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Perro que ladra...

Perro que ladra...

martes 03 de febrero de 2009, 18:06h

Antes rugía y al pueblo le temblaban las canillas, ahora la audiencia ríe a carcajadas

Cada vez que Hugo Chávez se enfrenta a una situación dilemática, de cuyo desenlace favorable tiene dudas o abriga temores, opta por correr las arrugas y ruge para que los terceros perciban en él una amenaza y se inhiban de descubrirlo en sus debilidades. Es el síndrome típico de quien, presa de la inseguridad, opta bien por hacerse la víctima, bien señalando que de verse frustrados sus designios sobrevendrán para sus responsables las peores circunstancias y castigos.

No soy psicólogo ni psiquiatra, pero es cuanto advierto a la luz de mi observación constante de este atrabiliario personaje nacido en Sabaneta de Barinas, quien por obra de un lance -pues nuestra historia ha sido eso muchas veces- es hoy cabeza política de la Nación.

Desde cuando fuera candidato, hacia 1998, ya manifestaba desde Barquisimeto que intentaban asesinarlo sus enemigos. Y desde entonces hasta ahora no ha hecho sino traer al redil, cuando las aguas se les encrespan, el argumento del magnicidio. Lo ha repetido "n" veces durante la década ominosa de su desgobierno; pero hasta el presente no hay detenidos y menos cuerpo de los delitos de lesa majestad tantas veces denunciados. La constante, eso sí, ha sido la cercanía de algún evento político o electoral en el que podía quedar comprometido el prestigio del sedicente Chávez.

Recién ha vuelto con las suyas. Nos anuncia que de ser derrotada su propuesta de enmienda para reelegirse como gobernante hasta cuando le de su real gana, tendremos que prepararnos para conocer la violencia y la desestabilización. En otras palabras, le envía un mensaje a los suyos y a los que no lo siguen pero le temen aún, recordándoles que la única garantía de paz nacional tiene nombre y apellido: Hugo Chávez; pero la conclusión asomada por este interesado no deja de ser lamentable. La República que gobierna carece de poderes organizados, no tiene leyes, no tiene identidad ni cultura propias, en fin, porque toda ella se resumiría en su persona, por encarnar a la dicha República y hasta sus habitantes. De modo que, a falta de él no habrá sino caos y la nada. No por azar, en varias oportunidades ha repetido hasta la saciedad "la ley soy yo, el Estado soy yo".

La tesis o el argumento del caos, por ausencia o falta suya, la utilizó Chávez a propósito del referendo revocatorio; y esa vez, cabe decirlo, se la creyeron hasta los funcionarios del Departamento de Estado, quienes prefirieron abonar a favor del mandatario y hacer caso omiso de sus tropelías.

Otro tanto hizo aquél a propósito del referéndum por la reforma constitucional y asimismo cuando señalara que de ganar la oposición algunas gobernaciones y alcaldías, el país se sumiría en la tragedia. Lo cierto es que luego de ser derrotada su iniciativa constitucional por el pueblo nada pasó. Y al perder gobiernos locales emblemáticos del muy poblado norte metropolitano de nuestra geografía, los truenos y rayos que llegarían desde su Olimpo nunca llegaron; salvo la tropelía delincuencial de los militantes de calle afectos al oficialismo, consumada en la destrucción de edificios públicos ocupados por gobernadores opositores y hasta de sinagogas.

Pero regresa de nuevo, lo repito y dado el referéndum del próximo 15 de febrero, la manipulación psicológica y el propósito de silenciar voluntades amedrentando. Chávez atiza su ritornelo, repite su disco rayado, y se esfuerza por sostener en pié su condición -así se la cree- de deidad absoluta, de salvador de los salvadores, de suerte de chamán que en verdad no es otra cosa que una imagen artificial y vacua, hechura de una publicidad sibilina y habilidosa, intoxicante, que no cesa en expandirse como única obra visible de su gobierno, que sólo fabrica vallas, franelas y gorras con las que pinta de rojo y anega todo el teatro de sus fechorías.

Sea lo que fuere, lo real es que el mito cede y la vulnerabilidad de Chávez es harto evidente, incluso para sus aduladores irracionales. Antes rugía y al pueblo le temblaban las canillas. Ladraba y no pocos corrían para que sus dientes no los alcanzasen. Mas ahora la audiencia ríe a carcajadas y hasta se mofa de él. ¡Y es que este drama por entregas, sino hubiese derivado en tanta muerte -son 14.800 los homicidios de 2008- y en tanto acto de destrucción y de venganza social, y si su personaje principal, psicológicamente afectado, no causase el daño y dolor sumos que aún provocan sus miedos existenciales, no sería de tomárselo en serio.

La función, empero, está por terminar. Y a este actor de la doblez, que grita y patalea cual Júpiter tonante de utilería, no le quedará ora opción que retirarse hacia la soledad de su camerino. La audiencia está curada de espantos y votará masivamente por la clausura del espectáculo.

correoaustral@gmail.com

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