio Vera.
En la comuna San José del cantón Baba, en Los Ríos, testigos dicen que Vera llegó a casa la tarde del sábado 18. Estaba ebrio y volvía después de una semana. Entonces ocurrió la tragedia.
La hija de los dos, de 12 años, no entiende aún qué sucedió exactamente, pero su corazón está destrozado porque intuye, desde su ingenuidad e inexperiencia, que es muy grave lo que ha ocurrido entre su madre y su padre.
Los vecinos, entre el chisme y el morbo, expresan que el marido traicionaba a Daysi y que por esta razón ella actuó así.
Otros dicen que Daysi “solo era la amante”, porque “la verdadera mujer” es Epifanía Peralta.
Daysi y Octavio viven en el campo. Él se dedica a la agricultura. Ella lo ayuda, pero también hace las labores de la casa.
Para una visión urbana y occidental, el caso puede verse como un acto de salvajismo, de ignorancia, de locura.
El sociólogo Dalton Espín, citado por El Comercio, opina que “lo ocurrido es un típico caso de violencia intrafamiliar, que afecta a miles de hogares. Es frecuente en la zona rural de Los Ríos, donde el bajo nivel escolar y el consumo de licor agravan la violencia entre parejas”.
¿Típico caso? Ese es, precisamente, el problema. Tanto que en Ecuador el 40 por ciento de mujeres declara haber sido víctima de un maltrato psicológico o sexual.
Según Diario Hoy, “en las Comisarías de la Mujer es evidente esta situación. Solo en 2006 se recibieron 47.545 boletas de auxilio y 32.616 órdenes para impedir que el agresor se acerque a la persona violentada. Entre enero y junio de 2007 se emitieron 20.451 boletas de auxilio y 14.519 órdenes de restricción. Carmen Zúñiga, psicóloga familiar, dice que el problema es más grave si se toma en cuenta que el 80% de casos es reincidente”.
El 14 de noviembre de 1995 se lanzó la Ley Contra la Violencia a la Mujer y a la Familia con el objetivo de proteger la integridad física, psicológica y la libertad sexual de la mujer y su familia, mediante la sanción de la violencia intrafamiliar.
Y en 1998 el Gobierno reconoció a la violencia intrafamiliar como un problema de salud pública.
Sin embargo, una década después, la prensa no parece estremecerse demasiado con la tragedia de Daysi. Los medios serios han publicado la noticia en perfil bajo, pensando quizás que, de esa manera, cumplen con su lógica (¿y su deber ético?) de no entrar en el sensacionalismo.
Otros medios, más laxos y menos responsables, han encontrado en el suceso una manera de recrear en el imaginario social viejos prejuicios, mitos y chistes de doble sentido donde prevalece la idea subliminal de que el hombre es la víctima y la mujer la victimaria.
Pero escondiendo la cabeza dentro de la tierra o convirtiendo en una simpática anécdota un asunto muy grave de salud mental no se solucionan los problemas.
La prensa seria, al menos, debería asumir la responsabilidad de contar al país cuáles son los niveles de violencia dentro de los hogares y por qué se producen.
Un reciente estudio de la OMS, realizado en 15 países, determina que entre las mujeres que habían tenido pareja, de 15% a 71% sufrieron violencia física o sexual. La encuesta señala que del 20% al 75% fueron víctimas de violencia psíquica. Las mujeres entre 15 y 19 años fueron las que sufrieron mayor violencia mientras un porcentaje entre 19% y 55% sufrió lesiones a causa de maltrato.
Una mayoría de mujeres entrevistadas dijo tener muy mala salud como consecuencia de la violencia física y mental de sus compañeros. Entre los problemas físicos, presentaban dolores al caminar, pérdida de memoria y mareos.
Con relación a la salud mental, muchas decían sufrir angustia emocional y comportamientos suicidas. El estudio concluyó que las mujeres golpeadas en su embarazo sufrieron más abortos espontáneos que aquellas que no fueron maltratadas durante la gestación.
Pero esas mujeres no dicen nada. Callan. Tienen miedo de perder al hombre que les provee el dinero para sobrevivir. Tienen miedo de que el macho les deje sin las migajas de amor y sexo que les dan cuando queda energía y tiempo. Tienen miedo que la corrupción de algún juez les deje sin sus hijos. Tienen miedo de lo que dirán los vecinos cuando se queden solas.
Daysi es una de las cientos de miles de mujeres que en el mundo sufren en silencio. Que muerden la almohada para no gritar. Que quisieran matar a quien asesina cada día su estabilidad emocional, sus sentimientos, su entorno familiar.
Pero Daysi, si la prensa no profundiza, no contextualiza, no muestra cifras, quedará en el folklore sociológico y sexual como otra Lorena Bobbit. Será objeto de bromas, de burlas, de estigmas, de compasión.
Culpabilizada por una justicia atónita, Daysi está en la cárcel. Octavio permanece en el hospital. Qué mundo al revés el que vivimos.


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