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¿Estamos locos o qué?

La columna de Lendoiro: Un poco de silencio, por favor

La columna de Lendoiro: Un poco de silencio, por favor

lunes 16 de marzo de 2009, 13:38h
Hay que reconocerlo. Los españoles somos gritones y ruidosos. Más que los italianos, lo que pasa que éstos gesticulan más y por eso parece que hacen más bulla. Pero no. Nos gusta la fiesta, el griterío, el ruido y somos poco dados a los espacios en silencio. Igual por eso nos gustan los toros (no a mí), los petardos y otras fiestas nacionales que a ojos de otros austeros europeos nos hacen quedar como verdaderos bárbaros y poco menos que retrasados. Pero ojo, nos gusta el ruido cuando estamos inmersos en él y estamos participando en su incremento. El ruido ajeno, el que provenga de una juerga dónde no estamos invitados, nos gusta más bien poco. Y además nos mostramos ciertamente intolerantes con él.

La Audiencia Provincial de Barcelona ha condenado a cinco años de prisión a una señora, propietaria de un pub, por alterar en demasía el descanso de sus vecinos. La señora ponía la música a todo trapo desde las 9 de la mañana (que ya son ganas de dar la vara desde bien temprano) hasta las tres de la madrugada. Así que los sufridos vecinos sólo podían descansar de seis horicas que daba para bien poco, la verdad. Y se quejaron. Vaya si se quejaron. Y la Audiencia se ha desmarcado con semejante sentencia. No seré yo quien defienda el uso del ruido. De hecho me gusta el silencio y el bullicio a partes iguales. Según toque, según la hora y según el día. Entiendo perfectamente la desesperación de los vecinos pero me parece a todas luces una sentencia pelín desproporcionada.

Y digo que entiendo a los vecinos porque no hay nada más exasperante que una persona ruidosa y chillona a tu alrededor. ¿Quién no ha tenido que viajar en el tren al lado de un pesado que grita por el móvil? Y ¿qué me dicen de esa cena romántica que se va al traste por una tía que ríe a carcajadas a tu lado y no te deja escuchar lo que tu galán te quiere decir? ¿Y cuándo estás tumbado en la playa y te empieza ese leve sopor tan placentero mientras escuchas las olas del mar qué pasa? Pues que llega la Puri de turno y le conmina a gritos a su Josua (que está a 200 metros haciendo un castillo de arena) que se venga a por el bocata de chope. Todas esas personas conviven a nuestro alrededor y a lo mejor alguno hemos sido algún día esa persona. En cuantito que salimos al extranjero nos damos cuenta de lo mucho que gritamos. Y es entonces cuando aceptamos que somos diferentes. Que nos gusta el bullicio, la fiesta, el cachondeo y el acostarnos tarde aunque mañana haya que madrugar. Pero siempre y cuando estemos invitados.
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