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La crisis de gobierno que dicen que viene

La crisis de gobierno que dicen que viene

viernes 03 de abril de 2009, 13:23h
Cuando Zapatero está al timón más vale no lanzarse a especulaciones, pero debo recoger aquí lo que no es un rumor, sino un estado de ánimo en la familia socialista: vuelan las cábalas acerca de la fecha en la que el inquilino de La Moncloa, que es a quien le toca hacerlo, anunciará que cambia su gobierno. Porque una hipótesis que se va extendiendo es la de que Rodríguez Zapatero hubiese deseado cambiar a algunos ministros allá por junio o julio (que es la fecha tradicional de las crisis), pero que empieza a comprender que la cosa quizá no aguante tanto.

Que ZP haya hecho convocar una sesión plenaria del grupo parlamentario socialista para inmediatamente después de las vacaciones de Semana Santa ha puesto a cabalgar todo tipo de hipótesis y especulaciones. ZP ha agotado ya, por ahora, su cupo de  presencia internacional -G-20, cumbre de la OTAN, Alianza de Civilizaciones...-: sabe que ahora toca arreglar las cañerías de casa.

Y las cañerías, por lo que respecta a su gobierno, necesitan un buen repaso. Ahora dicen que el cambio de ministros será intenso y extenso. Puede que afecte a las dos vicepresidencias –política y económica—y hasta a siete ministerios, de creer lo que dicen en los ámbitos que hemos podido consultar en Moncloa, grupo parlamentario socialista y PSOE, aunque en los tres centros de poder e influencia dicen que solamente a una persona le compete la tarea y solo esta persona es la última fuente del conocimiento en la materia: el presidente del gobierno y secretario general del partido.

Tengo la impresión de que a Zapatero ya no le influye casi nadie. Tiene, claro está, sus asesores más o menos próximos, expertos en su gabinete y en la Secretaría general, algún familiar que, dicen, le susurra lo que es o no conveniente. Pero el nuevo gobierno, sea ya en abril, en mayo, en junio o en julio, lo hará él solo. Puede que reconociendo íntimamente que se ha equivocado en algunos aspectos del organigrama, en ciertos nombres. Que a nadie se le ocurra decirle que conviene cesar a este, potenciar a este otro o nombrar al de más allá, porque es poco probable que acoja la recomendación. Zapatero, para bien o para mal, es mucho Zapatero.

El ha dicho recientemente a una publicación extranjera que no piensa tocar ‘su’ gobierno. Pero esta es una declaración casi obligada, porque, si dijera otra cosa, ¿cómo quedaría la ya precaria estabilidad del gabinete? Sería suicida, y Zapatero no lo es, ni tampoco es ningún loco, creer que con este elenco ministerial se puede ir muy lejos: hay boquetes en Economía (e Industria, claro), en Educación, en Cultura, en Vivienda, en Ciencia y Tecnología, puede que en Sanidad. Y no siempre porque los titulares de esos departamentos fallen: es que, como ocurre con Igualdad, en la propia Vivienda, o con Sanidad, los ministerios están vacíos de contenido, y, entonces, los ministros tienen que buscarse ocupaciones para llenar sus agendas, a veces a costa de pescar en el estanque de otros (por ejemplo, muchos quieren capturar peces en el enorme lago de Exteriores).

Es más fácil deducir quién tiene que salir del gobierno, o cambiar de cartera, que adivinar quiénes deberían formar parte del elenco ministerial. La enorme personalidad de Zapatero ha eclipsado valores emergentes. Y la manía del presidente por buscar biografías jóvenes, desdeñando tantas veces las consagradas, ha hecho que muchos se encojan de hombros y se alejen.

Ahora, en el momento de buscar a sus más cercanos colaboradores, ZP tiene que tener en cuenta que el mundo entra en nuevas derivas, y que en España hay problemas acumulados y otros que son flamantes, inéditos. Ya sé que el presidente no piensa en soluciones semejantes a las ensayadas por su admirado Obama, que ha metido en su gobierno incluso a personajes que proceden de la oposición.

Pero en estos momentos de crisis, Zapatero no puede alumbrar un nuevo gobierno débil, sin carisma, que solamente viva de los rayos del sol presidencial: es la hora de los consagrados, de esos tipos incómodos, independientes porque no dependen de la política para vivir, esos tipos que te discuten las decisiones porque saben más que tú. Veremos a ver por dónde nos sale Zapatero: puede ser por el lado más inesperado. La verdad es que temo las meditaciones de los presidentes en Doñana, porque a veces regresan de las vacaciones trayendo ratones a los que presentan como paridos por las montañas.


Lea nuestro e-Xclusivo:  ZP: los cambios en el Gobierno, antes de lo esperado
 
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