La ciudad capital se transforma en un colorido jardín, donde florece la fe de los mineros para la Virgen de los Dolores, lo mismo recordada en instituciones públicas como en el patio del Congreso del Estado, la Presidencia Municipal, en escuelas y en domicilios particulares, como en las minas adyacentes a la ciudad, a través de vistosos y monumentales altares a la virgen.
El viernes de Dolores es una de las fiestas tradicionales de Guanajuato más representativas, en la que participa prácticamente toda la población, desde los labriegos de las comunidades rurales del municipio, que cultivan las flores que desde el jueves llegan a venderlas afuera del Mercado Hidalgo y Embajadoras hasta los más encumbrados políticos, que acuden el viernes al desayuno tradicional del Gobernador en turno, con el pleno de su gabinete, y demás funcionarios, que en este día tienen como anfitrión al alcalde de la ciudad, quien también acude acompañado de síndicos regidores y directores de áreas, para darse “un buen baño de pueblo”.
Este año además los candidatos de los diferentes partidos políticos no faltarán y han anunciado que estarán con sus seguidores repartiendo flores a las damas y nueve a quien lo solicite.
Para el cronista vitalicio de la ciudad don Isauro Rionda Arreguín, en tono enérgico señala la diferencia, “eso de la fiesta de las flores es un término propagandistico los que organizan bailes o los que organizan fiestas una noche antes; el viernes es la conmemoración de la Virgen de los Dolores, es un culto muy minero, muy guanajuatense”.
Esta tradición se inicio allá por el siglo XVII en Guanajuato, claro que es casi un culto medieval en el mundo católico, pero en la ciudad ese culto popular a la Virgen, en sus manifestaciones de poner altares en las casas, “es un culto minero”, añade el cronista.
La tradición se conserva “un poco ensuciado” por el llamado día de las Flores “en general entre nuestra población minera se sigue conservando en las minas donde se realizan oficios religiosos; en la mina se recibe a la población, es donde se venera a la imagen de la Virgen y se dan aguas de sabores, nieve y hasta caldo de camarón, y todas esas cosas paganas que se dan alrededor de la celebración”.
Si embargo, aclara que la Virgen de los Dolores no es la patrona de los mineros, sino la Virgen de Guanajuato “es una virgen de los Dolores muy venerada por los mineros porque es una señora que ha perdido a su hijo, la Dolorosa, y no hay hogar de minero donde no se haya perdido un hijo. La mina se traga a los hombres. La mina mata hombres. Entonces siempre hay un dolor en la familia minera, por eso es la Virgen de ellos”, sin ser la patrona.
que nada tiene que ver con la llamada “fiesta de las Flores”, que se creó por los comerciantes y los prestadores de servicio, para estimular la asistencia a los centros de baile y el consumo de bebidas embriagantes, concluye.
Los preparativos
Las calles y las plazas de la ciudad poco a poco se van llenado de vendedores que llegan de todos los puntos del municipio y ciudades vecinas, para comprar o vender todos los elementos necesarios para la instalación del altar a la Virgen Dolorosa.
Según el historiador Fernando Díaz Sánchez, citado en la publicación alusiva al Viernes de Dolores, editado por la Casa de la Cultura del municipio de Guanajuato, en los diferentes puestos se consiguen “las alhelies, manzanilla e hinojo que llenan de perfume el ambiente”. Otros campesinos de puntos más lejanos acercan, “las nubes, rosas, claveles y crisantemos...y el trigo germinado crecido a la sombra para conservar su tierno color amarillo o bajo el sol para obtener el verde claro y las figuras de barro cobiertas con la chía recién germinada también”.
Las Flores son obsequiadas a las jóvenes durante los diversos bailes que se celebran en la víspera de la celebración. “mezclando de esta manera la fiesta profana con la celebración religiosa”, anota la publicación.
El viernes de Dolores
Durante la noche-madrugada, familias enteras de capitalinos se ven desfilar por las calles llevando una imagen de la Virgen de Dolores, con ramos de flores y ramas de álamo. Los jóvenes acuden al Jardín de la Unión, donde la banda toca en el kiosco.
En los hogares se le rinde culto a la Dolorosa, mientras que en los antros la fiesta, prácticamente se prolonga toda la noche, hasta que salen los cuevanenses al amanecer a regalarle una flor a las damas que se pasean incansables en el jardín de la Unión, en pleno centro de la ciudad Patrimonio Mundial, Capital Cervantina de América, Cuna Iberoamericana de Cervantes y tristemente celebre por el bautismo de reciente nomenclatura:
Capital del Beso
Empieza entonces un peregrinar por todos los altares instalados en la ciudad. Los políticos irán a las minas, mientras que los desvelados acudirán a los altares más cercanos “a ver si ya lloró la virgen”, que es cuando reciben en obsequio agua de sabores, nieve