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La resurrección… ¿de quién?

La resurrección… ¿de quién?

domingo 12 de abril de 2009, 09:30h
Fue el teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer, asesinado por los nazis, quien popularizó la teología de la muerte de Dios. Desde entonces, los intelectuales contemporáneos, preocupados por el tema de la existencia, la encarnación, la muerte, la resurrección del Dios hecho carne y del propio Dios como concepto filosófico, han hecho evolucionar la teología por cauces insospechados: teología del hombre, teología de la política, teología de la liberación, teología de la revolución, teología de la violencia…

El antiguo concepto de Dios ha muerto, especialmente desde la Primera Guerra Mundial. Y muchos teólogos han preferido volver su mirada al hombre,  enfrentado a sí mismo por la guerra, la violencia y la muerte como únicas salidas a la supervivencia. Al hombre enfrentado a su propia identidad. En los años cincuenta del pasado siglo XX, los teólogos que luego harían el Concilio Vaticano II —entre ellos el ya desaparecido Karl Rahner— pusieron las bases de un cambio en la teología contemporánea. Con ellos, o más aún gracias a ellos,  ellos, el Concilio fue posible. Un Concilio que revolucionó de rebote los conceptos tradicionales de Dios y del hombre, y el propio concepto de Religión.

    Vivimos una época en que ya nos empieza a parecer que aquel Concilio fue un sueño. Como también aquella resurrección juvenil de los años sesenta, que incluso había recuperado, con la revolución del amor contra la guerra, la imagen utópica del Jesús de Evangelio. Nos despertamos de este sueño ante gritos antiguos que reivindican guerras de catecismos, guerras de crucifijos, guerras de misas, guerras de procesiones, guerras de educación, guerras de abortos, guerras de tertulias radiofónicas y televisivas a favor o en contra de este o aquel dios. 

    Se vuelve al Dios antiguo de la guerra, del temor, de la condena, de la autoridad, de la disciplina, de la ley, de la letra, del terror, del miedo a la condenación eterna. Hay que volver a la confesión individual, a la sotana conventual, al corporativismo eclesial, al moralismo tradicional, a la disciplina penal, al miedo infernal y al juicio final.

    Ni Dietrich Bonhoeffer (asesinado por los nazis), ni Karl Rahner, ya desaparecido ni, por supuesto, Ignacio Ellacuria, (asesinado por la ultraderecha civil y militar salvadoreña, con la probable ayuda de los servicios secretos del imperio), van a ser salvados por este Dios revival. Este resucitado no es el suyo. El suyo preferirá seguir muerto, en silencio, ante aquellos quequieren amordazar la liberación de la teología.
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