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Adiós Franco, adiós

Adiós Franco, adiós

jueves 18 de diciembre de 2008, 10:46h
Santander tiene el triste honor de ser la última ciudad española en ver desaparecer un monumento a la mayor honra y gloria del general rebelde contra el régimen legal de la República. El militar que durante 40 años rigió de forma autoritaria y antidemocrática este país no se merecía recuerdo tan principal.

 Los trabajos para retirar la estatua se iniciaron en la mañana de este jueves en medio de una gran expectación de los medios de comunicación, pero con una general indiferencia ciudadana. Después de semanas de marear la perdiz, poniendo y quitando fechas, este miércoles el Ayuntamiento decidió dar carácter oficial a la de la retirada. El comunicado vale lo mismo para quitar la estatua de Franco que para poner una jardinera.

Y es que Iñigo de la Serna, que heredó el ‘discurso’ justificativo de la retirada del monumento de su antecesor en el cargo, Gonzalo Piñeiro, ha pretendido presentar ésta como una cuestión formal, derivada de las obras del aparcamiento subterráneo. Pero esa es la coartada de un partido, el PP, cobarde a la hora de tomar determinadas decisiones y contradictorio en todo lo relacionado con el pasado franquista.

Por mucho que se empeñen los redactores de pequeñas editoriales en la prensa de la derecha, la retirada de la estatua de Franco no viene determinada por la remodelación de la plaza del Ayuntamiento, antes llamada del Generalísimo. La Ley de la Memoria Histórica establece la desaparición de calles y plazas públicas de aquellos símbolos que no sean compatibles con la Constitución y la Democracia, algo que parece evidente en el caso de la estatua de Franco. No se trata de mirar al pasado, como algunos denuncian, sino, precisamente, de hacer justicia a la historia.

El aliado de Hitler y Mussoloni durante la II Guerra Mundial no puede, no debe tener recordatorio alguno en las calles y plazas de una España democrática. Quien firmó miles de penas de muerte contra sindicalistas, militantes de partidos políticos democráticos, desde la izquierda a la democracia cristiana, no podía seguir presidiendo la plaza principal de nuestra ciudad. Para algunos puede resultar irrelevante, de alguna manera también conveniente, no preguntarse por qué se quita la estatua o aducir razones coyunturales. Para los demócratas la razón es una y simple: pasar página y acabar con los símbolos del régimen que acabó con las libertades y provocó el enfrentamiento cainita entre españoles.
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