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Tiempos turbulentos

Tiempos turbulentos

miércoles 08 de abril de 2009, 01:10h

La radicalización que Chávez ha emprendido puede transformarse en su propia perdición

Ciertamente el triunfo de Chávez el 15 de febrero lo ha dotado de un aura de invencibilidad. Inmediatamente ha aprovechado la situación para radicalizar su revolución y acabar con sus adversarios. A pesar de que la pregunta formulada al pueblo tenía que ver con la posibilidad de reelección de los cargos de elección popular, él creyó que esa victoria circunstancial lo autorizaba para introducir todos los cambios constitucionales que el propio pueblo le había negado poco tiempo antes. Al hacerlo se está alejando cada vez más de la legalidad y de los mandatos establecidos en la Carta Magna.

La radicalización que el mandatario ha emprendido puede transformarse en su propia perdición. Mientras más alto se sube, desde más alto se cae.

Desde el comienzo de su gestión el Presidente ha reiterado en numerosas oportunidades que la política debe anteponerse a la economía. Ha señalado que lo contrario sería como tener una carreta tirada por un caballo y poner el caballo por detrás de la misma. Me voy a permitir disentir del primer mandatario. En realidad la carreta de la sociedad está tirada por dos caballos y ambos deben ir al frente: uno es la política y otro es la economía. Cuando ambos caballos halan el carro en un mismo sentido, el país progresa y los problemas sociales tienden a resolverse. Es la única forma de que la sociedad avance.

Lo que ocurre en Venezuela es que quien conduce la carreta, además de desconocimiento, tiene el más profundo desprecio por la economía y, en cuanto a la política, padece de un severo un problema de dogmatismo. Se visualiza a sí mismo como una figura que será recordada por la historia por haber cambiado el rumbo de toda la América Latina (y quizás del mundo). Para alcanzar ese fin, no escatima lo recursos del país.

Ahora bien, no importa cuáles sean sus éxitos en materia política, su popularidad inexorablemente está vinculada a la capacidad que demostró para convencer el pueblo de que el país estaba blindado frente a la crisis mundial que está haciendo estragos por todas partes.

Y aunque después del 15 F llegó a reconocer que se harían necesarias algunas medidas para enfrentarla, cuando llegó el momento de anunciarlas lo único que presentó fueron algunos pañitos calientes que ciertamente no son suficientes para enfrentar la magnitud de los problemas que se avecinan.

Un vez más el pueblo pensó que el Presidente había sido capaz de sortear con éxito la situación y su popularidad incluso parece haber aumentado. Sin embargo, las leyes de la economía no se pueden violar más que la ley de la gravedad.

El caballo de la economía está ahora encabritado y el caballo de la política anda desbocado. Nuestra economía, más dependiente que nunca del petróleo, se ve gravemente afectada y el gobernante no parece entenderlo. A la vez, el aparto productivo privado está severamente desarticulado como consecuencia de diez años de políticas económicas incoherentes que lo han asfixiado. Por lo que respecta a las empresas del estado, su situación es aún peor.

La propia Pdvsa ha visto mermada su producción, la cual -de acuerdo con informaciones suministradas por la OPEP y la Agencia Internacional de la Energía- se ubica un millón de barriles diarios por debajo de la cifra presentada por el oficialismo. Nuestra casa matriz petrolera no está en condiciones ni siquiera de cubrir sus deudas con contratistas. El precio del petróleo sigue estando bastante por debajo de la expectativas oficiales. En definitiva, el ingreso petrolero ya no es capaz de sostener el gasto público ni cubrir la importaciones requeridas, con lo cual el país tendrá que enfrentarse a una grave situación de inflación y escasez. A la vez, las empresas de Guayana parecen estar todas quebradas.

Mientras tanto, el gobernante sigue adelantando una política de nacionalizaciones, apoderándose de empresas que no puede pagar y por las cuales ya adeuda más de 11.000 millones de dólares, a lo cual debe agregarse los arbitrajes pendientes por el desconocimiento de contratos en el sector petrolero.

Y ahora habrá que enfrentar el problema laboral ya que los sindicatos no lucen dispuestos a aceptar las arbitrariedades del gobierno. Una tormenta está a punto de estallar.

Temo pues que la sociedad venezolana va montada en un carro que comienza a dar bandazos al adentrarse en un terreno difícil y lleno de obstáculos, mientras uno de los dos caballo que tiran de él está encabritado y el otro corre alocadamente hacia un precipicio.

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