OPINION/Víctor Gijón
lunes 27 de octubre de 2008, 13:20h
Falta una semana para que en Estados Unidos se produzca un hecho histórico, que trasciende de las propias fronteras del ‘imperio’. Barak Obama hará realidad lo que estamos cansados de ver en películas ‘made in Hollywood’, pero que sólo a partir del 4 de noviembre será una realidad: que el despacho oval de la Casa Blanca lo ocupe un negro.
Podría haber escrito persona de color, eufemismos muy de moda en nuestro país, o afroamericano, que es la denominación políticamente correcta que se usa en los estados no racistas. Porque en la América profunda, en los feudos republicanos más extremos, un negro es un negro y todavía hoy el día en que muchos piensan, aunque ya les sea muy difícil ponerlo en práctica, que el mejor negro es un negro muerto.
En los años sesenta, y no estamos hablando de una historia tan lejana en el tiempo, los negros y los blancos no se mezclaba ni en la universidad ni en los autobuses. Fue la administración Kennedy la que empujó de forma decidida el fin de la segregación racial en los estados en que aún pervivía. No fue fácil y la historia de esa lucha, en la que jugó un papel fundamental Martin Luther King, estuvo plagada de actos cotidianos heroicos y también de viles asesinatos, como el del reverendo citado, líder de la lucha por los derechos civiles. Luther King fue abatido a tiros en 1968, John F. Kennedy fue asesinado en Dallas en 1963 y Robert Kennedy también murió violentamente en 1968, sólo tres meses después de que el líder negro cayera asesinado en Menphis.
Hubo otras muchas muertes violentas, anónimas la mayoría, como las que relata esa esplendida película que se titula ‘Arde Mississippi’. Pero todo será historia el próximo 4 de noviembre si Obama se convierte en el primer presidente de Estados Unidos, el que hace el número 44 en la lista que inauguró George Washington en 1789. Hay otros hechos que añaden más intensidad noticiable e histórica a la elección de Obama.
De un lado el regreso de un demócrata al despacho oval, después de que los sucios juegos y la manipulación electoral de los votos de Florida llevaran a la presidencia a George W. Bush en 2001, arrebatando fraudulentamente la victoria al demócrata Al Gore.
Y también está el reto de hacer frente a dos cuestiones claves para el futuro de Estados Unidos y el mundo: la salida de las tropas norteamericanas de Irak y la recuperación de libertades y derechos cercenados por Bush (por ejemplo cerrando la prisión ilegal de Guantánamo) y la adopción de medidas para poner fin al capitalismo salvaje auspiciado por la Administración republicana y que ha llevado a Estados Unidos, y al mundo entero, a una de las peores crisis económicas de la historia. Muchos retos para una presidencia que se estrena haciendo historia con mayúsculas.