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En elogio de Llamazares, en detrimento de…

En elogio de Llamazares, en detrimento de…

domingo 16 de noviembre de 2008, 10:59h
Culpar, como hace el irreductible secretario general del Partido Comunista Francisco Frutos, exclusivamente a Gaspar Llamazares del desastre que vive Izquierda Unida, muestra hasta qué punto la coalición ha perdido hasta el más mínimo rastro de imaginación y de rigor en sus análisis. Es fácil achacar toda la responsabilidad a Llamazares, que ha tenido que bregar con la falta de lealtad de Frutos y otros ‘zorrocotrocos’ del PCE, que ha tenido que tirar de la brida para no enfrentarse con el incómodo vasco Javier Madrazo, que ha tenido que tragar quina ante las críticas desde la lejanía de Rosa Aguilar, que ha soportado los desvaríos de ‘los de Madrid’, que ha callado ante las trapisondas de los ‘primos catalanes’…Sí, muy fácil es cargar sobre los hombros, frágiles por lo demás, del hasta ahora coordinador general de Izquierda Unida el derrumbe de la  coalición izquierdista.

Y, sin embargo, la verdad es que Llamazares ha tenido muchas veces un comportamiento ejemplar. Callado, modesto, poco espectacular y hasta triste, como él es, sin duda, este médico asturiano, honrado hasta el absurdo, terco en la defensa de sus principios e ideas como pocos lo han sido, Gaspar Llamazares merece un trato mejor del que ha recibido por parte de los suyos. Le acusan de haberse ‘vendido’ (¿) al PSOE, de no haber hecho una política lo suficientemente de izquierdas (como si hubiese habido espacio para ello), de haber propiciado que Zapatero arrase en las urnas. ¿Hubiesen preferido los críticos la victoria en las urnas de la derecha? A veces parece que sí. Y, desde luego, con las tácticas de Frutos, los resultados electorales de IU –tan castigada, por otro lado, por la Ley Electoral—hubiesen, sin duda, sido aún peores.

Llamazares es sucesor de Carrillo, de Gerardo Iglesias, de Julio Anguita. Cada uno de ellos contribuyó a clavar un clavo en el ataúd de IU, sucesora de un Partido Comunista de España que tanto trabajó, en su última etapa de clandestinidad, por la pacificación de las contiendas ideológicas entre los españoles. Fue la grandeza de Carrillo, como lo fue de algunos ‘azules’ que evolucionaron hacia la democracia (como Martín Villa, Fernando Suárez o el propio Adolfo Suárez). Epoca de héroes supervivientes de la lucha frontal conrra el franquismo más duro: Romero Marín, Marcelino Camacho, Simón Sánchez Montero, Nicolás Sartorius, o el mismísimo Ramón Tamales. O nuestro colaborador Enrique Curiel, luego senador socialista. Todos ellos supieron superar los tiempos del estalinismo para llegar a esa fórmula de transición que fue el eurocomunismo.

Nada iba a ser igual a los tiempos anteriores a 1975, y Carrillo lo supo, aunque con él empezó el lógico declive, al tiempo que el lógico ascenso de un PSOE que hizo dejación de su programa de máximos para poder llegar algún día al poder.

Treinta y tres años después, cuando tantas cosas se ponen en solfa, casi veinte años después de la caída del muro de Berlín, la socialdemocracia devenida en liberalismo, el liberalismo empezando a coquetear con las ideas socialdemócratas, la pervivencia de algo como Izquierda Unida solo podría ser testimonial. Las sociedades del capitalismo (futuro poscapitalismo) necesitan otro tipo de formaciones críticas, radicales, que hagan hincapié en los derechos de los trabajadores, ahora que los sindicatos juegan un papel de apagafuegos, que imaginen cada día una mejora social, que propongan leyes en este sentido y que se opongan a la injusta distribución de la riqueza, pero sin dogmas ni apriorismos. Soluciones desde la izquierda para las malas recetas de la derecha, pero cooperación con el ‘liberalismo’ allá donde haya que hacerlo. El ‘no a todo’ fue lo que comenzó a acabar, en la era Anguita, con el PCE, que ya venía desgastado de la etapa del limitado Gerardo Iglesias y, antes, por las piruetas ideológicas de Carrillo.

¿Qué podía hacer Llamazares, sino lo que hizo? Podría haber sido más brillante, de acuerdo, pero no más coherente; más imaginativo, pero no más firme. Le recordaremos con nostalgia, convencidos, sin compartir la mayor parte de sus tesis, de que algún tipo de formación o coalición semejante a Izquierda Unida, pero en versión evolucionada, es necesario como espíritu crítico de esta sociedad española tan desorientada, que tanto necesita volver a algunos de los viejos valores.
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