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Un pequeño bosque en Madrid

lunes 29 de diciembre de 2008, 11:18h
Extensas praderas y altos pinos componen el paisaje predominante de la Dehesa de la Villa, uno de los parques preferidos por los madrileños desde hace más de un siglo para pasar un día de campo dentro de la ciudad. Desde principios del siglo XX fue costumbre comer o merendar en compañía de la familia y los amigos bajo sus árboles siempre verdes.
Hoy continúa siendo un lugar de esparcimiento muy apreciado. La gente acude a montar en bici, correr, pero sobre todo a pasear o pasar el rato en un parque que por momentos consigue que el visitante olvide que está en la ciudad y, en otros, ofrece unas espléndidas vistas de la capital, la Casa de Campo, el Monte de El Pardo y la sierra de Guadarrama, con sus cumbres nevadas.

Para recorrer la Dehesa de la Villa, se pueden escoger varias rutas: la antigua carretera, que ahora ha sido sustituida por un carril bici y un paseo arbolado, y la conocida como el paseo del Canalillo, construido sobre una acequia que conducía aguas del Canal de Isabel II hasta el Palacio de la Moncloa.

  Otra opción es la Senda Real GR-124, señalizada con las típicas marcas de la red de senderos de gran recorrido. Su origen se remonta al siglo XV y permite ir desde Madrid hasta la sierra de Guadarrama, pasando por la actual Dehesa de la Villa. Durante dos kilómetros esta senda atraviesa algunos de los elementos más singulares de este espacio verde situado en Moncloa-Aravaca, del que se puede obtener información en el centro de información ambiental, punto desde empieza la ruta.

El sendero continúa por el camino principal, que discurre entre altos pinos piñoneros y carrascos. De él salen otros sinuosos caminos en todas las direcciones que invitan a que cada paseante busque su propio rincón donde descansar. Junto al sendero principal se encuentra la Fuente de la Tomasa y un poco más adelante se puede acceder a uno de los miradores del parque, que ofrece unas estupendas vistas de los enclaves más verdes de Madrid y la sierra de Guadarrama. La Senda Real también pasa junto al observatorio de aves municipal.

Por el camino, no sólo pueden verse pinos, también hay otras especies como zarzas, fresnos, olmos o chopos que recuerdan lo arroyos que atravesaban las vaguadas de este espacio verde que se remonta al siglo XII, cuando el rey Alfonso VII donó unas 1.600 hectáreas de bosque mediterráneo a la Villa de Madrid en reconocimiento al apoyo de sus habitantes. En esa época el paraje conectaba la Casa de Campo con el río Manzanares, el Monte de El Pardo y las ladera de la sierra de Guadarrama.

Desde entonces, este enclave ha sufrido diversas transformaciones y ha ido perdiendo extensión. Fue coto de caza, zona de pastoreo para el ganado que abastecía de carne a Madrid, tierra para cultivo y, ya a finales del siglo XIX, se promovió la reforestación de la Dehesa con 10.000 árboles, en su mayoría pinos. Desde entonces, con excepción del periodo de la Guerra Civil, los madrileños disfrutan de sus 70 hectáreas de campo.

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